ÚLTIMA HORA

SEMANA SANTA 2022

 

Digamos que esta Semana Santa ha sido explosiva. ¿Por el deseo de celebrar un final de pandemia? ¿Por el buen tiempo y la sed espiritual que ha estallado tras ser comprimida? Somos, por naturaleza, espíritu y materia y, además de pan, necesitamos espiritualidad para evitar un vacío existencial que puede ser asfixiante. No nos engañemos: necesitamos a Dios, y hay muchos que lo encuentran tras largos años de alejamiento de su amor y de la Iglesia. Impactantes este testimonio en Internet: “Enfermera abortista de Bilbao que se convierte en el Himalaya”, o el de Marcela: “sin fe, herida por drogas y amarguras, reiki y masonería…”, entre otros muchos.

Muchos buscan llenar su vacío con cosas; pero las cosas nunca llenan, experiencia que relató muy bien San Agustín: “Nos has hecho para Ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que te encuentra (…). ¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y siempre nueva! Y he aquí que tú estabas dentro de mí y yo fuera, y por fuera te buscaba (…). Llamaste y clamaste, y rompiste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y fugaste mi ceguera » (Confesiones I, 1).  Ocurre la paradoja bíblica: Sus heridas nos han curado” (1 P 2,25).  Esta Semana Santa hemos podido contemplar, fuera del templo, esas heridas sanadoras del Crucificado y suplicar su Misericordia, de la que tan necesitados estamos nosotros y el mundo entero.

                                                       

Josefa Romo Garlito

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