En un comunicado oficial, el ministro de Inmigración, Alex Hawke, explica que cancela el visado de Novak Djokovic «por razones de salud y buen orden, sobre la base de que hacerlo era de interés público».
Djokovic no podrá defender su título en el Open de Australia en una serie de consecuencias que no quedan ahí. La decisión de deportarle de territorio aussie le deja sin la posibilidad de defender el número uno del ranking ATP, que podría cambiar de manos 354 semanas después si Daniil Medvedev se hace con el título en Melbourne Park. Nole tampoco podrá hacerse con su vigésimo primer título de Grand Slam, que le hubiera servido para convertirse en el mejor tenista de la historia. Ese privilegio, también por ausencia de Federer, queda reservado este enero para Rafael Nadal, ante una gran oportunidad.
El pago del histórico tenista serbio está a la altura de un escándalo de dimensiones extraordinarias. Más allá de lo deportivo, la revocación de su visado le implica un veto de tres años en los que no podrá acceder a Australia salvo circunstancia excepcional, en la que además podría requerírsele la pauta de vacunación completa.
Además, la imagen de Novak queda para muchos manchada después de las informaciones que circulan sobre las explicaciones, dudosas, sobre los motivos de concesión de su exención médica para participar en el primer Grand Slam del año y que incluyen un supuesto positivo del 16 de diciembre y la participación en actos públicos sin mascarilla en los días posteriores.