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Naufragio del régimen RUP (I

Naufragio del régimen RUP (I)

Poco más de un cuarto de siglo después de la plena integración de Canarias en el mercado interior comunitario en 1991, tras decisión del Parlamento canario de diciembre de 1989, hora es ya de hacer balance sobre las consecuencias que ha tenido la misma para nuestro desarrollo económico y social. Balance que, como veremos, ha sido claramente deficitario, sobre todo, para nuestros sectores agrario e industrial y el bienestar de amplios sectores de nuestra población.

Ahora conocemos empíricamente las consecuencias de aquélla decisión, por lo demás ilegítima, al haberse adoptado de espaldas a la ciudadanía, que no fue consultada ante lo que venía a significar la renuncia a nuestros fueros históricos. Algo para lo que no tenían mandato popular las diputadas y diputados de aquélla II Legislatura autonómica que votaron a su favor, cuyos partidos no se habían atrevido a proponer tal renuncia en sus programas electorales de 1987.

Y no nos estamos refiriendo sólo a la desaparición de las franquicias administrativas, aduaneras y fiscales sobre el consumo, compatibles con impuestos y aranceles de administraciones locales, ayuntamientos y cabildos, destinados tanto a nutrir sus presupuestos como a defender nuestras producciones; sino, lo que es más importante, a perder la facultad que teníamos de diseñar nuestro propio modelo de desarrollo auto centrado, autónomo respecto del estatal y en función de nuestras verdaderas potencialidades, en el marco geoestratégico que nos ha tocado vivir. Un valioso patrimonio foral que fue dilapidado miserablemente.

Un lustro de integración parcial en la CEE

A Canarias la habían integrado de forma parcial en la CEE cuatro años antes, aunque sin recoger el Protocolo de adhesión todas sus aspiraciones, motivo por el cual el Parlamento canario lo rechazara mayoritariamente en su pronunciamiento previo, de junio de 1985, preceptivo sí, pero nada vinculante para el Estado como sabemos.

Aún así, nos mantuvimos fuera de la Unión Aduanera (UE) -como lo estábamos respecto del cinturón aduanero español desde 1852- y de algunas políticas comunes como la Política Agrícola Común (PAC) y la de pesca, lo mismo que de la Política Comercial Común (PCC), conservando el libre acceso a la CEE de nuestras exportaciones hortícolas dentro del calendario y los contingentes tradicionales , así como la reserva de mercado español para el plátano hasta 1996, en tanto se negociaran otras medidas de protección frente a la banana americana; nuestras exportaciones industriales conservaron las generosas normas de origen que tenían para el territorio español, ampliándolas a toda la CEE; los subsectores de auto abastecimiento agrario e industrial mantenían cierta protección frente a las importaciones y, algo que se olvida con demasiada frecuencia, disfrutando

del pleno acceso a los fondos estructurales como el FEDER, el FSE y el FEOGA-Orientación, insistimos, manteniéndonos fuera del mercado interior.

Triste balance de un cuarto de siglo de plena integración

El balance de la plena integración en la UA, la PAC y la PCC, ha representado muy mal negocio para nuestros sectores agrario e industrial, excepción hecha del platanero, con características de una estafa en toda regla.

Recordemos, llegados a este punto, que el principal argumento de los plena integracionistas, por aquéllas fechas, fue precisamente el de la supuesta necesidad de salvar el sector agrario. Argumento convertido hoy en amargo sarcasmo.

Según la Consejería de Agricultura y el ISTAC, la superficie agrícola cultivada en 2017 era de 37.040 Hectáreas (Ha), descendiendo un 40% respecto de las 61.627 Ha de 1986. Pero la superficie de regadío descendió casi a la mitad, desde las 35.645Ha de 1986 a las 18.979 Ha de 2017.

En el subsector exportador, el platanero ha mantenido a duras penas su marca de 1986, descendiendo un 8.5%, hasta las 330.700 Toneladas (TM) de 2015. Pero el tomatero ha sufrido una auténtica debacle, descendiendo en dos terceras partes desde las 175.715 TM de la campaña 1985/86 hasta las 58.700 TM de la 2015/16. Otras hortalizas, flores y plantas ornamentales, siguieron la misma pauta.

El subsector de auto abastecimiento presenta un panorama tan desolador como el exportador hortícola. Un cultivo como la papa, integrante tradicional emblemático del paisaje de medianías, se ha derrumbado en un 62% desde las 161.539 TM de 1986 hasta las 61.385 TM de 2016, con relevante impacto en el retroceso del medio rural, al disminuir su superficie en un 70%, desde las 15.000 Ha de 1986 a las 4.500 Ha actuales.

A excepción de una especie sin competencia a nivel europeo como el caprino, el sub sector ganadero es hoy casi testimonial. Sobre todo el bovino, pese a ser el más protegido por la PAC. Las vacas son un floreciente negocio a nivel continental europeo, pero en Canarias se han reducido un 40%, 19.340 cabezas en 2016 frente a las 32.555 de 1986, mientras las de ordeño han desaparecido en un 60%, 5.645 en 2016 frente a las 14.110 de 1986.

Otras producciones ganaderas han seguido la misma evolución descendente. Los animales de porcino sacrificados se han reducido un 40%, entre 1990 y 2015. Mientras las aves sacrificadas disminuyeron una cuarta parte en el mismo periodo.

El Grupo de Investigación de Economía Agro alimentaria de Canarias (ECOAGROCAN), de la Universidad de La Laguna, sitúa nuestros niveles de auto abastecimiento alimentario, para el periodo 2012/16, en una exigua quinta parte del valor comercial de nuestra demanda y sólo en un 17% la cobertura de nuestras necesidades proteicas.

