ÚLTIMA HORA

SOBRE EL DESABASTECIMIENTO DE ALGUNOS MEDICAMENTOS

Loreto Gómez Guedes

Presidenta del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Las Palmas


En las oficinas de farmacia de todo el estado (y Canarias no es una excepción), ya es habitual encontrarnos pacientes que, como peregrinos, van de farmacia en farmacia buscando su tratamiento. Para los profesionales que les atendemos, ya es parte de nuestra tarea cotidiana informar de que la presentación que busca no está, pero que hay alternativas.

Es la consecuencia del ya tan conocido como temido "desabastecimiento", que no es nuevo. De hecho, lleva tiempo ocurriendo, si bien, el problema es ahora más visible por el volumen de presentaciones de las que no se dispone.

Las razones que han derivado en esta situación son múltiples y variadas. Por un lado, la globalización ha hecho que la producción de algunos principios activos solo se lleve a cabo en uno o dos puntos en todo el mundo, lo que tiene grandes ventajas, pero con el claro inconveniente de que también se globalizan los problemas de producción y distribución. Por otro lado, la relajación de las medidas de barrera física de protección como las mascarillas y el gel hidroalcohólico que se utilizaron durante la pandemia de COVID-19, hace que otras patologías bacterianas y víricas propias del otoño y del invierno vuelvan a estar presentes cuando se habían reducido a mínimos históricos, y hoy superan las expectativas y están haciendo que las previsiones de determinados medicamentos se hayan quedado cortas. Es el caso de la amoxicilina en algunas presentaciones pediátricas, por ejemplo.

Otra causa que debemos apuntar es la política de precios de los medicamentos llevada a cabo por el Gobierno español, que pone a nuestro país a la cola de los compradores a los laboratorios farmacéuticos, pues, en caso de escasez, se atiende primero a los que más pagan. Por otra parte, esa misma política de precios desincentiva la inversión a nivel nacional: fabricar determinados medicamentos a los precios españoles es inviable porque se iría a pérdidas o, en el mejor de los casos, a no tener ningún beneficio. Solo si la Administración estuviera dispuesta a asumir el coste de producción y fabricarla, sería posible.

Esta realidad afecta a las oficinas de farmacia, pero también, aunque en menor medida, a la farmacia hospitalaria, que tiene que dedicar parte de sus recursos económicos y humanos a la gestión de fármacos en Medicamentos Extranjeros o a encontrar alternativas que ofrecer a los médicos. En ambos casos la perjudicada es la misma: la ciudadanía.

Pero no nos alarmemos, pues igual que existe el problema existen posibles soluciones, especialmente para los pacientes que acuden a las oficinas de farmacia, que trabajan más alejadas del médico que la hospitalaria.

La mayoría de los medicamentos que actualmente están en falta tienen alternativas, bien con un cambio de presentación, bien con otro principio activo de la misma familia farmacológica, bien como fórmula magistral. Y los farmacéuticos, como sanitarios expertos en el medicamento, tenemos conocimientos suficientes para colaborar con el médico prescriptor informándole de los desabastecimientos que se producen y ayudándole a buscar la alternativa que permita al paciente continuar con su tratamiento. Además, esta colaboración evitaría colapsos en los centros de atención primaria, a donde los usuarios acuden, desesperados en la mayoría de los casos, en busca de soluciones.

Pero para que esta colaboración sea efectiva y, sobre todo, fluida, la farmacia comunitaria necesita al menos tres herramientas. La primera, una vía de comunicación de doble sentido entre el centro de atención primaria y la oficina de farmacia. No hace falta que explique lo que una medida como esta podría facilitar la atención a los usuarios, que son pacientes tanto del médico como del farmacéutico.

La segunda herramienta es que, en base a los conocimientos propios de nuestra profesión, los farmacéuticos comunitarios tengamos mayor capacidad de sustitución entre todas las presentaciones de un mismo principio activo. Imaginen la cantidad de casos que quedarían solucionados en la misma oficina de farmacia sobre la marcha, evitando las peregrinaciones del enfermo o sus familiares, y sin que el paciente se vea obligado a volver al médico para que este, con suerte, acierte a dar con una alternativa que no esté también en desabastecimiento.

Y la tercera, pero no menos importante, es que somos una red de farmacias, pero también podemos “estar en red". Las farmacias se comunican entre ellas para buscar a cuál le queda alguna unidad de esa presentación tan solicitada. Así, se facilita al paciente que puede encontrar solución a su tratamiento un mes más si el medicamento puede encontrarse en algún lado. Se tendría que desplazar a otra farmacia, pero con la seguridad de que tiene ese envase esperándole. Hasta ahora lo hacíamos por teléfono, pero ya hay una herramienta digital elaborada por el Consejo General de Colegios Farmacéuticos. Se llama Farmahelp y estamos intentando desde el COFLP que todas las farmacias de la provincia se adhieran a ella, dando así un paso de gigante en el servicio público que prestamos.

Como farmacéutica comunitaria, estas son mis propuestas para luchar contra la realidad que es el desabastecimiento. Es un sueño desde hace mucho tiempo, mucho antes de asumir la presidencia del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Las Palmas. Espero y confío que, esta vez, no se confirme lo que auguraba don Pedro Calderón de la Barca: “…los sueños, sueños son”.


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