Leandro Rodríguez Linárez
Politólogo
La política nunca deja de sorprender, aunque para muchos la historia se repite cíclicamente y los fenómenos políticos parecen una copia al carbón, para otros no, lo bueno puede mejorar, así como lo malo empeorar, por eso los desenlaces son particulares. Debemos agradecer a quienes la estudian, por cuanto nos rinden cuentas de sus causas y efectos; nadie mejor que los politólogos.
Su labor es encomiable desde fuera del protagonismo del poder, como estudiosos de él. Ahora ¿Se imaginan lo que éste profesional de la ciencia política pudiera hacer al estar investido de algún cargo de elección popular? Pinta como una buena idea.
La gerencia pública es un arte y una ciencia, por tal motivo es extremadamente complejo alcanzar niveles de éxito en sus movedizos feudos. Maquiavelo (quien solo narró lo que vio y nunca mostró simpatía por ello) dio a la humanidad una idea de lo que significa la labor de gobernar sin virtud, como diría Aristóteles. Ahora bien, en los tiempos de hoy la carencia de esa virtud ha desencadenado gestiones desdichadas a los pueblos, aunado a una completa ineptitud y lamentable premeditación, ¡Ojo con el “Nuevo Orden”!
Un factor determinante a la hora de gerenciar destinos públicos es el contacto, el nexo entre la sociedad y sus administradores, es allí donde las gestiones nacen o se destruyen, no solo por estar estrictamente vinculada, sino por saber y entender sus señales. Muchas veces, los diversos mecanismos de recolección de datos (encuestas, sondeos, etc.) son erróneamente los únicos parámetros que utilizan los gobernantes para afianzar sus políticas, cuando todo esto es solo parte del asunto, pues la profundidad del análisis, la técnica, el olfato, la obviedad y su respectivo estudio son solo parte de lo que realmente se necesita.
Gobernar es una acción para aptos, de lo cuantitativo, pues la legitimidad que lleva al poder es tan endeble como la pluma suelta de un ave. Lo cualitativo, comprensión de fortalezas y debilidades la conformación de equipos sí es determinante. No hay que ser un erudito en todas las materias, ser buen gerente pasa por tener la comprensión de la realidad, comprender el poder. Un politólogo pues, resulta hoy una herramienta vital para la democracia, para la gobernabilidad, sobre todo en un mundo donde la política está dejando de ser percibida como una ciencia y se convierte en un vil negocio.