INGENIO
El Burrero en Ingenio ya cuenta con un sendero y un mirador abierto al mar para su disfrute sostenible
La riqueza del entorno de El Burrero ya cuenta con un sendero que conduce a un nuevo mirador, incluido un ramal a la zona arqueológica, para procurar un disfrute sostenible del entorno y de la vista que ofrece el promontorio que se asoma tanto a la playa como a la Bahía de Gando, pues al acotar el tránsito y estar constituido por un paso elevado que deja paso a la arena y se convierte también en una manera de proteger los endemismos de este enclave.
La actuación, que procuró la mínima intervención y también su integración con colores, texturas, y ondulaciones adaptadas al terreno, contó con una financiación del Cabildo de Gran Canaria de 270.000 euros, a los que próximamente se sumarán 900.000 para la continuación del paseo marítimo hasta llegar al Barranco de Guayadeque, y fue ejecutado por el Ayuntamiento de Ingenio, que también acotó las colonias de flora protegida.
El presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, que recorrió los casi 300 metros de sendero junto a la alcaldesa, Ana Hernández, y la consejera insular de Política Territorial y Paisaje, Inés Miranda, hasta llegar al mirador, con forma de herradura volcánica, explicó que están en marcha una veintena de miradores en espacios singulares de Gran Canaria, siete ya ejecutados y el resto en ejecución, adaptados al entorno y con ordenación del tránsito para protección de los espacios.
Este nuevo sendero está realizado en madera resistente al medio marino y nace en el paseo marítimo, desde donde salva con una escalera la pendiente de los primeros 80 metros, tramo que incluye una bifurcación al área arqueológica en la que se puede observar tres espacios habitacionales y hasta los agujeros que sostenían los postes en los que se asentaba la techumbre, mientras que el sector que bordea el cantil y desemboca en el mirador es llano.
La información relativa a estas riquezas se puede leer durante el recorrido, incluida la historia del pecio descubierto en los años ochenta, cuando un submarinista descubrió un cañón no lejos de la playa, y finalmente fueron recuperados once que se pueden contemplar en un museo de Vecindario.
El sendero está separado del terreno por varillas para alterar lo menos posible el estrato volcánico, además de amoldarse al territorio con un diseño sinuoso inspirado en el aspecto fluido de las coladas volcánicas y dejar paso a los sustratos arenosos, que mantienen así su dinámica de norte a sur para salvaguardar el hábitat del corazoncillo de Arinaga, una delicada planta en riesgo de extinción de hojas carnosas y flores amarillas que comparte territorio con otros endemismos como el chaparro canario, la siempreviva de mar o la piñamar.
La vocación integradora del paseo se percibe también en el uso de piedra del lugar y de picón rojo y la escultórica en las barandillas de acero cortén de apariencia oxidada y en el diseño curvilíneo de bancos y papeleras.
Los postes de madera y cuerdas en su cara interior tienen como fin disuadir a los caminantes de adentrarse más allá de sus límites. Igualmente, el acceso rodado y aparcamiento en esta zona natural queda delimitado con bolardos y cuerdas.
El espectáculo de los volcanes y de la historia en el mismo camino
El conjunto también abre la mirada al paisaje volcánico integrado por conos volcánicos de la fase eruptiva más reciente de Gran Canaria, que dejó un reguero de picones rojizos, rocas porosas y bombas volcánicas negruzcas que los volcanes lanzaron a kilómetros de distancia.
En cuanto al asentamiento arqueológico, donde los aborígenes desmontaron el terreno para construir sus viviendas, está complementado con las cuevas situadas en la costa, modelo de asentamiento similar al de los poblados de Tufia o Furnia.
El secreto mejor guardado es en cualquier caso la corbeta inglesa del siglo XVIII descubierta en los ochenta, probablemente fue utilizada por corsarios y naufragó tras recibir varios cañonazos en un intento de abordaje, una película que hoy día es difícil de intuir pero que ha dejado su evidencia a 80 metros de la costa y a solo 4 de profundidad, donde queda un pecio de siete metros de testigo.