Salud

¿Sabes diferenciar el hambre física del hambre emocional?

Canarias Noticias - 05/06/2025
/ Pexels

 

Comer es una necesidad básica, pero también una de las formas más comunes de gestionar nuestras emociones. No siempre comemos porque tenemos hambre: a veces lo hacemos por tristeza, aburrimiento o estrés. Este tipo de alimentación no responde a una necesidad fisiológica, sino emocional, y puede llevar a una relación poco saludable con la comida si no somos capaces de identificarla. Aprender a diferenciar el hambre física del hambre emocional es el primer paso para desarrollar una relación más sana con la alimentación. 

Qué es el hambre física

El hambre física es una señal natural del cuerpo. Aparece de forma gradual, unas horas después de haber comido y se percibe en el estómago (vacío, rugidos, ligeras molestias).

Este tipo de hambre puede calmarse con cualquier alimento. Además, al comer, sentimos saciedad progresiva y dejamos de comer cuando estamos satisfechos.

Qué es el hambre emocional

El hambre emocional, en cambio, no nace del estómago, sino de la mente. Aparece de forma repentina y suele generar un antojo específico por alimentos ricos en azúcares, grasas o sal, como dulces o snacks.

Este impulso busca una gratificación inmediata. Al hacerlo, puede provocar una sensación momentánea de alivio, seguida a menudo de culpa, malestar físico o remordimiento. En muchos casos, esta dinámica puede convertirse en un patrón repetitivo difícil de romper.

Cómo distinguirlas

Aunque a veces pueden confundirse, existen señales que pueden ayudarte a saber si estás sintiendo hambre física o emocional:

             Velocidad de aparición: el hambre emocional es repentina; el hambre física crece de forma gradual.

             Tipo de comida que deseas: si solo te apetece algo muy concreto (chocolate, pizza), es probable que sea emocional.

             Nivel de saciedad: con hambre física, te sientes satisfecho al comer. Con la emocional, puedes seguir comiendo sin control.

             Estado de ánimo previo: si estás triste o frustrado justo antes de comer, puede que no tengas hambre real.

             Sensación posterior: el hambre emocional suele dejar rastro de culpa o malestar; la física, no.

Qué hacer si comes por emociones

Es importante no culparse si uno se da cuenta de que recurre a la comida como forma de gestión emocional. Lo esencial es observarse sin juicio y buscar herramientas que permitan identificar y canalizar esas emociones de otra manera.

Algunas recomendaciones útiles:

             Llevar un diario de emociones y comidas para detectar patrones.

             Buscar otras vías de consuelo o descarga: hablar con alguien, dar un paseo, escribir, meditar.

             Establecer horarios regulares de comida para evitar la confusión entre hambre real y ansiedad.

             Prestar atención al momento de comer: hacerlo sin pantallas, saboreando y escuchando al cuerpo.

En casos en los que la alimentación emocional se vuelve recurrente, se recurre a atracones o se siente pérdida de control, es aconsejable buscar apoyo profesional. Contar con una terapeuta para tratar el comer emocional puede marcar la diferencia. Este tipo de acompañamiento permite identificar el origen de las emociones que desencadenan el comportamiento, y ofrece herramientas para regularlo de forma más saludable.

Comer con consciencia

Comer no debería ser una lucha, sino una forma de cuidar nuestro cuerpo y también nuestras emociones. Aprender a escuchar lo que sentimos, sin reprimirlo ni taparlo con comida, es un proceso que requiere tiempo y paciencia. Pero dar ese primer paso ya es un acto de autocuidado.