Desde la caída del muro de Berlín, viene el problema de Ucrania. Ángela Merkel, prudente mensajera de Paz, apaciguaba los ánimos ( que Dios la bendiga; también, el gobierno de Trump supuso, en EE. UU, un paréntesis bélico).
Ahora, los aliados de la OTAN envían material de guerra a Ucrania, y ello incendia y alarga la conflagración. Da miedo: si las guerras siempre sembraron destrucción y muerte, más peligrosas son ahora. Tremenda la responsabilidad de los gobernantes. Urge una Conferencia de Paz para el desarme. Está en manos de los presidentes y ministros de exteriores; pero ¿ tienen conciencia y buena voluntad, o, más bien, intereses personales y cobardía? Los gobernantes no deben ceder ante los delirios de élites financieras inductoras de guerras y dueñas de grandes medios de comunicación, cuyos intereses distan miríadas de los de la gente corriente.
Esta guerra nos crea, a todos, gran incertidumbre, tremenda preocupación. No debe instigarse con envío de armas, sino animar al diálogo y la negociación; al menos, para que el conflicto no vaya a más.Muy sabias estas palabras de Pablo Iglesias: «Civiles armados enfrentándose a un ejército profesional bien armado es el preámbulo de una tragedia», y piensan que «una nueva guerra en el continente europeo demuestra que la OTAN es un factor de desestabilización, y por ello es más urgente que nunca su disolución». Muy bien Pablo Echenique en Twitter sobre el envío de armas a Ucrania: “Es un ERROR. No cambia la correlación de fuerzas y contribuye a una escalada bélica que va a generar más muertes y más sufrimiento y puede acabar en un conflicto global. Defender las vías negociadas y la paz es hoy lo más sensato”.