ÚLTIMA HORA

LOS MENSAJES Y SUS ICONOS

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Aún calientes los cadáveres de unos y sufriendo en las camas de los hospitales las otras víctimas, muchas ciudades del España y del mundo, se solidarizaron con el inmenso dolor de Barcelona, perpetrado una vez más por el terrorismo islamista. Como muy bien denunció Oriana Falaci en sus dos obras “La rabia y el orgullo” y “La fuerza de la razón”, fue aquel fatídico 11-S de 2001, cuando el terrorismo islamista declaró la guerra abierta al infiel Occidente. Y Occidente se está acobardando, por más que unos insensatos griten “No tinc por”, cuando sí debieran obviamente tenerlo y sobreponerse gritando “Pero les venceremos”.

Ya antes Al Fatah, el grupo terrorista comandado por Yaser Arafat, había ensayado la técnica de asesinar civiles inocentes en Munich, con las bombas en aviones o con el secuestro del barco Achille Lauro, por poner sólo unos pocos ejemplos. En España, la banda terrorista ETA se enorgullecía de dejar su huella asesina en un reguero de sangre inocente. Como rechazo a la marginación de las víctimas, Gabriel Moris acuñó cuando el 11-M madrileño, la frase que resume la memoria, la dignidad y la justicia: “no olvidar lo inolvidable”.

En muchas ciudades se han iluminado edificios singulares con los colores de las banderas nacionales de los países que sufrieron la lacra islamista. En París, la Torre Eiffel se tiñó con el azul, blanco y rojo de la enseña gala, al igual que en otras ciudades del medio mundo que se horrorizó con aquellas muertes sin sentido. Cuando las masacres en Londres, el mundo lloró con los colores del Reino Unido. Ni en uno u otro caso, a nadie con un mínimo de sentido común y dignidad se le ocurrió usar la bandera de París o la enseña de Londres, iluminaron su dolor y solidaridad con los colores de las banderas nacionales, de Francia y del Reino Unido.

Cuando el horror islamista volvió a atacar a España en Barcelona, los colores de la solidaridad fueron objeto de controversia desde el primer momento. El Faro de Maspalomas, por ejemplo, no se iluminó con la bandera de España, la roja y gualda, se iluminó con otras dos distintas. Una fue la Senyera, la cuatribarrada del Reino de Aragón. La otra, la bandería de los independentistas: la estelada. Al parecer la iniciativa de iluminar el Faro partió del Cabildo de Gran Canaria y al menos les hemos de agradecer a sus dirigentes que no nos humillaran un poco más poniendo la estrellita de color rojo, que en la estelada significa el independentismo comunista. Si fue por error, alguien debe asumir la responsabilidad. Si fue un político el que lo ordenó, su cese inmediato por politizar las muertes de tantos inocentes.

La bandera que debería haber iluminado el Faro y ondeado en la sede del Gobierno de Canarias, debiera haber sido la española y, en segundo lugar, la Senyera. Así se hizo en muchas ciudades del mundo sensibles con el dolor de casi todos los españoles. Pero como la política todo lo pudre y muchos políticos vienen ya podridos de sus partidos sectarios, un independentista catalán le recriminó a Bosnia que el célebre Puente de Mostar se iluminara con los colores de España y no con la enseña catalana, sin especificar si se refería a la cuatribarrada o a una de las dos esteladas. ¡Qué vergüenza ajena! ¡Qué casta política!

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