ÚLTIMA HORA

DE FARFULLO EN FARFULLO

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Desde el último año, mes más o mes menos, se está asistiendo a un espectáculo político indigno y ofensivo para con los ciudadanos respetuosos con las leyes. Esta situación de evidente deterioro y rechazo a la gestión política general, ha sido como la gota malaya, que poco a poco ha ido horadando el más elemental sentido común y ético, si es que este término tiene algún sentido al hablar de partidos políticos.

Si bien no empezó el desmoronamiento con el golpe de estado de los independentistas catalanes, el 15 de noviembre primero y el 1 de octubre después con dos referéndum ilegales, aunque tolerados por el Gobierno de España, el cénit de la desfachatez vino con la moción de censura a Rajoy -reprobación posiblemente bien merecida- y con la improvisada investidura de Pedro Sánchez, que se ha visto de repente en La Moncloa sin pasar por las urnas.

Repasando las hemerotecas, se puede comprobar cómo se ha ido de farfullo en farfullo, deprisa y atropelladamente unas veces y en la absoluta pasividad las mas, protagonizados por ministros, portavoces y algunos medios de comunicación expertos en el arte del farfulleo, palabra que el DRAE define como hacer algo con tropelía y confusión. Y nunca mejor explicada la definición al confirmar que el farfulleo se comete con tropelía, es decir, que es un atropello o acto violento cometido generalmente por quien abusa de su poder. En el gobierno y en los medios, unos negando la evidencia y otros adoctrinando y manipulando sin pausa.

Y, se quiera o no, farfullear es lo que hacen las ministras cuando anuncian lo que saben que luego no pueden cumplir, pero que alaga el oído de los menos reflexivos y más antisistema. Nada que pueda extrañar cuando Sánchez y su paladín Ávalos prometieron con todo el énfasis y cara dura de la que fueron capaces, que no pactarían nunca con los independentistas. Y vaya que si pactaron, y que siguen pactando sin que se tornen en nardos los claveles de sus mejillas, como reza la letra del Romance de la reina Mercedes cantado por doña Concha Piquer.

Y como aquí a farfullear nadie gana a los del PP de Mariano Rajoy y Soraya, con sus parlanchines Maíllo y Alonso, el que habla con las manos en los bolsillos no se sabe buscando qué, en estas últimas semanas dicen y hacen cosas propias de estructuras jerárquicas con un cacique todopoderoso y digitalizador de cargos en la cúspide. Y con dossieres que siguen yendo contra quien se oponga a los deseos antidemocráticos de alguna aspirante a reina del baile, en femenino, para no entremezclar a todos en el mismo proceder.

Gran maravilla es que se pretenda rearmar ideológicamente al partido en un congreso, si es que eso que dicen es lo que realmente pretenden hacer en el PP, cuando Soraya se niega a debatir sobre ideas con su oponente Casado y esgrime como mérito indiscutible para ser la sucesora de Rajoy el hecho biológico de ser mujer. Es chiquita, pero piensa que es tan valiosa como los perfumes caros. Además, dice, es experta en operaciones diálogo.

De escándalo sería en cualquier organización democrática que los candidatos aseguren tener bien “amarrados” tantos o cuantos votos de los compromisarios. El hedor a chantaje invadirá los locales congresuales. Para mitigarlo, el aparato de Génova asegura que habrá papeletas, sobres y cabinas para asegurar el secreto del voto. Pero como el que el voto sea secreto es un derecho democrático, pero no siempre una obligación, ya los supuestos pastores de los rebaños locales declaran sus preferencias para ilustrar a su ganadería. Excepto Feijó, que por su condición de gallego, definirse sería un milagro que ni el Apóstol Santiago osaría emular.

Y lo que es aún más tenebroso vendrá tras el escrutinio. Los que pierdan serán laminados y si no gana Soraya, el que gane también. El oportunismo y el pago de favores será la bendición para unos, al menos hasta las primeras elecciones, y el llanto y crujir de dientes en la cola del paro, para el resto. Es la selección negativa en estado puro, aunque hablen de democracia interna. Y los compromisarios, curioso cuerpo electoral para no dejar votar a los militantes, deberán recordar aquel refran que dice que las palmas más altas, acaban barriendo el suelo.

 

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