ÚLTIMA HORA

PREVENCIÓN ANTE LOS EFECTOS  DEL CAMBIO CLIMÁTICO

Antonio Morales Méndez

Presidente del Cabildo de Gran Canaria

 

“La lluvia empieza con una sola gota”. Esta sugerente imagen de la activista de los derechos de las mujeres de Arabia Saudita Manal Al Sharif nos recuerda que los cambios más profundos tienen lugar cuando confluyen la visión, la convicción y la acción. Y también la necesidad, imperiosa en el caso de la urgencia, de afrontar las consecuencias del cambio climático.

El agua de las intensas precipitaciones que padeció Telde el pasado mes a causa de la DANA desembocó en el mar, fue absorbida por la tierra sedienta o se evaporó después de dejar una estela caótica a su paso. Pero el aviso y la enseñanza permanecen. Son una escorrentía que no cesa, que discurre sobre nuestras conciencias y nos obliga a recapacitar y actuar de manera coordinada como sociedad.

Frente a las irresponsables posturas que niegan el calentamiento global, sus causas y sus efectos, el Cabildo de Gran Canaria se ha caracterizado por liderar políticas previsoras y de mitigación, lo que nos ha situado como una bandera en el preocupante contexto nacional. Vemos con asombro que en lugares como Valencia, donde los fenómenos atmosféricos catastróficos han mostrado su cara más violenta y cruel, la derecha se confabula con la extrema derecha para mantenerse en el poder asumiendo postulados negacionistas, haciendo tristemente buena la afirmación de que “lo relevante de la mentira nunca es su contenido, sino la intencionalidad del que miente”, como escribió Jacques Derrida, filósofo y afamado escrutador de la falsedad.

En la isla, insisto, mantenemos un rumbo que nos aleja de estas derivas. El Gobierno de la isla fue la primera administración canaria en aprobar una Estrategia de Adaptación al Cambio Climático e Impulso a la Economía Baja en Carbono. Este documento aborda la compleja y enorme dimensión del problema bajo una premisa fundamental: mirar de frente al reto al que nos enfrentamos en lugar de ponernos una venda en los ojos, como si eso pudiera evitar su existencia.

El diagnóstico de la Estrategia es claro, en particular en lo referido a las lluvias torrenciales, pues recalca que “las precipitaciones intensas y sus posibles efectos posteriores, como inundaciones y corrimientos de tierra, constituyen el principal riesgo climático para Gran Canaria, puesto que ni las infraestructuras ni la población están preparadas para afrontarlos”. El equipo redactor señaló también que “las estimaciones indican una disminución general de las precipitaciones, lo que, asociado a los condicionantes de la propia isla, caso de la orografía, la pendiente, el tipo de suelo, la falta de vegetación y las barreras físicas artificiales en las zonas bajas puede provocar un aumento considerable de los impactos derivados de las avenidas e inundaciones”.

Por supuesto, el documento también pone el acento en los riesgos de vientos huracanados, por fenómenos costeros adversos o por el aumento del nivel del mar. Igualmente, la ciencia, nuestra aliada para mantener la vista fija al frente, sin vendas que nos cieguen, plantea que fenómenos tropicales como los huracanes podrían afectar a Canarias en las próximas décadas, incrementando aún más el riesgo de eventos hidrometeorológicos de carácter extraordinario. 

En el caso concreto de las lluvias torrenciales, este guion se hizo realidad en Telde, desafortunado escenario donde se desarrolló una trama que comenzó con una prealerta el 28 de febrero y concluyó con los palos de agua de los días 3 y 4 de marzo, cuando el cielo pareció caer sobre el municipio y dejó escenas para la memoria, momentos de honda preocupación ciudadana e incluso instantes de pánico.

Telde, como sucedió en 2015, experimentó en su piel las consecuencias del aguacero sobre un territorio mal adaptado a este tipo de episodios, que pueden repetirse en cualquier momento y lugar de la isla, con las aristas particulares de cada zona. Desde el punto de vista técnico, las infraestructuras  que se diseñaron para el desagüe de las aguas pluviales, tanto en zonas urbanas como en cauces, para que no generaran riesgo sobre la población civil y las infraestructuras, se han demostrado obsoletas por la dimensión con que se construyeron hace décadas. Y se agrava por el crecimiento sobremanera en las últimas décadas de la mano del asfalto, el hormigón o los invernaderos, lo que conlleva un aumento del volumen de escorrentía por la reducción del tiempo de viaje del agua y de la infiltración.

Las enseñanzas de los sucesos de la ciudad de los faycanes tienen alcance insular. La mayor e inadecuada ocupación del territorio implica que episodios breves e intensos de lluvias que no provocaban problemas décadas atrás generen en la actualidad serios riesgos. Esto hace absolutamente necesario que se adopten medidas en zonas críticas.

