Antonio Morales Méndez
Presidente del Cabildo de Gran Canaria
Los medios de comunicación de ámbito estatal han situado en la agenda informativa diaria, de forma tozuda porque su importancia lo merece, la sequía en Cataluña o en Andalucía. Se trata de una realidad que no sólo afecta a estas dos comunidades y a algunas de las ciudades de mayor población del país, sino que nos enfrenta a un panorama desolador de cuencas hidrográficas y acuíferos al límite. La huerta europea y algunos de los humedales más importantes del mundo presentan un diagnóstico dramático que vaticina un futuro a corto plazo alarmante conforme la emergencia climática arrecia.
La crisis del agua amenaza a la salud, al desarrollo económico y a la seguridad alimentaria mundial. Una cuarta parte de la población del planeta padece escasez de agua. Más de 1300 millones de personas no tienen acceso a agua potable. El planeta está sometido a un “estrés hídrico” galopante que afecta igualmente a la naturaleza y a la biodiversidad. Distintos autores hablan de que vivimos en estos momentos en Europa la peor sequía de los últimos 500 años. Y España es uno de los territorios más afectados, como lo están siendo numerosos países donde el agua es el desafío más acuciante para el desarrollo socioeconómico y humano en general.
Se considera que existe “estrés hídrico” cuando los suministros anuales de agua en una zona o país se sitúan por debajo de los 1.700 metros cúbicos por persona y año. Por debajo de los 1.000 metros cúbicos por persona y año estaríamos ante una situación de "escasez de agua". La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) prevé que en el año 2025 unos 1.900 millones de personas vivirán en países o regiones que se enfrentan a una escasez absoluta de agua y dos tercios de la población mundial podrían estar en una situación de estrés hídrico. Desde hace décadas hemos escuchado a geoestrategas advertir que el agua será la causa de las mayores migraciones y conflictos entre países. Lo estamos viviendo. Y se manifiesta de manera muy sensible
Y la pregunta que deberíamos hacernos todos los grancanarios y grancanarias es ¿cómo hemos podido sobrevivir en una isla con los recursos subterráneos sobreexplotados y con una escasez de lluvia que se repite cada año? La situación es grave. De nuestras grandes presas, el caudal almacenado tiene un nivel muy bajo en Gambuesa (53%) y El Mulato (40%), que hacen que en el conjunto se sitúe la capacidad en el 14%. Pero, si añadimos la presa de Soria apenas alcanzamos el 6% del volumen del que podríamos disponer.
Estos datos son desoladores y se han acrecentado en los últimos años aunque la sequía ha estado presente entre nosotros desde al menos la segunda mitad del siglo XX. Tristemente forman parte de nuestra memoria. Una realidad endémica en un territorio que cuenta con el mayor número de pozos y galerías por kilómetro cuadrado y también con la mayor densidad de grandes presas del mundo.
Esto último nos reafirma en la visión de futuro que tuvieron los responsables del Cabildo desde hace más de medio siglo, cuando elaboraron los primeros estudios y planes hidrológicos. Gracias a su empeño, hoy disponemos de 8 grandes presas que pueden garantizar el agua durante un importante periodo de tiempo. Sólo el volumen de la presa de Soria cubre esas necesidades durante seis meses. Junto a las demás presas (El Mulato, Gambuesa, Ayagaures, Candelaria, Chira, Fataga y El Vaquero) dispondríamos de agua para cubrir todas las necesidades de la isla a lo largo de nueve meses.
No olvidemos que para hacer frente a esa situación también fuimos uno de los lugares pioneros en la desalación de agua del mar, una producción industrial que nos ha permitido disfrutar de un abastecimiento estable sin depender de los inciertos periodos de lluvia.
Se ha logrado la estabilidad del suministro a las poblaciones y un volumen de agua regenerada importante que nos permite garantizar el agua para el sector primario. Y eso tiene un coste. Los sistemas de desalación por ósmosis o los de depuración y reutilización consumen mucha energía y, por tanto, enormes cantidades de combustibles fósiles. Por ello pusimos en marcha el plan Renovagua para la integración de energías renovables en los procesos de desalación, con el objetivo de reducir en un 40% el uso de energías convencionales en la producción y distribución de agua. Y se ha avanzado muchísimo en desaladoras como las del Sureste, Arucas, Las Palmas de Gran Canaria, etc.
