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ISRAEL RENACIÓ EN 1948 PARA QUEDARSE

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Es un hecho evidente, basta leer la mayor parte de la prensa, que el antijudaismo disfrazado de antisemitismo es un prejuicio dominante. Desde casi siempre ha preferido creer los mantras de la oficina de propaganda creada por Yassir Arafat, líder del grupo terrorista Al Fatah y de la OLP, que analizar con un mínimo de objetividad la historia del Oriente Medio.

Más paradójico aún resulta comprobar el éxito en nuestras televisiones de los varios nacionalismos hispánicos, mientras se condena el sionismo, cuando éste no es otra cosa que el deseo de tener una tierra y un Estado judío independiente y soberano para todos los judíos del mundo. Aún hay quien cita como argumento de autoridad antisemita los “Protocolos de los Sabios de Sión”, absolutamente falsos, pero olvida referirse a los pogrom dictados en Europa y en particular Rusia, desde los zares hasta Stalin. Sólo alguna referencia a ellos más o menos velada, como por ejemplo en el drama musical “El violinista en el tejado”.

Es en este ambiente hostil, tras el horror del Holocausto, que no sin dificultades políticas en el Oriente Medio y con el telón de fondo de la Guerra Fría, el Reino Unido recurrió a las Naciones Unidas, que el 29 de noviembre de 1947 aprobó por una gran mayoría la partición de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío.

Pero fue el 14 de mayo de 1948, cuando el último de los soldados británicos abandonó Palestina, que los judíos, liderados por el socialista de origen polaco David Ben-Gurión, declararon la creación del Estado de Israel, de acuerdo al plan previsto por las Naciones Unidas. Pero también es cierto que tras esa declaración Egipto, Siria, Transjordania, Irak y el Líbano invadieron al nuevo país. A la causa de la aniquilación del nuevo estado y al asesinato de los judíos que no huyeran por mar, se sumó también Arabia Saudí y el Yemen.

Desde su inicio, el Estado de Israel nació con vocación y prácticas democráticas, cosa aún inexistente hoy en día en ningún otro país del Oriente Medio, confiando en sus propias fuerzas y en el entusiasmo heroico de sus habitantes, rodeado de enemigos y terroristas. Es el único país de la zona que ha apostado por el desarrollo y la iniciativa, regando con su sudor y su sangre los primeros kibbutz que hicieron del desierto de Néguev un vergel.

De gran entereza y temple tuvieron que ser los primeros gobernantes del nuevo Israel. Pero si Ben-Gourión fue el padre fundador, posiblemente la madre fue Golda Meir. De origen ucraniano, fue la primera mujer en Israel y tercera en el mundo en asumir el cargo de Primer Ministro, desde 1969 a 1974. Su política intransigente, negándose a que nadie mas pudiera asesinar a su pueblo impunemente, y su estilo de liderazgo le valió el apodo de “Dama de Hierro”, honor que comparte con Indira Gandhi, Margaret Tatcher y Angela Merkel. Tal es el odio irracional antijudío existente, que muy raramente se le incluye en las listas de mujeres que han llegado a la cúspide de sus estados respectivos por sus propios méritos. Ben-Gurión dijo de ella, alabando su coraje, “hay un solo hombre en mi Gobierno y es Golda”...

Tres frases pronunciadas por Golda Meir definen muy bien su carácter y también el de su pueblo. Cuando Henry Kissinger, le dijo sentirse primero americano, luego Secretario de Estado, y tercero judío, ella le replicó, “pues en Israel, leemos de derecha a izquierda”. O aludiendo a Moisés, “nos arrastró 40 años por el desierto, para traernos al único lugar en todo el Medio Oriente donde no hay petróleo”. Pero sobre todo hay que recordarla cuando con voz de madre y abuela dijo “La paz llegará, cuando los árabes amen a sus hijos más de lo que nos odian a nosotros”.

Israel, aunque pese a muchos antijudíos, nació en 1948 para quedarse. Apostó y apuesta por la inteligencia, la educación y el espíritu de sacrificio. Es el único país democrático del Oriente Medio, conviene repetir alto y claro esto para que lo asimilen quienes prefieren mantener a los mal llamados palestinos en campos de refugiados, a ofrecerles un futuro tan real como hizo Israel con los millones de judíos expulsados de los países árabes en aquellos años de hierro y fuego, integrándolos en el nuevo y minúsculo estado, una “Start-up Nacion” de éxito.

Mantener a día de hoy a los niños y adultos en la pobreza, desempleo e ignorancia, como hacen los dirigentes de Al Fatah, Hamás o Hezbulá en Gaza, Cisjordania o Líbano, tal vez sea su forma de llevar a término lo que postuló Yassir Arafat: “dado que hemos perdido la guerra, necesitamos niños póster” y lograr con ello que los donantes transfieran fondos para mantener su estatus propio mientras exhiben las llagas de sus propios hijos. Y más penoso e injusto aún, que debería llevar a la reflexión, es culpar a Israel de esa situación actual de olvido, miseria y desesperanza, caldo de cultivo para fabricar terroristas, que en el colmo del fanatismo, son suicidas y no mártires como quieren autoconvencerse.

 

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