ÚLTIMA HORA

SOBRE LA ASIGNATURA DE RELIGIÓN

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Sin duda, sobre todo desde los tiempos de Zapatero, la lucha gubernamental por eliminar del currículo formativo de los alumnos y también de los planes de estudio de las Escuelas del Profesorado, antes mejor llamadas de Magisterio, la denominada asignatura de religión ha sido continua y, a veces, con tintes encarnizados. Pero lo más triste de esa controversia, a mi entender, es que mientras unos atacaban con esa escusa a la Iglesia Católica, la Conferencia Episcopal se limitaba a unas tenues vaguedades sin llegar a aclarar y definir los conceptos que debieran iluminar el debate. Y hacer eso para todos, los creyentes y los que no lo son.

Y otros muchos, desde posiciones aconfesionales, que no necesariamente laicas, asistíamos estupefactos a esos juegos dialécticos en los que unos manejaban sus mayorías políticas, que no sociales, en el Parlamento y en el BOE, mientras que los llamados a ser oposición se rendían preventivamente por miedo al qué dirán y tergiversarán en las tertulias y medios de comunicación del progresismo de mucho progreso. Las batallas que no se dan, se pierden.

Por citar tan sólo un ejemplo, El Mundo Today, periódico satírico que acoge en sus páginas cuanto mantra presuntamente progresista y acontecimiento interplanetario exista, al estilo Leire Pajín, entre otras majaderías, tituló una gracieta diciendo que “los alumnos que cursen religión tendrán que demostrar la existencia de Dios para aprobar”. Aunque suene repetitivo, eso no se atreverían a escribirlo sustituyendo religión (católica) por islam ni Dios por Allah. Porque hay que ser progresista, pero a sus horas y según contra quién... Eso, además de olvidar que los alumnos de hoy, con las leyes socialistas, ya no aprueban ni suspenden sino que progresan adecuadamente o necesitan mejorar.

Creo sinceramente que es el momento de precisar conceptos y definiciones. En mis tiempos escolares, la religión (entendida como doctrina), se aprendía en la catequesis. Lo que estudiábamos en esa asignatura que llaman imprecisamente religión, era Historia Sagrada, es decir el conocimiento de la Biblia, fundamento de la civilización occidental, guste o no guste. Por eso no era una asignatura intercambiable con Educación para la Ciudadanía, que si no hubiera sido puro sectarismo, trataría de otra cosa distinta al origen de nuestras raíces culturales. Ni mucho menos sería admisible la ofensa intelectual de que su alternativa fuera el recreo. ¡Es que es la cultura del ocio!, me soltó en antena un día un contertulio, pretendiendo hacer una gracieta. Por cierto, gracieta tragicómica, porque afecta a la formación de los niños.

En una entrevista a José Luis Balbín, cuando era cargo público en el Museo del Prado, se quejaba amargamente de que los estudiantes no sabían ya interpretar la inmensa mayoría de las obras de arte por desconocer su contexto bíblico. Él no hablaba de religión entendida como creencia o fe, se confesaba –creo recordar- agnóstico, se lamentaba de la falta de cultura y de referentes históricos de los escolares... ¡y de sus profesores!

Y además yo creo firmemente que una de las carencias de nuestra formación humanista, como hijos de la civilización occidental (marcadamente judeo-cristiana), es desconocer la mitología greco-romana, que nos dificulta interpretar el resto de las obras de arte antiguo. Cuando me preguntan por esto, suelo remitirles a un artículo que me publicaron hace años, incluido en el libro “Guía desenfadada e informal de Gran Canaria”, de Julio César González Padrón, que titulé “Monumento a la pederastia”, dónde explicaba que la escultura que corona el edificio de la Unión y el Fénix, en LPGC junto al parque de San Telmo, no representa al Ave Fénix, aquel que renacía de sus cenizas, sino al rapto del pastorcillo frigio Gaminedes por el libidinoso Júpiter, que para esos menesteres no dudaba en transfigurarse en lo que fuera.

No es por casualidad que todas las doctrinas totalitarias y liberticidas quieran eliminar ese conocimiento de los antecedentes culturales de occidente para que, haciendo ingeniería social, intentar crear ese hombre nuevo del que hablaba Marx y que heredarán el comunismo y el fascismo (que en esto no tienen diferencia). Por eso la insistencia obsesiva, ahora en España, de confundir Religión con Historia Sagrada. No hay que olvidar el eslogan que subyace bajo toda esa farfolla de la secta pedagógica: “Los queremos burros, pero progres”. Y las extremistas tipo Irene Montero, además “los queremos feministas”, y si para lograrlos hay que gastar más de 20.000 millones de euros, se los sacamos en impuestos al heteropatriarcado.

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