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DIEGO MARTÍNEZ BARRIO: PRESIDENTE DE LA SEGUNDA REPÚBLICA ESPAÑOLA

Diego Martínez Barrio nació en Sevilla en 1883, en el seno de una familia humilde. Era hijo de Manuel Martínez Gallardo, natural del pueblo sevillano de Utrera y de profesión jornalero, y de Ana Barrios Gutiérrez, nacida en la localidad gaditana de Bornos. Su familia por parte de padre era originaria de Sorbas, provincia de Almería.

En sus memorias, escribió: “Mi infancia no conoció otras alegrías que las inevitables de la edad, entreveradas con escaseces que, después de la muerte de mi madre, se convirtieron en miserias”.

A temprana edad, Diego Martínez Barrio inicio su actividad como tipógrafo y periodista y se afilió a la Juventud Republicana de Sevilla y al Partido Republicano Radical. Desde 1901, comenzó a publicar artículos en diferentes diarios y semanarios como El Noticiero Obrero, Tierra y Libertad, ¡Justicia! y El Proletario. Fundó también el semanario Trabajo, después titulado Humanidad.

En 1910, inició su carrera política, siendo elegido concejal del Ayuntamiento de Sevilla, cargo en el que se mantuvo durante más de una década. Y, en ese mismo año, fundó el diario El Pueblo. En 1917, contrajo matrimonio con Carmen Baset Florindo, con la que no tuvo descendencia.

En 1923, Martínez Barrio se presentó como candidato para diputado a Cortes, pero la Junta del Censo y el Tribunal Supremo anularon el resultado y designaron a dedo a Juan Ignacio Luca de Tena, hijo del fundador del diario ABC, el cual no aceptó el cargo.

Al poco tiempo, Diego Martínez Barrio fue elegido presidente del Partido Republicano Radical en la provincia de Sevilla, pasando a encabezar la oposición a la dictadura de Primo de Rivera en la capital andaluza.

El 14 de abril de 1931, fecha de la instauración de la Segunda República Española, Martínez Barrio se encontraba exiliado en Francia. Pero el 15 de abril, acompañado de Marcelino Domingo, Indalecio Prieto y Lluís Nicolau d’Olwer, regresó a España por ferrocarril. El viaje hasta llegar a Madrid fue apoteósico. Las aglomeraciones en las estaciones, el entusiasmo, eran enormes.

Nada más llegar a Madrid, el Gobierno provisional de la Segunda República Española le nombró Ministro de Comunicaciones. Y, tras las exitosas elecciones de 1933, fue nombrado Presidente del Consejo de Ministros, alcanzando también los cargos de Ministro de la Gobernación y de Ministro de Guerra.

En 1934, Diego Martínez Barrio abandonó el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux tras décadas de fidelidad por no estar de acuerdo con sus pactos con la derechista CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas). Tras ese abandono, fundó el Partido Radical Demócrata, el cual daría vida al partido Unión Republicana. En 1935, la Unión Republicana se integró en el Frente Popular junto con formaciones socialistas y comunistas, la Izquierda Republicana de Manuel Azaña, etc.

En las elecciones de febrero de 1936, en las que la Unión Republicana y el Frente Popular consiguieron un gran triunfo, Diego Martínez Barrio fue elegido diputado por Madrid e inmediatamente ocupó el cargo de presidente de las Cortes en sustitución de Santiago Alba Bonifaz, ejerciendo de manera interina la Jefatura del Estado entre el 8 de abril y el 11 de mayo de 1936.

Tras el Golpe de Estado del 18 de julio de 1936 contra la Segunda República Española, Manuel Azaña le ofreció a Martínez Barrio la difícil tarea de formar un gobierno de conciliación que pudiese evitar el inicio de una guerra. Éste lo intentó, pero no pudo. El 19 de julio, presentó su dimisión a Azaña.

Durante la Guerra Civil española (1936-1939), Diego Martínez Barrio presidió en varias ocasiones las Cortes republicanas. Y, tras la última reunión de las mismas, la que tuvo lugar en febrero de 1939 en el castillo de Figueras, cruzó a pie la frontera francesa e inició un doloroso exilio.

