ÚLTIMA HORA

¡COSA MÁS INHÓSPITA, CRISTIANO!

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Cuando alguien se decide a pasear por la Avenida Marítima, espacio que debiera ser un lujo para cualquier ciudad marítima, tiene que preocuparse de mirar primero cómo está el tiempo, el clima climático diría el ex ministro, por la gracia de Dios, Moratinos, también conocido en ambientes internacionales como Desatinos.

Como no hay dónde guarecerse de las inclemencias atmosféricas, si llueve, los paseantes acaban calados y si hace solajero, terminan asaditos de calor, colorados y a punto de sufrir un golpe térmico. No hay bancos, de los de sentarse, ni terrazas donde tomar un refresco, un cortadito o un guanijay si fuera menester y no nos acompaña nadie que nos reprenda alegando cuestiones de salud, reales o leídas por Internet en alguna página de terrorismo alimentario.

Cuestión especial reviste el pateo que hay que darse para poder entrar o salir de ese espacio lúdico, dicen que para pasear plácidamente mientras esquivas bicicletas a todo trapo. Por poner un ejemplo, que se ilustra con unas fotos tomadas hoy mismo con el móvil mientras paseaba.

Accedí entrando por el Parque de San Telmo, llegando hasta una bonita plazoletita con un monumento a la Vela Latina. Salvo por las pintadas, algunas francamente obscenas, el espacio es muy agradable y bien cuidado, con bancos de madera en los que descansar, aunque sin ninguna pérgola que procuren una sombrita refrescante o un espacio seco, según la estación del año. Desde allí, si se camina hacia el norte, se llega hasta el siguiente acceso en el cruce de Juan XXIII. Si los pasos se encaminan hacia el sur, hay que llegar hasta el Mercado de Vegueta para abandonar el Paseo Marítimo y volver a la civilización que nos gusta a los urbanitas.

En todos esos tramos, por no haber no hay ni gaviotas revoloteando. Bueno, lo que sí hay en algunos tramos es una ligera pestilencia y unas espumas canelas en el agua que evidencian los vertidos ilegales, pero que se siguen produciendo a la vista del alcalde y sus concejales “mandantes”. Si el caminante tiene algún problema físico, torcedura de tobillo u otro percance inesperado, no tiene ni dónde sentarse cómodamente ni puede llamar un taxi que no podría parar en plena autovía a recogernos.

En suma, un espacio público en un lugar privilegiado pero que no cumple con las expectativas que la ciudad se merece. Ya hubo un intento de cambiar eso, cuando se propuso el proyecto de la Gran Marina y la remodelación del cauce del barranco Guiniguada. Se trataba de crear zonas para esparcimiento ciudadano como sucede en casi todos los frentes marítimos del mundo. Pero como suele suceder, el griterío de la Cofradía del Santo No, en función de quien proponga la idea y no de la idea en sí misma, paralizó cualquier intento de dignificar y hacer más humana y habitable esa avenida para los habitantes de la ciudad. El odio, el rencor y el sectarismo político, unidos a la incompetencia y molicie municipal, ganaron la partida al sentido común y al auténtico progreso. Otra oportunidad perdida... y lo pésimo es que ¡suma y sigue!

Noticias más leídas del día