José Fco. Fernández Belda
Viviendo en San Borondón

Cayo Julio César Augusto, más conocido como Calígula, fue el tercer emperador romano, gobernó desde el año 37 hasta el año 41 d.C. Poco se sabe de su reinado pues apenas quedaron historiadores supervivientes para contarlo, excepto los que, ayer como hoy, se prestaron a ensalzarlo como el mejor gobernante jamás habido y por haber. Algo similar sucede en nuestros días con la Ley de Memoria Histórica, esa que ni es memoria ni es historia, con la que se pretende que no se sepa ni se recuerde nuestro pasado, con sus glorias y sus sombras, antes del advenimiento de aquel PSOE que primero mitineó “por el cambio” y después por el recambio, cuando a pesar de la gigantesca corrupción, Felipe González volvió a prometer retomar el malogrado eslogan de los cien años de honradez (“y ni un día más”, apostilló Pablo Castellano), pues “había entendido el mensaje”.
Nuestro émulo carpetovetónico del autócrata Calígula, auto erigido líder ibérico, dado que Portugal calla no se sabe muy bien si para no ser señalado en Europa como cómplice, ha luchado con prisas y sin pausas para desactivar los debates parlamentarios. El Dr. Sánchez, como hacía Calígula con el Senado Romano, lleva al Parlamento sus conveniencias políticas y el pago de favores tratando de ocultarlos incluyéndolos en leyes o reales decretos llevados allí para ser convalidados, no discutidos. Que pasen desapercibidos es tarea vana, pues es bastante previsible que sus señorías descubran las fullerías a poco que se esfuercen. Cosa distinta es que quieran ser cómplices o beneficiarios y callen faltando al respeto al pueblo español al que, en teoría se deben.
También lo descubren, aunque a posteriori y generando una sensación extraña, mezcla de tomadura de pelo e impotencia, la cada vez más escasa ciudadanía que sigue el devenir de la política sectaria. Basta con preguntarle a Mr. Google por esos intentos de colar cosas para que afloren las trampas del tahúr. Como recomendaba hace unos días Dieter Brandau en La Noche de esRadio, prueben a buscar en Internet con la frase “Sánchez cuela” y cuando acaben la interminable lista de escándalos, si tienen paciencia de acabar con serenidad, probablemente estén atónitos.
A mi entender, que el Dr. Sánchez lo haga, entra en su forma de actuar teniendo la mentira y el engaño en su hoja de ruta. El problema para España reside en que se lo permiten los ninguneados socios de gobierno y los partidos que conforman el Frankenstein, siguiendo el pragmático principio de que es preferible ser carga pública ahora que parado en la cola del SEPE, antaño INEM, mañana. En el colmo del cinismo, la Ministra de Justicia justificaba ese proceder propio de tahúres y tramposos, valga la redundancia por tratarse de la PSOE, diciendo que es una práctica parlamentaria como cualquier otra. Todos los portavoces, excepto el que no podía hacerlo, reprueban estas prácticas, se rasgan las vestiduras en público antes de ir a reponerlas a Löeve en privado, pero tragan y aprueban, sin que traten siquiera de fingir un error de votación al estilo de Alberto Casero con la, cómo no, engañosa reforma laboral y su tan prometida derogación por Podemos, que la dejaría, dijo Echenique, irreconocible y sin palos en el sombrajo. Y, sin duda, lo que quedó irreconocible, fue la reforma de la reforma, que ha quedado tan pendiente como la Revolución Pendiente de marras.
Cuenta la leyenda que Calígula tenía la intención de nombrar cónsul de Roma a su caballo Incitatus. Había dudas de si lo había hecho, pero hoy ya sabemos que no tuvo tiempo para investirlo porque lo asesinaron poco antes. Pero de lo que no cabe duda es de que esa era su decidida voluntad. Y, a mi entender, ese nombramiento no era obra de un loco sino de alguien que se sabía por encima de todo y de todos y quiso así humillar al Senado. Como escribió Suetonio, Calígula fue el primer emperador en presentarse ante el pueblo como un dios... ¿Les suena esta música en los telediarios?
No me resisto a recordar que estas trampas legislativas saltaron a la palestra y supusieron un escándalo público, sin consecuencias para los tahúres, cuando en marzo de 2020, el Dr. Sánchez cuela a Pablo Iglesias en el CNI usando como Caballo de Troya el decreto contra el coronavirus Covid-19, en este caso a favor del “virus comunista”, andancio que aún corre por el suelo patrio. Otras muestras de este procedimiento normal, según la Ministra de Justicia, han sido colar en una ley de consumo la regulación del trabajo temporal en los puertos, en diciembre de 2021, o el 30 de marzo de 2022, en una ley sobre ayudas por la sequía, colar la prórroga de los ERTES para las agencias de viajes.
Ante la última trampa por ahora conocida, sus socios amagan una postura de dignidad al grito de “no pasarán”, aunque como buenos perdedores de la Guerra Civil saben que por supuesto y como siempre el Dr. Sánchez pasará casi con total seguridad, que para eso emula a Calígula. Este escándalo es el premio a Dolores Delgado, la amiga de Garzón y Villarejo, por los servicios prestados y por los que, si lo consigue, le prestará en el futuro como fiscal de sala del Tribunal Supremo, que tal vez algún día le juzgará a él y a su gobierno.
Y para allanar el camino para alcanzar su añorada Agenda 2030, ya han publicado en el BOE los contenidos de las asignaturas que se han de estudiar en España para que la educación deje de ser un ascensor social y se consoliden los centros escolares como un lugar de estabulación y adoctrinamiento de jóvenes en la doctrina progresista de todo progreso, si es que logran que se queden en las aulas los galletones que no quieran ser estabulados y que no haya forma de obligarlos a quedarse. “¡Pa k'tenteres, tronco, me voi!”, dirán ante la impotencia de maestros y padres, privados de autoridad y reducidos a colegas. Al fin y al cabo, como dijo Celáa, los niños no son de los padres.