Martínez Barrio pasó por Francia, Cuba y finalmente México, donde presidió desde finales de 1943 la Junta Española de Liberación. La Junta, fundada en México, actuó como un gobierno provisional de la Segunda República Española en el exilio ante los Aliados.

El 17 de agosto de 1945, un centenar de diputados de las Cortes republicanas de 1936 se reunieron en el Salón de Cabildos de la Ciudad de México, designando a Diego Martínez Barrio presidente de la Segunda República Española en el exilio. La sede del gobierno republicano se ubicó primero en la Ciudad de México, trasladándose el 8 de febrero de 1946 a París, donde Martínez Barrio residió desde entonces, primero en una lujosa residencia en la Avenida Raymond Poincaré y después en un piso más modesto en las afueras de la ciudad.

Como presidente de la Segunda República Española en el exilio, Martínez Barrio estuvo al frente de varios gobiernos, encabezados por José Giral (1945-1947), Rodolfo Llopis (1947), Álvaro de Albornoz (1947 y 1947-1949), Félix Gordón (1951-1956 y 1956-1960) y Emilio Herrera (1962). La principal misión de todos ellos fue acabar con la dictadura de Franco e intentar reestablecer un régimen republicano en España.

Países como México, Yugoslavia, etc. nunca reconocieron a la dictadura franquista, considerando a Diego Martínez Barrio y sus gobiernos como los legítimos.

En 1960, falleció la mujer de Diego Martínez Barrio, Carmen Baset. A los pocos meses, contrajo matrimonio con su cuñada Blanca, “boda melancólica -escribió-, impuesta por la necesidad...”.

En sus últimas cartas, Diego Martínez Barrio envuelto en una depresión añoraba desde París su tierra natal, “los días felices de nuestra Sevilla, perdida y amada”. Y recordaba a menudo su última visita a la capital andaluza de abril de 1936, cuando en compañía del presidente de la Generalitat de Cataluña, Lluís Companys, ambos fueron aclamados por un público extasiado que gritaba vivas a la República y a Cataluña.

Diego Martínez Barrio falleció en París el 1 de enero de 1962, sin poder ver completada su máxima aspiración: el final de la dictadura de Franco y el restablecimiento de una república en España. Eran las 13.15 horas del día de Año Nuevo de 1962, cuando en la Taberne Alsacienne de la rue Vaugirard, número 235, falleció de un ataque al corazón.

Su cuerpo, de setenta y ocho años, fue cubierto con la bandera republicana y enterrado en el cementerio de Saint-Germain-en-Laye, situado a las afueras de París.

En enero del 2000, sus restos fueron trasladados a Sevilla. En su testamento, había escrito: “Pido que cuando muera se trasladen mis restos al cementerio de San Fernando de Sevilla y en él se procedan a la definitiva inhumación. Creo tener derecho a sepultura perpetua como concejal que he sido de la ciudad. Deseo que al morir se envuelva mi cuerpo en la bandera de la República. Durante mi larga vida he sido leal a la patria, a la libertad y a la república. Los servicios prestados pertenecen al juicio de la historia. Los propósitos fueron rectos y desprovistos de odio hacia el adversario. Esa ha sido y es mi tranquilidad”.

Tras el fallecimiento, los sucesores de Diego Martínez Barrio al frente de la Segunda República Española en el exilio (los presidentes Luis Jiménez de Asúa, José Maldonado González y Fernando Varela Aparicio) continuaron su labor, hasta que en 1977 finalizaron su recorrido institucional. En esa fecha, el gobierno republicano en el exilio se disolvió oficialmente, aunque sin reconocer expresamente a la monarquía que colocó en el poder Franco en 1975. Tampoco ellos pudieron ver completada la aspiración de que la república regresase a España.

Diego Martínez Barrio fue el presidente de la Segunda República Española, tanto en España como en el exilio, con una mayor duración en el cargo, al igual que el legítimo presidente de España durante varias décadas. Casi 60 años después de su muerte, permanece olvidado y prácticamente fuera de las instituciones españolas. Cuando sus restos fueron a parar al cementerio de San Fernando de Sevilla en el año 2000, ni tan siquiera se permitió que recibiese los honores que corresponden a un Jefe de Estado.

Espero que este artículo sirva para aliviar ese injusto olvido, ese mal trato institucional que en España se extiende a las grandes figuras de la Segunda República Española, y también para rescatar su memoria.

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