Casimiro Curbelo
Presidente del Cabildo de La Gomera
A veces pasa que la precipitación con la que hoy vivimos y la carga de preocupaciones y dificultades que llevamos encima, nos impide valorar en su justa medida algunas de las cosas que nos están pasando. Nos pasa como a ese ocupado trabajador que sale de su casa al alba y llega deslomado por las tardes y que un día se fija en que el arbusto que había plantado delante de su puerta se ha convertido en un gran árbol.
A poco que lo pensemos, lo que ha vivido nuestra sociedad y cómo ha reaccionado es tan extraordinario que parece un milagro. Hace dos años nuestra vida sufrió un cambio radical y enorme del que no somos completamente conscientes. Un enemigo microscópico se convirtió en una amenaza para nuestra vida. Y fue en La Gomera donde tuvimos el primer susto ante el que reaccionamos con una velocidad y una contundencia que nos parecen lógicas, pero que en aquellos momentos algunos pensaron que eran exageradas.
Recuerdo cómo los mayores le restaban importancia al virus, diciendo que ya se habían vivido enfermedades parecidas. Que la cosa no era para tanto. Y a algún experto diciendo que el coronavirus sería poco más que una gripe. La realidad es que se convirtió en pandemia y paralizó la economía y el comercio del mundo. Y nos obligó a encerrarnos en nuestras casas en un confinamiento que jamás habíamos vivido.
Del virus hemos hablado mucho, pero de la gente lo hemos hecho poco. Los ciudadanos, desde el más mayor al más pequeño, han aprendido a vivir contra el coronavirus. Hemos creado una cultura de la limpieza, de la prevención, del uso de la mascarilla, del respeto en las colas, de mantener una distancia de seguridad para proteger a la persona con la que estamos hablando y para protegernos a nosotros mismos… Todo estos cambios han sido traumáticos en muchas ocasiones para personas que habían vivido siempre con una cultura diferente, sociable, cariñosa, de besos y abrazos y cercanías. No ha sido fácil, pero lo han hecho. Se han acostumbrado a luchar silenciosa y eficazmente contra la infección.
Cuando las autoridades pedimos responsabilidad a los ciudadanos estamos siendo, hasta cierto punto, injustos. Porque si alguien ha demostrado responsabilidad ha sido una sociedad que ha tenido que cambiar drásticamente su manera de vivir. Lo que ocurre es que el esfuerzo agota y el cansancio pandémico hace que se baje la guardia en algunos casos. Y es a ellos a los que se dirige ese grito de advertencia de que no hay que bajar los brazos porque el enemigo sigue entre nosotros.
Soy de los que piensan que las mentiras tienen las patas muy cortas. Me puedo equivocar, como cualquiera, pero no me gustan los embustes. Así que tengo que decirles que el año que viene será complicado para Canarias, especialmente los primeros seis meses.
A estas alturas ya podemos afirmar que la recuperación del turismo es más lenta. Y el aumento del consumo en estas fechas no va a solucionar los problemas de la economía de las islas. Nos espera, por lo tanto, una cuesta de enero que va a ser como subir por una empinada ladera con el saco a cuestas de unas economías familiares muy castigadas por el alza de los precios. Estas fiestas familiares van a tener un saldo negativo en el aumento de contagios, en las islas, en España y en toda Europa. Y toda esta factura acumulada la vamos a pagar en el primer semestre de 2022.
Tenemos a favor que existen fondos extraordinarios que Europa ha dispuesto precisamente para superar estas dificultades. Y que hay un Gobierno en Canarias que está dispuesto a cambiar lo que sea para que esas ayudas lleguen este próximo año a la gente que más lo necesita. En esa lucha va estar Agrupación Socialista Gomera sin desfallecer.
2022. ¿Un año difícil? Puede que sí. Grandes expertos internacionales aseguran que la nueva ola pasará en unos pocos meses. Tenemos que afrontarla y superarla. Entre otras cosas, amigos y amigas, porque no nos queda otro remedio. Y porque esta vez será, estoy casi seguro, el último esfuerzo de esta sociedad que llegará a la victoria completamente agotada. Pero triunfante.