ÚLTIMA HORA

ESPERANDO UNA CARTA

Hay personas que se pasan toda la vida, esperando que les llegue una carta de reconocimiento y aceptación de su producción cultural, sea en un campo o sea en otro. 

Personas que han estado lustros y décadas, diez o treinta o cincuenta años, trabajando en la producción cultural, en la especialidad o campo que sea, que han realizado unos vinos o panes o pasteles culturales, hayan sido mejores o peores. Que han enviado y mostrado a unos lugares y a otros, a unas personas y a otras, a unas entidades y a otras, dentro y fuera de este pentágono de la Hispania eterna. Y, la respuesta ha sido siempre el silencio y el resilencio… 

Ya sabemos, que en cada campo o especialidad, por países, existen miles y decenas de miles, por continentes cientos de miles, en el planeta millones… Millones de fotógrafos, millones de artistas plásticos, millones de novelistas y escritores. Cientos de miles y millones en los campos de la investigación y creación cultural. En definitiva, en los terrenos de la interpretación del mundo… Además, a eso hay que añadirle, la competitividad de los productos culturales que duermen y habitan los depósitos de bibliotecas, museos, fundaciones, colecciones, etc. 

Pero hay personas, que quizás por unas razones o por otras, se pasan toda la existencia esperando que una carta o ahora, un correo electrónico, que alguien les agradezca y les valore y les pondere su actividad cultural. Y, les indiquen, que quieren promocionarla, presentarla, editarla, exponerla, valorarla, etc. Pero esa carta-correo nunca llega. 

Y, a cierta edad, cuándo ya han atravesado cuarenta o cincuenta o sesenta años, desde que en la juventud o adolescencia o en la primera madurez, un trozo de su tiempo diario, lo dedicaron a la construcción cultural. Y, a cierta edad, ya que han pasado desiertos y algunos oasis de esperanzas, cuándo creen que ya han producido una modesta o gran o mediana producción cultural en un campo. Cuándo ya han atravesado, multitud de veces, esperanzas y desesperanzas, alegrías y tristezas, alientos y desalientos frente a este tema o cuestión. Cuándo ya llega ese tiempo, ya saben que se enfrentan, no solo al no-reconocimiento, sino que intuyen que su producción cultural, se perderá o se destruirá, que el baúl de Pessoa, será perdido y deteriorado y destruido, y en unas décadas, después de su tránsito final, pues no existirá nada o casi nada… 

¡Y, este es un gran dolor, que alguien sepa e intuya y piense, que se ha pasado toda la vida, y, ha construido mil o tres mil poemas, y sabe que se perderán, quizás, queden dentro de cien o doscientos años, una veintena o treintena; que ha construido cinco mil pinturas y diez mil dibujos, y saben que dentro de un siglo o dos, quizás, queden diez o doce, o qué ha inventado mil cuentos o mil relatos y que dentro de unas generaciones solo quedarán una decena, qué…! 

Puede que los herederos directos, durante un tiempo, cuiden lo que haya quedado dentro del muro y las paredes del hogar del autor/autora, creador/creadora, investigador/investigadora, pero después, irá pasando el tiempo, vendrán los nietos y biznietos, o se cerrará la descendencia, y, todo se irá destruyendo y perdiendo y olvidando y deteriorando… 

¡Y, ese autor/a, que ya ha llegado a la tercera edad, que ha dedicado una gran parte de su existencia, a la producción cultural, que ha dejado otras realidades posibles, otras oportunidades perdidas, fabricando mundos culturales, aunque hayan sido defectuosos o limitados o mediocres o deficientes… pero que ha dedicado tantos años y décadas de información y formación y estudio y análisis y producción, y, sabe/n que todo o casi todo, se perderá, si no ahora, si no, ya ha sucedido en parte, dentro de unos años o unas décadas o unas generaciones…! 

¡Y, vienen las golondrinas de la tristeza y retristeza…! 

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