Renovando el espíritu visionario de quienes hace 60 años planificaron los instrumentos para proveernos de agua, hemos invertido 2,2 millones de euros en el proyecto “Aquagran” un sistema de alta tecnología que nos permitirá obtener y gestionar datos de las infraestructuras del Consejo Insular de Aguas, que monitoriza 431 puntos y puede recoger información de hasta un millar de sensores en las instalaciones hidráulicas del Cabildo. Eso permitirá conocer en tiempo real las cantidades de lluvia, el nivel de las presas, las averías en la red o la calidad del agua de las desaladoras y depuradoras. Además de aumentar la eficiencia de la red y minimizar las pérdidas, nos proporcionará un gran flujo de datos de enorme valor para asegurar el suministro de agua en el futuro y adaptarnos a los diversos escenarios.
Por la frecuencia de periodos secos que se han venido registrando en esta isla desde tiempos inmemoriales, desde hace ya más de 30 años los principales sistemas de abastecimiento en la isla -sobre todo en su franja costera, donde se acumula gran parte de la población-, se nutren de aguas desaladas. Esto ha llevado a que, en la actualidad, el 86% de los recursos destinados a cubrir las necesidades de abastecimiento de la población sean recursos no convencionales, en este caso aguas desaladas, hasta un volumen total anual de unos 66 Hm3.
No ocurre lo mismo, no obstante, con los ámbitos de medianías y cumbres, en los que los sistemas de abastecimiento dependen de los recursos convencionales subterráneos que se deben de mantener en la zona para garantizar la supervivencia de la población y los usos y costumbres tradicionales.
La agricultura se ha visto también gravemente afectada. La práctica ausencia de agua superficial en algunas cuencas está intentando ser paliada, en parte, con el trasvase hacia el sur de aguas de producción industrial, procedentes sobre todo de la planta de tratamiento terciario de Barranco Seco. En este sentido, el incremento inmediato de capacidades de producción de agua industrial empieza a convertirse en una necesidad imperiosa. Tenemos que ser muy firmes en la consecución de la regeneración del cien por cien de nuestras aguas residuales.
La planificación hidrológica de Gran Canaria ya prevé un incremento importante en la capacidad de producción de dos de los centros principales de producción que se vinculan a la actividad agraria, la planta desaladora de Arucas-Moya y el Terciario de Barranco Seco, además de otros terciarios de menor entidad. Es la manera de desarrollar una política de garantía y flexibilidad que nos permitirá hacer frente al avance de la desertización.
Gran Canaria vuelve a innovar y a ser pionera, como lo fue en desalación, con un proyecto clave como Salto de Chira. El almacenamiento energético para la penetración de las renovables y la disponibilidad de 750.000 m3 de agua anual para el sector primario (el equivalente al volumen que almacena la presa del Mulato), supondrán un cambio de modelo de gestión del agua en la isla, en beneficio de los agricultores de cumbres y medianías.
El Cabildo de Gran Canaria es hoy el mayor productor de agua para el sector primario, al que distribuimos 11 millones de metros cúbicos al año, de los que el 55% es agua regenerada y el resto, desalada. Desde El Fondillo parte la práctica totalidad de esos recursos necesarios para el conjunto del territorio insular, 9 millones de metros cúbicos. En estos momentos, estamos a un 50% y tenemos que conseguir que, en los próximos años, el cien por cien de las aguas regeneradas se puedan utilizar para el sector primario y para otros usos, como jardines y otras actividades.
Para ello, hemos puesto en marcha la ampliación y mejora de la EDAR de Barranco Seco, que cuenta con un presupuesto estimado de 36 millones de euros. El proyecto ya está redactado y pendiente de su revisión y del inicio de los trámites de autorización. Y, por último, se está finalizando el proyecto de la Planta de tratamiento terciario de la EDAR de Barranco Seco, en la que se invertirán otros 20 millones de euros.
Por todo esto no tenemos los agobios que presenta en estos días la España peninsular en los que Cataluña y Andalucía anuncian el diseño de una propuesta para traer agua potable en barcos desde otros territorios. Vimos venir el problema y actuamos en consecuencia y con la suficiente antelación. Sin embargo esto no puede servir de excusa al Gobierno central para dejar a nuestro sector primario a la cola en la distribución de recursos para la compensación de las dificultades debidas a la sequía y a la guerra de Ucrania. Una decisión injusta, profundamente arbitraria.
El futuro, incierto y amenazante para un territorio aislado como Gran Canaria, pasa por conseguir la soberanía energética e hídrica, dando respuesta a nuestras mayores vulnerabilidades. Y nuestro proyecto de isla va dirigido a alcanzar esos objetivos.
Antonio Morales Méndez
Presidente del Cabildo de Gran Canaria