¿Se habla de los Novísimos, muerte, juicio, infierno y gloria? Muchos buscan a Dios; pero, paradójicamente, el tema está excluido del debate público y del escenario político . Ante ello, el cardenal Sarah afirma: «Ha llegado el momento de que la Iglesia vuelva a lo que se espera de ella: hablar de Dios, del alma, del más allá, de la muerte y, sobre todo, de la vida eterna…La gente acude a un sacerdote para buscar a Dios, «no para salvar el planeta» ( Le Fígaro, 1 de julio)
Muchos creen, y hay fundamento. Una conocida mía del campo de la sanidad, me dijo recientemente: “lo que más me preocupa no es la salud ni la colocación de mis hijos, sino su salvación eterna, y rezo y ofrezco por esta intención”.
La existencia del Infierno y del cielo no depende de nuestra creencia, aunque la razón nos lleve a sospecharla. ¿Cómo va a ser indiferente, por ejemplo, tras la muerte, la vida del malhechor impenitente, o la de una persona bondadosa? Un hecho dio que pensar a San Bruno de Colonia y lo movió a convertirse y fundar la Orden de los Cartujos. Asistió, entre una multitud ( año 1080), al funeral por su profesor en la Sorbona, el prestigioso Raimond Diocres. A las tres preguntas retóricas del oficio de difuntos, “Dime cuántos y cuáles han sido tus iniquidades”, Diocres se incorporó cada vez para responder: “Por el justo juicio de Dios he sido acusado”, “ por el justo juicio de Dios he sido sentenciado, “por el justo juicio de Dios he sido condenado”. El hecho histórico quedó inmortalizado en lienzos de Vicente Carducho y otros, y hasta pasó al teatro.
A pesar de la infinita misericordia de Dios, muchas almas se condenan ( la Virgen dijo en Fátima que sucede porque “no hay quien rece y se sacrifique por ellas”). Por carencia de predicación, hay poca o ninguna reflexión y lo que nos jugamos es la vida eterna. De adolescente, escuché una charla a un seminarista. Dijo: “Bajemos con el pensamiento al Infierno para no tener que bajar en la realidad”.
Josefa Romo Garlito