Hay unos monumentos en el puerto de Veracruz en México, para conmemorar la llegada a esta ciudad de muchos emigrantes españoles. Uno de ellos, sobre un pedestal con una estatua de un hombre de mediana edad, con traje rústico, gorra y una maleta de madera en su mano derecha. Debajo la inscripción “En recuerdo de todos los emigrantes españoles que llegaron a México por este puerto, en busca de un mejor futuro y que con su trabajo han contribuido a engrandecer esta generosa y hospitalaria Gran Nación Mejicana”.
Otro monumento es un monolito rectangular con inscripciones conmemorativas del exilio republicano español. Con motivo del 70 aniversario, una señala: “En 1939 arribó a este puerto de Veracruz, procedente de Séte, Francia, el barco “Sinaia” con 1.681 exiliados españoles, cuyas aportaciones a la vida productiva, la ciencia, las artes y la cultura, contribuyeron al engrandecimiento de la nación mexicana, en ese entonces gobernada por el general Lázaro Cárdenas del Río”. Ya antes en 1937 habían llegado 464 niños, llamados de Morelia, porque fue en esta ciudad, la capital del Estado de Michoacán, donde se alojaron, para apartarlos de los horrores de la Guerra Civil española. Sus padres remitieron a las autoridades mejicanas desgarradoras cartas: "No pueden darse idea de mi sufrimiento. En un año he perdido mi casa, mi marido y estoy separada de mi hijo. He buscado por todos los medios la manera de poder ir al lado de lo que me queda del mundo: ¡Mi hijo!", escribió María Rodríguez Pacheco, madre de un niño de once años.
El viaje del Sinaia se organizó con ayuda del Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles controlado por el gobierno republicano. Luego vinieron otros como el Ipanema o el Mexique; el último fue el Nyassa, en 1942. Desembarcaron unos 25.000 exiliados republicanos. El 25 de mayo de 1939, el Sinaia zarpó con un pasaje, que duplicaba su capacidad. Iban poetas, historiadores, filósofos, dibujantes y artistas. Mas, también mineros, agricultores, ganaderos, albañiles, artesanos,... La vida a bordo fue recogida en un documento excepcional: una publicación editada en ciclostil bajo la cabecera Sinaia. En sus páginas, dirigidas por el escritor Juan Rejano, aparecen noticias relevantes de aquellos días, sobre la tierra de acogida, hondos análisis políticos y lógicas loas a Cárdenas. Y se reproduce el microcosmos del barco. De idilios surgidos en la inmensidad del Atlántico, del nacimiento de la niña Susana Sinaia Caparrós o de la vuelta a la humanidad tras abandonar los campos de concentración. Julián Atilano, entonces un chico de 12 años, tras 75 años, recuerda con tristeza: “Hubo un momento imborrable cuando pasamos por delante del Peñón de Gibraltar e íbamos a dejar definitivamente atrás España. Algunos integrantes de la Orquesta Sinfónica de Madrid que viajaban en el barco se pusieron a interpretar Suspiros de España. Ahí sentimos que no había retorno”.
El gran poeta Pedro Garfias dedicó un poema de homenaje a México y a su presidente Lázaro Cárdenas, el más bello canto jamás escrito a México: “España que perdimos, no nos pierdas; guárdanos en tu frente derrumbada, conserva a tu costado el hueco vivo de nuestra ausencia amarga que un día volveremos, más veloces, sobre la densa y poderosa espalda de este mar, con los brazos ondeantes y el latido del mar en la garganta”.
Se exilió también el gran poeta, Luis Cernuda, autor del Díptico español, del que expongo un breve fragmento, que refleja perfectamente la España que dejaron, la de Franco: "Así ocurre en tu tierra, la tierra de los muertos,/ adonde ahora todo nace muerto,/ vive muerto y muere muerto;/ pertinaz pesadilla: procesión ponderosa/ con restaurados restos y reliquias,/ a la que dan escolta hábitos y uniformes,/ en medio del silencio: todos mudos,/ desolados del desorden endémico/ que el temor, sin domarlo, así doblega."
Para la ex-rectora de la Universidad Veracruzana, Sara Ladrón de Guevara: “Franco habló del oro robado por la República, pero se le escapó que el mayor tesoro lo transportaba el Sinaia”
Cándido Marquesán