ÚLTIMA HORA

TESTIGOS EN ESTOS TIEMPOS

 

El testigo es el que da fe de algo, de la verdad en un juicio, en la vida…Todo cristiano que se precie debe ser testigo de lo eterno. Una vida de amor a Dios que rebosa hasta verterse en los demás, nos advierte de una realidad que trasciende la materia y las limitaciones de nuestra existencia. Evoco a Constancia Magdaleno, que acaba de cumplir cien años  y es muy querida en su parroquia de Santa Rosa, a donde acude cada día a Misa con un grupo de feligreses  y reza con ellos el rosario por la paz del mundo, ahora que nos preocupa tanto la guerra en Europa. Cuenta que, con noventa y muchos años, tuvo arrestos para viajar a Jerusalén a pedir por sus hijos en los Santos Lugares,  porque cree firmemente en la vida eterna y anhela que todos vayan un día al Cielo y ninguno se pierda.

Existen, sí, testigos vivientes de lo eterno. Ayer, por ejemplo, me llamaron particularmente la atención, dos monjitas con su hábito religioso y su aire de paz (una, aún joven). En ese momento evoqué las palabras que repetía, a las jóvenes, el Venerable Padre Tomás Morales, jesuita: debéis ser “testigos vivientes de lo eterno en un mundo que no cree en Él ” (Cristo). La misma evocación al ver a un sacerdote que aún no roza la mediana edad, impecablemente vestido con su clergyman ( no se necesitan palabras para cuestionarnos el más allá). Hay mujeres laicas que lucen medalla o crucifijo (hoy es testimonio; no, ostentación), y verlas trae el pensamiento hacia lo eterno si sus obras también lo acreditan - obras son amores-. Lo primero, Dios, Sumo Bien, al que le debemos hasta el aire  y el agua; pero ese amor debe traducirse en caridad y misericordia para ser de verdad creíbles y, por tanto, testigos vivientes de lo eterno.

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