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LAS VACACIONES, UN DERECHO Y UNA NECESIDAD

Todos tienen derecho a unas vacaciones dignas. Su reconocimiento,
está en nuestra Constitución (art. 40.2), y está regulado por el art.
38 del Estatuto de los Trabajadores (E.T.). Pero  no todo las tienen:
algunos, por injusticia ajena o por motivos familiares, e, incluso,
por la propia ambición o por irresponsabilidad consigo mismo.

Las vacaciones responden a la necesidad de cambiar de actividad
durante un tiempo, de relajarse y evitar el estrés que se acumula
durante largas o intensas  jornadas de trabajo físico o psíquico. Son
una necesidad sicológica y social, y son convenientes, también,  desde
el punto de vista físico y hasta espiritual. En vacaciones, se suele
dormir más, se serena la mente, se pasea, se fortalecen los lazos
afectivos con la familia y amigos, y se pueden hacer proyectos. Cuando
no se disfrutan, esto puede pasar factura. Cada vez son más los
jóvenes que aprovechan sus vacaciones para  alguna actividad de
voluntariado, que suele  traducirse en alegría y mayor plenitud. En
vacaciones, también se debe incrementar la relación con Dios mediante
la oración. ¿Por qué no debemos olvidarnos de Dios? No darle culto,
supone un desacato y una injusticia con quien es nuestro Creador, y es
señal de tener un espíritu irreflexivo, raquítico  e ingrato. A Él  le
debemos la vida, que hemos de cuidar con gratitud, y hasta el aire que
respiramos y el agua que bebemos. Dios es el Amor, y se merece que le
devolvamos amor. No hace acepción de personas, y siempre está
dispuesto a perdonar, porque es  Padre Misericordioso. ¿Y la
condenación eterna? Se condenan, a sí mismos, los que, por su
soberbia,  se obstinan en el mal y no piden perdón ni se arrepienten,
y los inmisericordes, cuya falta de misericordia con el prójimo les
conduce a la perdición.

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