ÚLTIMA HORA

SOBRE EL REFERÉNDUM PARA EL SAHARA

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Mucho se ha escrito y tertuliado sobre este viejo problema del pretendido referéndum para la autodeterminación del Sahara, otrora bajo administración española, que además ha sido objeto de pronunciamientos genéricos por parte de la ONU, sin que se haya podido encontrar una solución que satisfaga a las partes, que primero fueron Marruecos, Argelia, Mauritania y España como naciones y el Frente Polisario como organización política, partes que ahora no incluyen, de facto, a España y Mauritania.

Resonando aún las declaraciones de unos y otros y sin saber cual será la repercusión que tendrá esta decisión del Gobierno de España de reconocer la ya antigua tesis marroquí de dotar al territorio de un generoso estatuto de autonomía, no sé, o mejor sí creo saber, lo que entiende el Frente Polisario por una opción “realista” del problema y qué entiende por “pueblo saharaui”.

Tras haber definido con la exactitud suficiente de qué territorio físico se está hablando, asunto sobre el que hay flecos, será necesario continuar precisando con suma claridad qué se entiende por persona saharaui. A modo de ejemplo, el Estatuto de Autonomía de Canarias, reformado en 2018, dice en su artículo 6.1 que “a los efectos del presente Estatuto, gozan de la condición política de canarios las personas con nacionalidad española que, de acuerdo con las leyes del Estado, tengan vecindad administrativa en cualquiera de los municipios de Canarias”. Dejando por sentado que en el caso canario está muy claro qué significa tener nacionalidad española, en el caso del Sahara no lo está, pues no existe realmente la nacionalidad saharaui, pudiendo provenir los habitantes asentados en esos territorios, del antiguo Sahara Español, Marruecos, Mauritania, Argelia o de ciertas tribus nómadas sin nacionalidad definida e incluso grupos no censados.

Y es en este punto precisamente, el de determinar quienes tendrían derecho a votar, donde aparece uno de los escollos más importantes, junto con el de la soberanía sobre el territorio, para realizar ese referéndum de autodeterminación. He oído en varios de mis viajes al Sahara a personas que defienden diversas tesis, desde las marroquíes a las argelinas y del Frente Polisario, a personal de la MINURSO, afirmar que los dirigentes polisarios pretenden que se haga el referéndum basado en el último censo español confeccionado en 1974. Y, a mi modo de ver, creo que esa no es precisamente una pretensión muy “realista” ni asumible por todas las partes, entre otras razones porque una gran parte de aquellos 74.000 censados han muerto por pura razón biológica, tras el casi medio siglo transcurrido desde entonces. Dicho sea de otra forma, que para algunos litigantes en este proceso “pueblo saharaui” no lo conforman los que viven permanentemente asentados o han nacido en el antiguo Sahara Español, sino se refieran casi en exclusiva a los confinados en Tinduff bajo tutela del Frente Polisario y Argelia.

Como anécdota personal, que me permito ahora contar porque viene a cuento, en uno de mis primeros viajes El Aaiún, por pura coincidencia temporal se produjo aquel episodio que fue la huelga de hambre de la activista saharaui Aminatou Haidar en Lanzarote, por cierto funcionaria marroquí en aquellos días del año 2009. Aunque mi visita, en compañía de otras personas, tenía un carácter de intercambio cultural y de desarrollo turístico, el asunto tomó carta de naturaleza en todas las ruedas de prensa a las que nos invitaron, tanto en El Aaiún como en Rabat.

Un periodista, creo recordar de Al Jazeera que defendía claramente la postura polisaria, me interpeló directamente, tras una exposición de su punto de vista: “¿qué opina usted del referéndum?”. La verdad es que no me gusta hablar de temas políticos cuando estoy fuera de España, menos aún cuando he sido invitado para tratar de otros asuntos. Para intentar evitar malos entendidos o titulares equívocos, más o menos le rogué que me permitiera, antes de contestar, hacerle otra pregunta. Yo soy canario de nacimiento, le dije, he vivido en Canarias gran parte de mi vida, mis hijos y mi mujer son canarios. Suponga que en Canarias se planteara hacer un referéndum de autodeterminación, en este supuesto para emanciparnos de España, “¿podría yo votar?”, pregunté. Sin dudarlo mucho, el periodista opinador, me volvió a repreguntar: “¿sus padres de dónde son?”. Mi madre era gomera y mi padre de Pozoblanco en Córdoba. “Entonces usted no podría votar porque es hijo de un colono”. (Los entrecomillados, si la memoria no me falla, son lo más literal que recuerdo de esa tensa entrevista, al menos para mí).

Y una tercera cuestión, que creo aún no se ha planteado, al menos públicamente, sería conocer el texto de la pregunta que se pudiera hacer. Pues no sería la primera, ni la última vez, que en este tipo de procesos de difícil solución, pero que apelan a sentimientos más que a razones, se haga una pregunta entre trampa e ininteligible para el ciudadano común y corriente que ha de votar.

No me siento capacitado para dar una opinión contundente, realista y con posibilidades de dar luz a una propuesta de solución aceptable para todas las partes, incluso para los que intervienen apasionadamente sin ser partes implicadas. Por eso lo que expreso aquí son sólo algunos aspectos u obstáculos que considero importantes.

Pero tal vez lo único que tengo nítidamente claro es el pensar que lo que pudo hacerse, y tal vez debió hacerse en aquellos días de la Marcha Verde, no se hizo. El tren de la historia y la realidad ha partido de la estación desde hace décadas. No se puede volver atrás ni se debe llorar por la leche derramada, ahora sólo resta plantear una situación de sea factible y el referéndum, con esos planteamientos polisarios, es inviable e injusto, se pongan como se pongan. Lo que no avala las tesis de Marruecos, simplemente se apostillan las aquí planteadas, que no agotan por desgracia las dificultades y ramificaciones geopolíticas de este proceso que dura ya más de 50 años.

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