José Fco. Fernández Belda
Viviendo en San Borondón

Con este gobierno nos estamos acostumbrando a algo que ya se vivió durante la etapa de Felipe González a partir de mediados de su mandato. Cada día, al igual que entonces, los medios de comunicación anuncian un nuevo escándalo y renovadas corruptelas. Cada nuevo caso es aún más escandaloso que el anterior y eclipsa el que estaba hasta ayer en el candelero. Basta dar un somero repaso a las hemerotecas para comprobar cómo el fondo de la historia se repite. Y también las epatantes defensas de antes y de ahora. El felipismo atribuía las denuncias a un imaginado “sindicato del crimen” o a la “Brunete mediática”, aunque los casos acabaran con condenas en los tribunales, cosa que no importaba a sus fanáticos defensores. Ahora se acusa desde el Gobierno y las tertulias que los casos son inventados por la “ultraderecha y la ultra ultraderecha” para hacer daño al pueblo español, conducido al progreso y al 2030 por el progresismo del Frankenstein. Nada nuevo bajo el Sol de España, han cambiado los actores, pero el teatro y el espectáculo, sigue siendo el mismo.
Tan trepidante es el ritmo de aparición de escándalos que no me atrevo a decir que el último de ellos haga referencia a un supuesto espionaje a políticos catalanes. Espionaje que, por lo que gritan los escandalizados, parece que todo el mundo da credibilidad basándose como única prueba en un estudio académico, no policial, realizado en Canadá y publicado en un periódico norteamericano. Hasta Israel ha salido a relucir por ser el suministrador del programa espía de marras, llamado “Pegasus”, y con los judíos ¡ya se sabe! Por cierto, es ésta una tecnología tan selectiva que sólo ha espiado a los catalanes condenados y a los fugados. Conviene recordar lo que ocurrió con las escuchas aleatorias del ministro socialista Narcís Serra. Al menos no he oído decir que el CNI haya hecho su necesario trabajo con otros políticos, aunque en Bildu estén mosqueados por no tener su cuota de protagonismo.
Macarena Olona dijo en el Parlamento, donde los políticos debieran decir las cosas y dejar el Twitter para sus conversaciones y anuncios privados: “Líderes independentistas catalanes supuestamente espiados por los servicios de inteligencia españoles... ¿y? ¿donde está el problema? ¿que les han espiado? ¡poco les han espiado!, porque en 2017 dieron un golpe de estado!”. Pocas veces se puede resumir mejor y con mayor claridad el caso, separando el grano de la paja. Y no hay que ser de VOX para aplaudir esta gloriosa síntesis, basta con ejercer el sentido común.
Si este asunto, que tanto tiempo ha ocupado a los políticos, es de por sí mezcla de sobreactuación, fariseismo, credulidad y desvergüenza, la tragedia cierta es que tiene un aterrador corolario: los bilduetarras y los independentistas, hasta una representante del “Pagès Errante”, estarán en la comisión de Secretos de Estado. Es de suponer que en la UE, la Alianza Atlántica y la Interpol, habrán tomado nota de tal disparate y apartarán al Gobierno de España del conocimiento y colaboración en asuntos sensibles relacionados con la seguridad nacional. Por otro lado Putin, el mismo que ayudó al independentismo y al terrorismo con la guerra cibernética en las redes sociales, estará súper contento.
Y como esta situación precisa de un sacrificio humano al dios del esperpento, ya han buscado una oveja expiatoria: Margarita Robles, a la que le piden su dimisión al tiempo que le exigen al Dr. Sánchez su cese, por si ella se aferra al sillón. No sé, aunque me lo temo, que al frente del Ministerio de Defensa propondrán a Echenique, Rufián, Otegui o al desocupado Garzón, experto en pelearse con todos los sectores productivos de la cadena alimentaria.
Es muy probable que el Presidente no ceda al chantaje y le susurre al oído de Margarita Robles aquel poema de Rubén Darío, que puesto en prosa por razón de espacio, decía: “Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar: tu acento. Margarita, te voy a contar un cuento”. Y ya animado, proseguiría: “Este [él] era un rey que tenía un palacio de diamantes [La Moncloa], una tienda hecha del día [su zoco] y un rebaño de elefantes [sus altavoces mediáticos]”.
Y dado que Margarita Robles dice estar muy orgullosa de estar en un gobierno que ha metido a los que quieren destruir España en el CNI, no es probable que por dignidad y coherencia personal decida irse a su casa tras la despedida con “pitos y atambores” militares de ordenanza. Al menos espero, por pura vergüenza nacional, que cuando sea excluida de las reuniones internacionales en las que se traten temas de seguridad por haber permitido que no se pueda asegurar el necesario secreto sobre ciertos asuntos, nos evite un espectáculo como el que dio otra buena amiga del Gobierno, la canciller venezolana Delcy Rodríguez, cuando dijo haber entrado “por la ventana” a una reunión del Mercosur en Buenos Aires a la que no estaba invitada por la suspensión que regía entonces contra su país.
Margarita, al igual que Delcy, atribuirá su obvia exclusión a una “confabulación” contra sus intergalácticos jefes, Sánchez en España y Maduro en Venezuela. Hay que recordar que nuestra Ministra de Defensa ya tiene en su haber otro chusco suceso cuando era Secretaria de Interior bajo el mandato del inolvidable Juan Alberto Belloch, por entonces Ministro de Justicia con Felipe González: la captura de Roldán, con la cómica participación del imaginado Capitán Khan, episodio que los más añosos recordamos con rubor y que los más jóvenes es difícil que lo crean si uno se los contara. Y con lo de la Memoria Histórica, menos aún lo conocerán. Porque supongo que compartirán mi opinión, la historia del capitán Khan en Laos, con Torrente de por medio, sería muy apropiada para un guión policíaco de Netflix, aunque imposible en el cine español. ¡Margarita, ¿quieres que te cuente un cuento?!