Leandro Rodríguez Linárez
Politólogo
El mundo ha entrado en una ola de violencia, casualmente, en momentos que la izquierda mundial intenta retomar o conservar el poder “como sea”. El asesinato del Presidente de Haití, Jovenel Moïse, debe encender las alarmas en occidente, pudiera ser un hecho no aislado... es solo una presunción.
Hoy Colombia sufre los embates desquiciados de protestas callejeras sumergidas en una violencia exacerbada, a pesar que la reforma fiscal que la ocasionó fue derogada. Lo mismo ocurrió en Chile donde el aumento del pasaje del Metro produjo una oleada de violencia ilógica. Algo parecido tuvo lugar en la Argentina de Macri, Bolivia post Evo, Brasil post Rousseft, España (por los izquierdistas/separatistas) y en el propio Estados Unidos donde, excusados en el asesinato de Floyd, las protestas tomaron otro rumbo, uno político contra la administración de Trump.
Desde el años 2000 hasta 2012 aproximadamente (un poco más) la izquierda en Latinoamérica basó su advenimiento al poder en lo electoral, patrocinado por los petrodólares de Venezuela, Chávez ideó toda una gran infraestructura regional (y más) donde estos gobiernos zurdos (presuntamente financiados por el chavismo desde candidatos) lograban financiamientos vía ALBA, Celac, Unasur y demás organizaciones internacionales de ese tipo.
Las economías (gobiernos) de esos países recibieron por parte de Chávez (y Maduro) apoyo financiero al facturar miles de millones de dólares en relaciones comerciales que terminaron por destruir el aparato productivo venezolano, el chavismo, por toxicidad ideológica, prefirió importar productos, bienes y servicios que se producían en el país para quebrar a los empresarios/industrias venezolanas, así como para buscar apoyos foráneos incondicionales, como por ejemplo en la OEA, ONU, entre otros.
Destruida por corrupción la industria petrolera venezolana, PDVSA, que llegó a ocupar el tercer lugar en el mundo antes del chavismo, la ayuda económica a las izquierdas de la región, y del mundo, se redujo, “coincidentemente”, la izquierda desempolvó otras herramientas de impacto, como por ejemplo, la desestabilización de los gobierno de “derecha” a través de estas protestas criminales, vender la oferta cazabobos de constituyentes, manipular las exigencias de los LGBTIQ+ con fines políticos, entre otras estratagemas.
Ojalá, que el asesinato del presidente haitiano no esté ligado a algún gobierno, al igual que el reciente atentado al Presidente Colombiano Iván Duque, porque sencillamente estaríamos navegando en escenarios superados en occidente desde hace décadas y se estaría abriendo una caja de Pandora cuyas consecuencias serían impredecibles.