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Callejeando por Berlín (2)

Continuando con el primer paseo de reconocimiento, y de gran pateo también, en una mañana fresca que amenazaba lluvia como la que había caído sobre la ciudad durante la noche, pero que por suerte nos dio una tregua para que pudiéramos pasear y sacar fotos sin preocupaciones, llegamos a la Potsdamer Platz. Allí quedan unos restos del Muro de Berlín con unos carteles explicativos para recordar a propios y visitantes, muchos de ellos muy jóvenes, lo que esa vergüenza supuso para los ciudadanos y sus familias.

Por muchas calles puede verse, integrada en el pavimento, una línea y unas lápidas empotradas en el suelo que señalan por dónde transcurría el Muro antes de 1989. Es difícil imaginar lo que aquello supuso, pero a la vez resulta evidente que los berlineses han asumido su triste historia y, sin pretender obviarla ni torturarse por aquello, desean cerrar para siempre ese capítulo y pasar página. Olvidar la historia, dijo el filósofo español Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana, es condenarse a repetirla y ellos no lo desean de ninguna manera.

Es muy grato comprobar cómo la ciudad está adornada por multitud de artísticos murales, monumentos y esculturas que evidencian la intensa vida cultural que allí se desarrolla. Se mire a dónde se mire, grandes espacios abiertos y arbolados llenan el paisaje urbano. Resulta también difícil de imaginar que todos esos grandes edificios, de estilo grecorromano, fueran reducidos en su inmensa mayoría a escombros por los bombardeos de la II Guerra Mundial. Todo se ha ido reconstruyendo con la mayor fidelidad posible a como eran antaño. Grandes esculturas con temas mitológicos los adornan. Se tiene la sensación de que en cualquier momento las walkirias y los nibelungos wagnerianos lanzarán sus lanzas y flechas sobre los transeúntes...

Berlín es una ciudad en obras, se ven las maquinarias y grúas de construcción por doquier. Pero, eso sí, muchas de las vallas que delimitan la zona en construcción, están bellamente adornadas con artísticos grafitis callejeros que bien merece la pena pararse a admirarlos. Un buen amigo alemán que tengo en Gran Canaria, al decirle esto de que la capital alemana estaba toda ella en obras, me contó entre risas que cuando a su abuelo le comentaban la belleza de Munich donde había nacido, otra ciudad inmersa en obras de reconstrucción, decía sonriendo: “sí, es verdad, será muy bonita cuando la terminen”...

Ese tipo de fino humor tuvo ocasión de comprobarlo Ronald Reagan cuando visitó Berlín en compañía de Gorbachov y pudo ver los logros de los berlineses y su resistencia al comunismo de la RDA, que los soviéticos no contaron con un “Berliner Herz, Berliner Humor, ja, und Berliner Schnauze”. Frase que puede ser traducida como un “corazón berlinés, un humor berlinés y, sí, un Schnauze berlinés”, (siendo Schuze, según el diccionario palabra informal para señalar un humor verbal o actitud propia de los habitantes de la ciudad de Berlín, caracterizada por ser franca, carente de cortesía y utilizando humor grosero).

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