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JUAN DE PORTOPLANO Y LA PRUDENCIA

El de Portoplano enderezó la calle de su barrio-ciudad-pueblo-aldea y, como siempre, además de saludar a sus vecinos y convecinos, intentaba aprovechar para mirar y mirarse, para percibir y percibirse, para pensar y repensarse…

                        Ser prudente es valorar y ponderar los argumentos, razones, ideas, sugerencias, críticas en una balanza lo más justa y verdadera y bondadosa posible.

                        Ser prudente es no creer demasiado de más, ni demasiado en menos, sino creer lo que sean datos y sean argumentos más racionales, más demostrados, más empíricos, más realistas, más verdaderos, más bondadosos y más útiles.

                        Ser prudente es prever las consecuencias de los actos o de las palabras, al menos intentarlo ser, para intentar evitar lo negativo y pernicioso y lo innecesario.

                        Ser prudente es intentar no buscarse adversarios, menos enemigos, si es posible, es intentar tener en cuenta la legalidad vigente, la moralidad más correcta, y si es posible, la espiritualidad y religiosidad más adecuada.

                        Ser prudente es ser lento en criticar negativamente, ser lento en admitir positivamente.

                        Ser prudente es saber que demasiadas personas, incluso tu mismo, no conoces suficiente de un tema, que demasiadas personas no tienen suficiente grado de autocontrol en sus pasiones-deseos-pulsiones-libidos-instintos. Y por tanto, tienes que defenderte a ti mismo, amarte correctamente a ti mismo, y defenderte del mal que otros te puedan hacer con sus ideas y argumentos, sus datos, sus emociones, pasiones, pulsiones.

                        Ser prudente es saber que en un juicio o sentencia, hay que oír las dos o cinco partes que intervienen, y ser prudente es escuchar a todos, pero no creer a todos, es tener en cuenta, que todos, todos tenemos nuestros intereses confesos y no confesos, conscientes y no conscientes. Ser prudente es escuchar a todos, siempre que no vengan creando mal, pero saber que quizás tú no eres el juez, ni el abogado, ni el que pleitea, solo el que escucha.                       

                        Ser prudente es no contar todo lo que se sabe, ni todo lo que se cree.

                        Ser prudente es tener mucho cuidado con los actos que se realizan, pero aún más con las palabras que se expresan, tanto sean buenas o sean malas, tanto en momentos de euforia, como en momento de ira y de cólera.

                        Ser prudentes es saber que la vida es corta, pero también es larga, por tanto, da mucho tiempo, para hacer muchas cosas y decir muchas frases positivas o negativas, buenas o malas, pero es corta, por lo tanto, debes utilizar la vida con sosiego y armonía, con trabajo y estudio, y no caer en la pereza…

                        Ser prudente es intentar no caer en ninguno de los errores morales graves, antes denominados pecados capitales, es decir, ira-cólera, lujuria, vanidad, soberbia, pereza-acidia, envidia, gula…

                        Ser prudente es darse cuenta, que una persona equis, se ha podido equivocar en una palabra o en un acto, y que no quería dañarte, ni a ti, ni a tus cosas, ni a tu fama. Ser prudente es darse cuenta, cuando alguien ha cometido un supuesto error, real o no, adrede y con libertad, o ha sido un error momentáneo…

                        Ser prudente es intentar conocerse de forma correcta a si mismo, para así conocer de forma correcta a los demás, conocer de forma correcta y verdadera a los demás, para conocerse de forma correcta a si mismo.

                        Ser prudente es saber que los que hablan mucho, o los que escriben, escriban mucho o poco, tienen que tener muchos errores, errores de todo tipo, de contenido y de significante, por exceso o por defecto, por estructura o por forma, por comisión o por omisión. Y ser prudente es saer esto, y hacerlo saber y conocer a los demás.

                        Ser prudente es saber que el corazón-mente-alma-carne de cada ser, solo lo conoce profunda y esencialmente y en todos sus niveles el Ser Supremo si existe, ni siquiera cada uno, se conoce o conoce la profundidad y esencialidad de su ser-alma-mente-corazón-carne.

                        Ser prudente es tomar a la persona que se esfuerza en el bien y en la bondad, que aparenta no ser demasiado, no tomarlo como inferior, porque posiblemente sea superior a la media de la población.

                        Ser prudente es no tomar a nadie como débil, menos como demasiado débil, porque todo el mundo, tiene sus valores y desvalores, sus fuerzas y sus desfuerzas, no conoces quién te puede llevar a un campo de concentración, ni quieren te puede sacar de uno de ellos.

                        Ser prudente es defenderte del mal del otro, con racionalidad, con moralidad, con legalidad, con eficiencia, porque no puedes dejarte caer en el mal que tú mismo te produces, ni en el mal que otros te producen.

                        Ser prudente, es si se tiene tiempo, contar hasta cien o hasta mil, dejar días, si se tiene tiempo a reaccionar.

                        De vuelta, de largo paseo, el de Portoplano se encontró con el de Mairena, y le dijo, “De qué vas pensando?”, y le contestó “Sobre la prudencia” y le respondió: “Largo es el tema y difícil de pensar y difícil de llevar a la práctica”. Y se saludaron, y cada uno continúo su camino hasta otro día.

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