ÚLTIMA HORA

NECESITAMOS UNA CLASE INTELECTUAL

La tenemos, disponemos de miles de catedráticos y de profesores. Disponemos de miles de periodistas, de miles de escritores, de miles de articulistas, de miles de opinadores…

¿Pero tenemos una clase intelectual libre, que con sosiego y racionalidad, valoren los hechos y las palabras de la realidad, realidad social y política y económica y social y cultural y religiosa y costumbres y…? ¿O, muchos, demasiados, callan y se silencian, porque tienen suficiente experiencia de España, y saben, que de un día para otro, los volcanes sentimentales saltan con guadañas incluidas…?

El otro día, en la presentación de un libro sobre el tema de las personas en una ciudad, capital de provincias, de tamaño más bien pequeño, de la noche a la mañana, no citaré la ciudad, de la noche a la mañana, una ciudad tranquila, el autor expresó que saltaron los nervios y las pasiones y los sentimientos, y los odios y las inquinas y rencores se sobresaltaron. Y, estos fenómenos que narra, con nombres y apellidos, de la A a la Z, esto ocurrido hace ocho décadas y pico…

Pero para que exista una clase intelectual libre y que esté dispuesta a exponer sus ideas y sus conceptos en papel y letras. Para eso, además de que exista ésta, que en estos momentos si existen, quizás en demasía. El resto de la sociedad, el resto de poderes de la sociedad, tienen que acordarse, concordarse, pactarse que esas personas, expresen lo que expresen, serán respetados sus personas y sus haciendas y sus cabezas y sus brazos. Que si la cosa pública se complica, no será tocado ni un cabello de sus narices, ni un gramo de su carne, ni un penique de sus bolsillos...

Tiene que existir un acuerdo entre las clases sociales, estratos ideológicos, poderes políticos, pueblos y elites. Que todos admitir que necesitan que exista una clase intelectual que sea libre, que pueda decir y expresar, con sosiego y razonabilidad, analizar y criticar y valorar y ponderar realidades e ideas. Que puedan indicar que tal medida les parece exagerada y negativa, y, que otra, les parece positiva. Y, que si ese concepto te parece bien, no es tu amigo, ni si te parece mal, ese escribiente, tampoco es tu enemigo. Sino que sobre ese tema tiene una idea diferente y diversa a la tuya…

¿Hacemos este pacto, entre intelectuales y escritores y pensadores y especialistas en ciencias sociales que existen a decenas de miles en nuestro suelo patrio de ahora, con todos los poderes reales y fácticos y de hecho y de derecho, a y, en todos los órdenes de la realidad…? ¿Hacemos ese pacto… y ese consenso… para que los pensadores y escritores y sabios y opinadores nos enseñen, a los demás, que somos en multitud de materias pocos competentes conceptualmente…?

¿De verdad queremos y estimamos y valoramos la libertad de conciencia, la libertad de pensamiento, la libertad de expresión, la libertad de publicación, de verdad, o solo son palabras…? ¿O, solo las valoramos y a quienes las sustentan, cuando están a nuestro lado y a nuestro favor…?

De estas cosas, con enorme acierto y matización nos habla José Moreno Villa, en un artículo publicado en El Sol, el 22 de febrero de 1935, titulado Al amparo de la fábula. Ya que la política y la economía son esenciales en la vida humana, individual y colectiva. Sabemos que el Estado es esencial pero también multitud de entes sociales, además de humanos de carne y sangre y articulaciones… pero necesitamos una clase o estrato o grupo o colectivo que nos expresen ideas y conceptos y datos y argumentos.

Para así de ese modo, podamos perfeccionarnos en nuestras ideas y en nuestros corazones. Para así, quién quiera saber, pueda beber en aguas, de libros y de periódicos y radios y televisiones e Internet y conferencias y diálogos en la calle, con la libertad de saber que no le van a engañar, ni mentir, que el que firma un artículo o una noticia, tiene la suficiente libertad de equivocarse, pero también de acertar, y, que no será castigado por ello…

Comprendemos que el corazón de la mayoría de los españoles está muy herido por la historia. Que los traumas familiares se han ido transmitiendo como correa de mercancías y de ideas y de sentimientos, desde bisabuelos a abuelos a padres y a usted, nieto o biznieto… Lo entendemos y comprendemos. Pero entre otras realidades pendientes que tenemos, es que tenemos que darnos y permitirnos tener la paz interior sociopolítica, que debemos otorgarnos a nosotros mismos, darnos la paz sociopolítica entre nosotros. Que debemos no mirar tanto al pasado, en ese sentido de rencor, y mirar más bien, al bien del futuro de los nietos y biznietos. Que tenemos que otorgarnos la paz, la paz interior y la paz exterior. PAZ(N)X.

Debemos de tener una clase intelectual que escriba con libertad, y, sin temor a ser castigados o sancionados, ni hoy, ni mañana. Porque sin los estratos intelectuales de la sociedad, ninguna sociedad puede funcionar correctamente. Porque el pensar y el pensamiento y el conocer y el conocimiento y el saber y la sabiduría son las autopistas del progreso y de la riqueza y de bien y bienes...

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