El escudo que forma la corteza y piñas que solo se abren en los incendios, los secretos del pino canario para ser el único de Europa que rebrota
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El pino canario presenta particularidades como una corteza que actúa de escudo, yemas resguardadas por la pinocha y semillas protegidas por piñas que solo se abren en los incendios, así que no solo nacen nuevos pinos tras los fuegos, sino que es el único de Europa que rebrota, de modo que ha salpicado de “plumeros” verdes las zonas que las llamas dejaron teñidas de negro en la cumbre de Gran Canaria.
Se pueden llegar a observar rebrotes entorno a los seis meses después de los incendios, según la intensidad del fuego, la lluvia y la salud del pino, y no solo a lo largo del tronco, lo que le da la apariencia de plumero o ciprés, sino que también en las ramas gruesas e incluso los tocones gracias a los brotes epicórmicos o chupones que surgen desde debajo de la corteza, que protege la capa cambium por la que circula la sabia.
La corteza es la encargada de absorber la mayor parte del calor y va saltando por capas durante el incendio, es parte del conocido paveseo, es decir, el revuelo que forman estas láminas ardientes voladoras. La corteza tiene en torno a 4 centímetros y cada lámina que salta un milímetro, así que tienen un gran margen para que pase el incendio sin dejar que sea alcanzada la cambium, desde donde empiezan los rebrotes que se abren paso por las surcos naturales de la corteza.
Este endemismo llega a vivir cerca de 600 años, puede alcanzar casi 50 metros de altura y su capacidad de sobrevivir a las llamas, entre otras cualidades, es uno de los motivos por los que el Cabildo repuebla la cumbre con esta especie.
Piñas que solo se abren en los incendios
Los pinos producen además dos tipos de piñas, las que se abren en verano con temperaturas cercanas a los 30 grados, cuando sueltan semillas que esparce el viento, y las piñas serotinas, que permanecen cerradas en lo más alto del pino formando un banco de semillas que únicamente se abre a partir de los 60 grados, condición que solo se da en un incendio forestal, cuyo calor se encarga de derretir la resina que sella estas cajitas fuertes. Algunas semillas pueden caer al suelo durante el incendio, pero otras se mantienen en el árbol y saltan cuando ya han pasado las llamas.
Cuando caen, encuentran que del suelo ha desparecido la pinocha y la vegetación de su alrededor se ha convertido en ceniza que aprovecha como abono. Además hay mejores condiciones de luz y menos competencia, estrategia que les asegura la supervivencia.
Heridas de fuego
Las heridas de fuego generadas en los troncos de estos pinos permiten asimismo constatar los incendios forestales que se han sucedido en el lugar en los últimos siglos, fuegos que pueden llegar a ahuecar al pino y que al cabo de las centurias acaban debilitando su estructura. Con la ayuda de la dendrocronología -ciencia que estudia la edad de los árboles mediante los anillos de crecimiento-, se han podido datar incendios de los últimos 200 años.
Funciones del pinar
El pinar tiene diversas funciones ecológicas, por ello su conservación es fundamental. Sirve de refugio para especies como el pinzón azul, que está en peligro de extinción, y capta el agua de la bruma, tanto es así que un bosque de pino canario puede captar más de 2.000 litros de agua por metro cuadrado al año, además de absorber CO2, producir oxígeno y proteger el suelo de la erosión.
En Gran Canaria existen dos tipos de pino, por un lado el pino de norte que está adaptado a la humedad, es frondoso y alto, y por otro el pino de sur, que es más abierto y bajo, pero ambos son resistentes al fuego.
El pino canario convive con el pino radiata de California, el carrasco y el piñonero, ambos del Mediterráneo, y los tres introducidos por el ser humano. Cada vez que hay un incendio, los pinos radiata –que fueron plantados hace décadas por su madera-, mueren, por ello el Cabildo ocupa su espacio el pino canario.
Se trata de una especie conífera que tiene cerca de 35 millones de años y que se extendía originariamente por el continente europeo, de donde fue expulsada por las glaciaciones hasta encontrar en Canarias su refugio idóneo y donde ha estado presente desde el inicio de su formación, se adaptó a sus condiciones y es considerada una especie endémica de Canarias, donde incluso su harina sirvió de alimento a los aborígenes.
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