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De la Kristallnacht a la caída del Muro

Hechos inolvidables en un 9 de noviembre

Berlín

De la Kristallnacht a la caída del Muro

(Hechos inolvidables en un 9 de noviembre)

José Fco. Fernández Belda

Dos fechas y dos eventos cruciales marcaron la vida de Berlín y del mundo en el siglo XX: el 9 de noviembre de 1938 y el 9 de noviembre de 1989. Aunque los grandes hechos históricos suceden en un día concreto, su génesis o su conclusión en esa fecha obedecen a un más o menos largo proceso durante el cual, la sociedad civil va siendo manipulada en unos casos o acaba despertando de una pesadilla en otros. En esta ocasión, en el año 1938 se hace patente al mundo el inicio del horror nazi con la Kristallnacht. Y en 1989, el fin de la pesadilla comunista de la RDA, República Democrática Alemana. Dos regímenes totalitarios, el nazi y el comunista, unidos en la historia y recordados cada 9 de noviembre.

Tal como señala la Wikipedia, “la noche de los cristales rotos o en alemán Kristallnacht, fue una serie de linchamientos y ataques combinados ocurridos en la Alemania nazi, también en Austria, durante la noche del 9 al 10 de noviembre de 1938 y llevado a cabo contra ciudadanos judíos por las tropas de asalto de las SA junto con la población civil, mientras las autoridades alemanas observaban sin intervenir, siendo así el mayor pogromo en la historia”. Un pogromo, palabra de origen ruso con el significado de devastación, es el linchamiento multitudinario, espontáneo o premeditado, hacia un grupo particular, étnico, religioso u otro, acompañado de la destrucción o el expolio de sus bienes (casas, tiendas, centros religiosos, etcétera). Un ejemplo cinematográfico del dolor que genera en las víctimas inocentes un pogromo puede verse en “El violinista en el tejado”, ambientado en tiempos de la revolución rusa, aunque esté tratado como una comedia musical.

Esta situación de violencia extrema contra los judíos y contra los opositores al régimen nazi encuentra su antecedente en la quema pública de libros de aquellos autores que habían sido condenados al ostracismo por considerarlos “peligrosos”, iniciada el 10 de mayo de 1933 en la Plaza de la Ópera de Berlín y en otras 21 ciudades universitarias, protagonizada por estudiantes, profesores y miembros del Partido Nazi. Hoy pueden verse comportamientos similares de algunos gobiernos utilizando empresas verificadoras afines a su ideología para censurar en las redes sociales las opiniones discrepantes, culpando además a las víctimas de incitar a cometer delitos de odio. Llegan algunos periódicos a no informar de publicaciones de gran éxito de ventas por no ser de su cuerda, forma aparentemente mas civilizada y taimada de censurar que la de decretar directamente la destrucción de sus libros.

Acabada la II Guerra Mundial, como es de sobra conocido, Alemania fue dividida en dos partes, la RFA tutelada por los Aliados y la RDA bajo estricto control soviético. Aunque las fronteras se establecieron con claridad, al principio hubo cierta permeabilidad. Un ejemplo de ello puede verse en la gran película “El tercer hombre”, cuyo argumento trata del mercado negro de bienes de primera necesidad en Viena, ciudad que al igual que Berlín estaba dividida en cuatro sectores controlados cada uno por una de las fuerzas de ocupación: norteamericana, británica, francesa y soviética.

Con la llegada de la Guerra Fría y la reconstrucción de Berlín tras la gran devastación bélica, las diferencias entre los modelos capitalista y comunista se fueron haciendo evidentes. La población de la parte soviética envidiaba de forma más o menos abierta el bienestar creciente de los berlineses occidentales y deseaban vivir en esa zona huyendo del paraíso que el comunismo les prometía al tiempo que les negaba. Para impedir el éxodo masivo, Erich Honecker, como secretario del Comité Central, fue responsable de la planificación y construcción del Muro de Berlín, que se levantó de forma sorpresiva el 13 de agosto de 1961, dividiendo la ciudad en dos partes separadas por una cicatriz de 45 km de longitud.

Este muro era denominado en la RDA “Muro de Protección Antifascista”, y se justificaba con el bulo de que servía para evitar las agresiones occidentales siempre dispuestas a sabotear los logros comunistas a la vez que impedía la “fuga de cerebros”. Sin embargo, los medios de comunicación y parte de la opinión pública occidental, lo tildaron como lo que realmente era: “Muro de la Vergüenza”. Lo mas penoso de esta situación, desde el punto de vista humano, fue comprobar cómo los intelectuales comunistas europeos justificaron lo que, sin lugar a dudas, era una tragedia para la población, que se vio dividida y las familias desmembradas. Aún hoy en día hay tertulianos en ciertas televisiones que justifican tamaño atropello en aras de una utópica autodefensa frente al capitalismo agresor contra un pacífico comunismo, tan pacífico que generó más de 100 millones de muertos con la hoz y el martillo.

Tras una serie de acontecimientos que tienen su origen en la “Perestroika” puesta en marcha por Mijaíl Gorvachov, en la noche del 9 de noviembre de 1989, ¡cayó el Muro de Berlín! Eso fue celebrado en todo el mundo libre y abrió una puerta de esperanza para que los países comunistas recobraran su libertad. Algunos lo lograron, otros aún esperan algo que, más pronto que tarde, deberá suceder.

El proceso desencadenado en Berlín condujo a que el 3 de octubre de 1990, siendo Canciller Federal de Alemania Helmut Kohl, se producía la reunificación de Alemania por incorporación de la moribunda República Democrática Alemana a la República Federal, en cuyo territorio se instauraba la democracia parlamentaria de occidente y se abandonaba el totalitarismo comunista. Este proceso de reunificación fue clave para la caída de los regímenes que sometían a los países situados tras el llamado “Telón de Acero”, y que acabaría con la desintegración de la propia Unión Soviética en 1991.

Por todo ello estos dos 9 de noviembre, uno en el año 1938 y otro en el 1989, quedarán marcados para siempre en el camino hacia la libertad de los pueblos y sus gentes, pues señalan el inicio y el ocaso de los dos totalitarismos más criminales del siglo XX: el nazismo y el comunismo. La capital de la Alemania reunificada aprendió de errores del pasado y hoy vuelve a ser una de las capitales mundiales de la cultura y la creatividad. Por eso sólo me cabe añadir ¡feliz aniversario, feliz 9 de noviembre, Berlín!

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