ÚLTIMA HORA

EL DOLOR, EL ESTRÉS, EL "SIN VIVIR" ACTUAL Y LA MÚSICA

                                La “artificial” vida a que hemos llegado a padecer, puesto que ya, hasta lo que nos dicen “es ecológico”, yo dudo el que lo sea. Hace ya muchos años que leí, el que en nuestro organismo ya hay “cientos” de componentes químicos que nuestros padres y abuelos no los llevaban; por lo que no me extrañaría ya nada, el que al ser humano, “lo transformen en el futuro, en algo artificial hasta tal grado, que la imaginación no puede calcular hoy”. Todo ello, pienso que ha dado lugar a “innumerables enfermedades y dolores”, que seguro, que los que aún tienen la suerte de “no haber sido civilizados” y viven en “sus selvas y desiertos”, no padecen. Es por lo que “la medicina y la farmacia son un negocio enorme, puesto que todo lo quieren curar químicamente y puede que otras medicinas sean mucho más eficaces”, entre ellas, LA MÚSICA, pero la verdadera MÚSICA. Puesto que “la música es para el alma lo que el agua es para el cuerpo”.

                                Puesto que en filosofía profunda, no es el cuerpo el que enferma, sino “el alma o espíritu”; por tanto la curación principal, debemos buscarla en hechos espirituales, que son los que eliminando las causas, eliminan los efectos de esos múltiples dolores que nos hace padecer el cuerpo. Desde hace mucho tiempo, yo suelo buscar “remedios a ese constante sufrir que padece el cuerpo humano”, en la música, en el reposo, en la admiración de las infinitas maravillas que la naturaleza nos muestra para su disfrute; y en fin, “buscando alimentos para el alma en la infinidad que de ellos, existen en nuestro alrededor”; pero el que nos los impiden ver, los que nos empujan a ese, “ir deprisa hacia ninguna parte en que nos obligan a vivir constantemente”.

                                Lo he referido más de una vez en mis artículos; el simple esperar en un lugar elegido, “la venida de cada nuevo día”, e igualmente “la marcha del cotidiano día”, con sus ruidos naturales, sus silencios calmantes, su grandeza en las inmensidades del pensamiento; todo ello, conforma “un alimento”, de paz y sosiego, que debiéramos practicar, sino cotidianamente, pero sí de forma continuada; y esto es gratuito, totalmente gratuito.

                                La cura o adquisición de fuerzas, a través de los sentimientos que nos transmite la música, es otra fuente, hoy al alcance de cualquiera, que sepa manejar un ordenador, puesto que “a través del mismo”, podemos tener siempre, la selección de esa verdadera música, que a través de sus autores o compositores, que inspirados en su momento en esas maravillas que hoy existen, supieron enviarnos esos mensajes, que no necesitan palabras, sino que son más que suficientes, con las sensaciones que transmiten sus sonidos, interpretados por verdaderos profesionales o virtuosos, que llegan a interpretar (si ello es posible) los sentimientos que el autor, sintió y quiso transmitir cuando interpretó y tomó las notas para dejarnos su legado.

                                Por todo ello, huelgan, “esos discursos o letanías particulares”, que los locutores que “administran los fondos musicales”, sacan de sus propios caletres, creyendo que enriquecen lo que los autores crearon en su momento; y lo que hacen es todo lo contrario, “enturbian o empeoran las esencias que la música transmite por sí misma, puesto que ella, no necesita palabras; y menos si en el momento en que el compositor la compuso, le dolía el estómago o el peroné”; los que nos gusta la música, nos consideramos bien servidos, oyendo al músico, no a sus intérpretes que quieren historiarnos, el porqué de aquello que presentan, ofreciéndonos discursos, que maldita la gracia y la necesidad que de ellos tenemos, los que simplemente, buscamos y queremos oír o escuchar música; y esta con el mínimo de obstrucción; y las explicaciones lo son de forma abusiva muchas veces, puesto que más que música, lo que terminas oyendo (“si no cortas la onda ya asqueado”) es, discursos sin sentido, puesto que el sentir verdadero de la música, sólo lo transmite el músico y el que sabe interpretarlo lo más fielmente que sea posible, que dudo llegue a “sus orígenes”.

                                Así es que y resumiendo; hay muchas formas de recuperarse de “todos los venenos que nos echan encima” y generalmente, los remedios, no cuestan mucho dinero, lo que verdaderamente cuestan es pensar y aplicarse, la medicina más apropiada en cada momento; y esta en general, no la venden en la botica o farmacia.

NOTAS: Entre mi selección musical, cito a la sinfonía número dos en re (1901) de Sibelius; de tal fuerza, que influyó en la independencia de los finlandeses de los zares rusos; también “La oda a la alegría” de Bethoven, interpretada en Japón, por orquesta japonesa y un coro compuesto por… ¡mil japoneses! Y pensemos, que cuando el músico la escribe, “Japón aún ni existe en el mundo occidental”; lo que demuestra por sí mismo, “la fuerza de la música”; resaltando que no a todos nos gustan iguales músicas, por lo que cada cual, que se “apañe” sus apetencias y las disfrute según su sentir, puesto que, “no hay dos seres humanos iguales”.

Antonio García Fuentes

(Escritor y filósofo)

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