Tengo en el depósito de mi ordenador un supuesto contrato de maestras de 1.923. Ha estado reposando años, no sabiendo si debería hacer un artículo o no.
Me parece difícil y duro de entender o aceptar que este documento sea cierto o sea verdadero, o en qué medida es cierto o es verdadero. O, si lo es, o fue, solo en algún pueblo o alguna provincia, o solo fue un contrato que duró unos meses. Lo cierto es que he buscado en Internet, y, vienen varias entradas y copias a dicho contrato igual al que dispongo en el cerebro de mi ordenador.
Como todo contrato tiene una introducción, para indicar nombre y fecha… y, después una serie de normas. El que dispongo tiene catorce puntos. Creo que me veo obligado a escribir textualmente algunos puntos:
“1. No casarse. Este contrato queda automáticamente anulado y sin efecto si la maestra se casa.
[…]
- No pasearse por las heladerías del centro de la ciudad.
[…]
- No vestir ropas de colores brillantes.
- No teñirse el pelo.
[…]
- No usar polvos faciales, no maquillarse, ni pintarse los labios”.
Es obvio que existen otras normas, que ustedes pueden consultar en Internet. Pero si quiero señalar algunos detalles. Hoy, todo el mundo habla de la enseñanza y de la educación y del aprendizaje, como en el Apolo IX u XI, todo el mundo tiene solución y respuesta a este tema, que es en sí, sencillo y complejo. Por tanto, unos como padres, otros como abuelos, la administración, los profesores y maestros, los sistemas políticos, etc. Todo el mundo puede indicar algo ante este tema. Y, olvidamos que aunque todos sabemos algo de todo o de casi todo. Es obvio y evidente, que no todos saben o sabemos arreglar un grifo, criar un tomate, hacer un pan bien hecho, curar un hueso, y, desde luego el enseñar y el aprendizaje de materias y contenidos y valores, a diez personas o veinte o más en un aula…
No digo que los padres no tengan que tener una presencia importante en la enseñanza y en la educación. Pero también es cierto que quizás, en otras entidades sociales, no se ha dejado a los contribuyentes y a los afectados tanto poder y tanta presencia como en la enseñanza –no se ha dado en el sistema sanitario, por ejemplo, y, en otras entidades sociales y de todo tipo, que existen en la sociedad-. Lo cual este detalle es importante. Porque todos sabemos de todo, pero no todos sabemos lo mismo. Ni todos hemos estudiado de todo. Porque una cosa es tener ideas, e ideas tenemos todos de casi todo. Y, otra es saber hacer un botijo, que no lo sabe todo el mundo…
Si nos fijamos este supuesto e hipotético contrato de 1923, aplicado a la mujer, si es que es cierto. Le impone una serie de normas y de reglas. Me pregunto, si para los varones y para los hombres era igual. También hay que analizar este supuesto o hipotético contrato, si es cierto, ha pasado ya un siglo. Si cada generación se le pone una cifra de veinticinco años. Ha pasado cuatro generaciones. Lo que nos lleva a pensar que en cuatro generaciones la sociedad, y, en concreto en la enseñanza ha cambiado y ha dado saltos enormes. Y, casi todos para el bien y para mejoría.
Cuándo tantas personas hablan con tanto pesimismo de cualquier campo, véase la sanidad, véase la enseñanza, véase los sistemas de seguridad social, véase la higiene pública y privada, y, decenas y de decenas de campos y de áreas. No somos conscientes de cómo la humanidad, especialmente Europa, lo que ha avanzado en cien años. Estamos hablando de un contrato que refleja una realidad de hace cien años…
Pero también podemos observar este contrato a la luz de hace un siglo. Las mujeres maestras que empezaron a trabajar, fuera de casa, con un sueldo público, sea otorgado por un municipio o sea por el sistema educativo del momento. Este es un paso enorme. Es un paso enorme en su tiempo de la presencia de la mujer como persona que podía y podría tener un salario, por tanto, una autonomía, una independencia. Un estar fuera de su casa y vivir y sobrevivir.
Por esta época si mi memoria no me falla, ya empezaron a asistir mujeres a la universidad, aunque en número reducido, en España, por estas fechas, ya comenzaron mujeres a empezar doctorados. Pero esto es curioso no solo en España era singular, sino en toda Europa, se habla que Edith Stein, que es ahora santa mártir, patrona de Europa, judía de origen, fue la primera mujer, si mi memoria no me falla, que empezó un doctorado de Filosofía en Alemania por estas fechas…
Ya, ya sabemos que el mundo se puede ver como un vaso medio lleno o medio vacío. Pero deberíamos tener más optimismo. Ver y percibir lo que en un siglo la sociedad ha avanzado, casi todo o en casi todos los factores, no en todos, para en casi todos para mayor bien y mayor verdad y mayor sentido común y mayor prudencia… De aquellas cientos de maestras, no sé, cuántas habría en España, en 1923 hemos pasado hoy a cientos de miles, entre todos los niveles de Enseñanza –infantil, primaria, secundaria, universidad, y, sistema particulares y privados de enseñanza-.
Te encuentras tantas personas, siempre quejándose negativamente de una cosa y de otra. Y, es cierto que todo debe mejorar y perfeccionarse, pero si compara como está ese factor o ese hecho o ese dato, hoy con la vida de su abuelo o bisabuelo. Nos daremos cuenta, que quizás, aunque todo haya que perfeccionarse, no hay que ser tan pesimista. Porque parece que ha entrado una oleada de pesimismo en la sociedad, en nuestra sociedad. Parece que todo el mundo tiene que quejarse, parece que la fiesta nacional es la queja constante y de casi todo. Paz y bien.