ÚLTIMA HORA

MIS UTÓPICOS DESEOS POLÍTICOS

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Desde mi retiro mediático en la mítica y acogedora San Borondón, veo la situación económica y social propiciada por el social-comunismo con gran preocupación, teniendo el presentimiento de estar abocados a la ruina caracolera. Y no tanto por mí, que también, sino por los hijos y los nietos de las gentes de mi generación. El Gobierno del Dr. Sánchez se ha instalado en el anuncio y en la mentira sistemática, mientras que la oposición parece haber renunciado a dar la batalla ideológica esperando que cambie el ciclo y les lluevan, empapándolos totalmente, unos “beneficios caídos del cielo” que no han conquistado con su lucha sino que, como le sucedió a Rajoy, será por la desastrosa gestión del contrario.

Pero este pensamiento es en realidad una ucronía, palabro que según el DRAE, es una “reconstrucción lógica, aplicada a la historia, dando por supuestos acontecimientos no sucedidos, pero que habrían podido suceder”. Poco se puede esperar de unos políticos más interesados en ser cargas públicas que auténticos representantes de sus votantes y buscadores del bien común. Y, parafraseando a Adolfo Suárez, debo reconocer y reconozco que gran parte de mis artículos reflejan esa nostalgia y el deseo irrefrenable de llorar por lo que pudo haber sido, pero ni fue ni nunca tuvo la menor oportunidad con la más que mediocre casta política instalada en la agitpro permanente: “la mentira es un arma revolucionaria”, proclamó Lenin, años después se lo copió Goebbels y ahora el tan creativo como fantasioso Retablo de las Maravillas que está en La Moncloa.

También reconozco que viviendo en esta soñada San Borondón, mi arcadia idílica instalado en compañía de mi perrito Bicho, viendo animales y plantas en los documentales de TV2 o National Geographic, imagino que en la política pudieran hacerse realidad algunas de mis utopías, término que también según el DRAE viene a significar “plan, proyecto, doctrina o sistema deseables que parecen de muy difícil realización. Representación imaginativa de una sociedad futura de características favorecedoras del bien humano”. De las muchas utopías que a cada uno se le puedan ocurrir, hoy destaco tres: uno: poder votar a personas, (no listas, ni abiertas ni cerradas); dos: renovación al 50% del Parlamento y el Senado a mitad de legislatura (al estilo de los EEUU); y tres: la posibilidad de que las mociones de censura sean sólo eso, mociones de censura al Presidente, sin necesidad de que sea encabezada y defendida por un aspirante a sustituir al censurado.

Sobre la primera, creo que si puedo elegir libremente a un abogado para que me defienda o al peluquero que más me apetezca, no es razonable que no pueda votar a quien quiera que se presente de forma independiente o encuadrado en las filas de un partido, y que sean acorde con lo que cada uno espere de su representante sin estar sometido a la disciplina partidista.

En cuanto se refiere a la renovación parcial de parlamentarios, y su traslación a las autonomías, creo también que puede mejorar sensiblemente la representación real y forzar a que se debatan los asuntos que ocupan y preocupan de verdad a los ciudadanos, cosas normalmente alejadas diametralmente del interés de los parlamentarios y sus partidos. Hay muchos periodos en la vida de una nación, y este actual es uno de ellos, en que la opinión y percepción pública sobre las prioridades legislativas, trasunto de los planteamientos y la gestión del gobierno, cambia mucho y muy rápidamente, cosa que debiera tenerse en cuenta, máxime si esos políticos fueran sinceros en su promesa de defender a todos... y si son social-podemitas, para ellos también a todas y todes.

Y por último, sin pretender agotar mis utópicas y ucrónicas aspiraciones, está el espinoso asunto de las mociones de censura. Como ya he expresado en otras ocasiones, cuando un grupo de diputados, normalmente haciéndose eco de la indignación y atropello de una parte sustancial de la sociedad, presenta una moción de esta naturaleza, debiera ser para censurar al Presidente y, si recaba los apoyos suficientes, echarlo del poder.

El siguiente paso debiera ser, en mi opinión, convocar elecciones para que vuelvan a ser los ciudadanos quienes elijan a sus nuevos paladines, aquellos que ahora consideran que defenderán mejor sus actuales aspiraciones. Me parece difícilmente justificable que sean los mismos componentes de un parlamento fracasado, con unos por acción y otros por omisión, los que puedan pastelear, chantajear y obtener prebendas que acentúen las desigualdades entre españoles basadas únicamente en la ambición de quien tiene el poder del BOE en su mano y en las imposiciones de los que, una poco proporcional aritmética parlamentaria, les ha puesto en el forro de sus caprichos la posibilidad de mantener o derrocar al gobierno de turno.

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