El sector vitivinícola cubre la cuarta parte del consumo, manteniendo una presencia significativa en algunas comarcas, paradójicamente, gracias a estar exentos de las principales directrices de la OCM comunitaria. Las hortalizas en fresco cubren sólo la

mitad de la demanda y nuestra producción cárnico láctea sólo alcanza un 18%, con un 16.5% para mantequillas y quesos, siempre según ECOAGROCAN.

El sector industrial manufacturero, que excluye la producción de agua y energía, ha descendido -según el ISTAC- una tercera parte su participación en nuestro PIB, desde un 7.3% en 1990 hasta un 4.7% en 2015.

En el último cuarto de siglo hemos asistido al casi desmantelamiento de la industria tabaquera y el cierre de la industria conservera abastecida por la flota artesanal y sardinal canaria, también casi desguazada. Así como al desplome de otras industrias agro alimentarias, siendo muy sonados los fracasos de SIALSA, TEISOL o Queserías de Arico, entre otras.

A mayor demanda menor oferta

No puede haber mejor prueba del fracaso de una política agraria que caracterizarse por producir menos alimentos cuanto más aumenta su demanda. Y precisamente este ha sido el bucle perverso generado por el binomio PAC-POSEICAN en Canarias.

En 1993, al inicio de la integración en la PAC, las Islas tenían en torno a 1.700.000 consumidores diarios, entre residentes y turistas. En 2016, alrededor de 2.500.000, incrementándose en casi el 50%. Sin embargo, la contribución del sector agrario al PIB se redujo un 55% en el mismo periodo, desde el 3% al 1.35%, disminuyendo también drásticamente en valor absoluto , tal como apuntamos, la mayoría de las producciones de auto abastecimiento, que representan un 60% del valor total agrario producido.

Respecto al empleo agrario, pasó de aportar el 7% de la población activa ocupada en 1993 al 2.3% actual. En valor absoluto bajó un 40%, desde los 33.050 puestos de trabajo directos de 1993 hasta los 19.800 de 2016. Más de 13.000 empleos destruidos.

Y lo que es más lamentable, el binomio PAC-POSEICAN ha cambiado y degradado la relación del hombre y la mujer canaria con nuestra madre tierra, haciéndonos vivir cada vez más de espaldas al medio rural y a expensas de los excedentes continentales europeos importados en régimen de dumping, cuando no de los bancos de alimentos, ante los que hacen cola nuestra cada vez más numerosa legión de excluidos sociales.

Escasa captación de inversiones foráneas

La obligada modificación del REF para su adaptación al mercado interior comunitario resultó muy limitada por la normativa sobre competencia y no ha propiciado la captación de capitales extranjeros dignos de mención. En las dos últimas décadas una media de 70 M€ anuales, el 0.16% del PIB.

La Zona Especial Canaria (ZEC), anunciada para impulsar nuestro desarrollo industrial, ha tenido un desempeño insignificante. Tras 18 años desde su implantación, mantiene 572 empresas activas, de las que sólo una quinta parte son industrias -la mayoría agro alimentarias ya existentes reconvertidas en entidades ZEC- y, el resto, del comercio y servicios, entre las cuales, las de I+D+i representan un testimonial 2% -¿recuerdan a los sahorines que la pronosticaron como el futuro Silicon Valley isleño?-, terciarizando aún

más si cabe nuestra economía. La inversión total captada ha sido de 450 millones de euros (M€) en 18 años, una media de 26.4 M€ anuales (0.06% del PIB), con 5.757 empleos totales creados, el 0.7% del total de ocupados. De auténtica vergüenza.

Un chiringuito ZEC adscrito al Ministerio de Hacienda, cuya publicidad continúa, como la orquesta del Titanic, con su sonsonete de “ser un instrumento para promover el desarrollo económico social de Canarias y diversificar su estructura productiva”. Desfachatez inherente a todo un discurso diseñado para crear un señuelo de régimen especial canario vacío de contenido, como la cáscara de una calabaza, que además de no contribuir a nuestro desarrollo, lo que propicia realmente es su bloqueo.

La RIC, como incentivo estrella, generó importantes dotaciones mientras duró la orgía de créditos para su materialización, innecesarios al disponer ya del ahorro fiscal y los beneficios no repartidos (quién sabe dónde estarán), pero no fue aprovechada para crear economía productiva sino, sobre todo, pelotazos inmobiliarios a discreción.

Convertidos en colonia de mercado cautivo

Las importaciones desde el resto del estado, que representaban un 50% del total en 1986, superan hoy el 77%, según el Informe Anual del CES-2017, pasando las islas a ser el quinto cliente mundial de las exportaciones españolas, con un valor de 11.440 M€ para 2016, causantes del 88.3% de nuestro déficit comercial exterior de bienes.

Aplastante dato que nos descubre a unos de los principales beneficiarios de nuestra integración en el mercado interior comunitario: determinados subsectores exportadores españoles a la caza y captura del suculento mercado canario de más de 2.5 millones de consumidores, acaparando el sector agrario y agro industrial alimentario el 14% del valor total exportado hacia Canarias, unos 1.600 M€ para 2016.

Planificado previamente o no, táchese lo que no proceda según la ingenuidad de cada cual, este ha sido el resultado final, convertirnos en colonia de mercado cautivo a costa de la liquidación gradual de nuestros sectores productivos primario y secundario.

Y es que no basta con tener un régimen especial, necesitamos además que beneficie a la inmensa mayoría de las canarias y canarios. Ya nos lo preguntaba el poeta gomero Tomás Chávez Mesa, ¿Para quién afortunadas si tus hijos no lo son?.

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