Infinita gratitud a Néstor Álamo
En estos días en los que se vuelven a celebrar las Fiestas del Pino en la isla de Gran Canaria, con todas las precauciones oportunas para prevenir contagios por el coronavirus chino, como grancanario que soy y me siento, por más que pretenda ser ciudadano del mundo mundial, el alma se llena de sentimientos encontrados. Unos me tiran hacia Teror, otros hacia Londres.
Cuando oigo o veo entonar en las radios y televisiones canciones propias de estas fiestas tan especiales, me pregunto si alguien se acuerda y agradece que gran parte de esa alegría, jolgorio, devoción, alguna que otra chispadera, música y letras se deben a nuestro genial paisano Néstor Álamo. Tal vez se haya hecho en otros tiempos, pero no recuerdo ahora que se le cite expresamente como el gran impulsor y recreador de esa fiesta y esa romería “caminito de Teror”.
No me he resistido a releer el emotivo libro “Mis tardes con Néstor Álamo”, escrito por Luis Armando Doreste, el que fuera su entrañable e inseparable compañero, depositario de confidencias o pensamientos que no siempre se plasman después en los papeles y de una parte importante de su gigantesca obra, no sólo la folclórica, también la investigadora de la historia de Gran Canaria. Y al releer este libro, no puedo dejar de sentir lo mismo que su autor: “Por ello, mi defensa a ultranza de la dilatada obra de un Néstor Álamo totalmente desconocido y maltratado. Incomprendido por los envidiosos de ayer y de hoy, miopes de «culo de botella»”.
Pero como estamos hablando de estas fiestas, mejor será que sea el propio Néstor quien lo exprese a su manera: “Enhebrarse por las veredas del Pino es como hacer un resumen vital del vivir de Gran Canaria; en concreto, en los siglos XVII y XVIII y en los que a estos siguen. No significa tal estimativa que, en el siglo XVI, la vida del santuario no estuviese en órbita del vivir de la isla, sólo que, por razones de lejanía, en vivencia menor”.
“Luis, le comenta Néstor, hay que aceptar el milagro y la leyenda. La leyenda de la Virgen del Pino, como toda leyenda que tenga orgullo en serio, es hermosa, vitalizante. Volviendo hacia el milagro ¿no ha sido bien definido el que las tan decaídas fiestas del Pino volvieran a adquirir en nuestros tiempos todas las atrayentes agilidades de antaño? ¿No ha sido lograr el milagro de que toda la isla, y muchas otras, hayan comprendido en este tiempo nuestro el camino de Teror? Lo expresó así y así lo cantó:
Pa'l Pino. Esta noche me voy, me voy pa'l Pino
a comer carajacas y a beber vino,
….
Por eso le canto, por eso le digo
Ay, Virgen del Pino me quedo contigo.
Y no me importa ¡Bendito sea Dios!
pasarme la vida entera caminito de Teror.
En mis, por desgracia, escasas conversaciones con Néstor, pero más en las lecturas de su obra, siempre me llamó la atención esa mezcla que muchos llevamos escondida en los “rincones del alma” de agnosticismo y creencia en algún símbolo religioso. En el caso de Néstor es particularmente llamativo su sentimiento de amor por la Virgen del Pino, mezclado con el redescubrimiento de las ancestrales tradiciones y devociones. A mi entender, ese es el espíritu que puede intuirse en las sentidas letras de sus canciones a la Virgen que, no por casualidad, está en Terror: el centro y el corazón de la isla de Gran Canaria.
Su impronta peculiar, en lo que al folclore se refiere, se puede seguir muy bien en las 43 canciones canarias que figuran como compuestas, música y letra, por Néstor Álamo en el registro de la Sociedad de Autores de España. La primera la inscribió en el año 1935 “El jacarandá” y así hasta hasta la número 43 “Tiempos de Gran Canaria”, por orden cronológico. La lista pasa por la 4 “Sombra del Nublo”, la 9 “Adiós, Canaria querida” o la 13 “La alpispa”.
En una entrevista paseando por media isla que el amigo periodista Javier Lavandera García (q.e.p.d.) y yo mismo le hicimos para aquella mítica OTM, Onda Televisión Maspalomas que regentaba Adela Ramallo, otra mujer de gran personalidad que convendría recordar y hacer justicia a su labor, Néstor nos confesó que, si bien “Sombra del Nublo” era tal vez su canción más popular, a él las que mas le gustaban y le emocionaban eran “Noches de Arguineguín”, canción desgarradora sobre las penas y las esperanzas de los canarios que tenían que irse fuera del terruño amado en busca de un futuro para ellos y sus familias, y sobre todo “Tamadaba”. Cuando nos lo contó estando grabando en el muelle viejo de Agaete, me pareció ver sus ojos enrojecidos tras los gruesos cristales de sus gafas. Lo que después añadió de Fernando de Guanarteme, mejor es no reproducirlo para no entrar en otros vericuetos. Pero como lo pensaba, lo dijo. Néstor era claro y contundente, tal vez eso es la causa de su postergamiento.
Sin duda, esta mezcla de sentimientos y recuerdos que despierta Néstor Álamo entre los que lo tratamos, él la conocía perfectamente. Tanto es así, que dejó escrito su epitafio:
“Los que me conocieron, saben quién fui,
los que no, para qué saberlo.
Ahora silencio, ¡estoy descansando!”
Sería un acto de nobleza y reconocimiento a su gigantesca y permanente obra dedicada a Gran Canaria, que en los pregones y presentaciones de los grupos folclóricos que cantan y bailan sus canciones, le dedicaran unas palabras -pocas, pero sentidas- en su memoria. Y en las prédicas religiosas de estos días, que el Sr. Obispo le dedicara una oración por su descanso eterno. Creo que es de justicia, pero, la verdad, no tengo muchas esperanzas de que se haga. Como me decía un gran amigo, Domingo Hernández Peña,“¿Qué tiene Gran Canaria que parece odiar a quienes la aman?”... Pues eso, aunque este año el nombre de Néstor Álamo aparece proyectado sobre la fachada de la Basílica de Teror. Por algo se empieza.