Pocos días después de estos hechos, el Cabildo volvió a dar un paso al frente para convertir el aviso en una oportunidad y en un acicate para avanzar conjuntamente en la búsqueda de soluciones y en la concienciación sobre el desafío que tenemos por delante. Y lo hicimos con anuncios, replanteamientos, medidas, planes de trabajo y un llamamiento generalizado al conjunto de las administraciones y a la población.

La borrasca “Olivier” de los días 9 y 10 de abril, que resultó menos agresiva de lo esperado, ha sido un nuevo toque de atención. En menos de mes y medio hemos vivido dos fenómenos meteorológicos adversos de carácter preocupante. Tenemos que actuar en consecuencia.

El Gobierno de la isla ya estudia incorporar al Plan de Riesgo de Inundación de Gran Canaria el barranco de La Aldea y, tras lo sucedido en los distintos barrancos de Telde, el personal técnico del Consejo Insular de Aguas (CIA) analiza también la oportunidad de su inclusión en el documento. Además, el CIA ha encargado a Tragsatec la elaboración del censo de los puntos de desbordamiento o críticos de los barrancos de Gran Canaria, cuyos resultados haremos llegar a los ayuntamientos, porque cada administración debe poner al día el análisis de sus competencias y definir un plan de actuaciones para adelantarse a los acontecimientos.

Hay que actuar desde el planeamiento, plantear soluciones arquitectónicas o de ingeniería acordes a las nuevas realidades y las nuevas exigencias técnicas así como corregir actuaciones realizadas durante décadas que generan graves riesgos de futuros. Es preciso afrontar medidas a corto, medio y largo plazo para evitar daños a las personas, a las viviendas y al medio natural con la determinación, involucración y financiación del conjunto del músculo administrativo estatal, regional, insular y municipal. Hay que hacerlo y cada nivel de la administración debe asumir sus responsabilidades.

Y hay que modificar hábitos de uso de estos espacios que suponen serios peligros: aparcamientos de vehículos, instalación de contenedores, cruces de vías sin las soluciones técnicas adecuadas. También sería necesario acometer modificaciones de los desagües así como poner en marchas medidas innovadoras como drenajes sostenibles en entornos urbanos o parques inundables.  Gavias para la retención del agua en las cuencas hidrográficas,  restauración y renaturalización de los espacios, zonas de infiltración, reforestación y regeneración o cauces sinuosos, son otras actuaciones necesarias. 

El Cabildo de Gran Canaria ya está realizando, con muy buenos resultados, gavias en distintos lugares de la isla, como Las Hoyas, Lugarejos o Los Pérez, entre otros emplazamientos, para frenar la erosión y el arrastre que hace que perdamos en la isla al menos 1,5 millones de toneladas de suelo al año. También el área de Medio Ambiente realiza en Maspalomas, dentro del proyecto Horizon Natalie, el primer proyecto piloto de drenaje urbano de Canarias.

La institución está a disposición de cada ayuntamiento para facilitarles la tarea. Es fundamental la coordinación y la colaboración interadministrativa como ha sucedido en el caso de Telde, con quien establecimos de inmediato una mesa de trabajo para analizar las anomalías localizadas y poner en marcha planes de prevención. Tenemos que ser como la lluvia: un goteo unísono. 

No será fácil el camino. La adaptación es un empeño titánico, pero inaplazable. Y el goteo de las administraciones públicas para conseguirlo no debe cesar. Desde ahora. Como ejemplo, el mismo día que se declaró la prealerta, el viernes 28 de febrero, el pleno del Cabildo aprobó destinar 532.000 euros al Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria para la canalización del Barranco de Chiscano.

No quiero pasar por alto un componente esencial de este dique que debemos levantar frente a la virulencia de las inclemencias climáticas. Hablo del factor humano. En una doble vertiente. La primera guarda relación directa con la sensibilidad ciudadana. Hay síntomas alentadores que indican que, por fortuna, la lluvia de desinformación no cala tanto como se cree. Así, un informe del año 2024 de la Fundación AXA y Sigma Dos indica que el grado de preocupación y percepción por la crisis climática se sitúa en Canarias ligeramente por encima de la media nacional, dentro de una escala en la que casi 8 de cada 10 personas en este país la considera una amenaza relevante. Además, reveló que el 87,5 de los canarios y canarias considera “urgente” poner en marcha medidas para atajar las causas y paliar sus consecuencias. 

El segundo de estos factores tiene que ver con la comunicación y la coordinación entre administraciones, que no deja de ser una comunicación entre personas. Además, por supuesto, de la prioritaria activación de todos los medios y protocolos. No tengo dudas de que el contacto personal entre responsables públicos que se mantienen al tanto de lo que sucede en su territorio, que no desconectan en sobremesas en ventorros o bochinches ni se desentienden cuando acontecen situaciones que alteran la normalidad, ayuda a engranar la respuesta. Hemos tenido ejemplos recientes y dolorosos de lo contrario.

 

Antonio Morales Méndez, Presidente del Cabildo de Gran Canaria

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