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SOLIDARIDAD MUNDIAL PARA ACABAR CON LA POBREZA

Diego Ojeda Ramos

Exconcejal del Ayuntamiento de Telde y asesor en la Consejería del sector Primario, Soberanía Alimentaria y Seguridad Hídrica del Cabildo Insular de Gran Canaria

La erradicación de la pobreza es un imperativo moral y una necesidad práctica en nuestro camino hacia un futuro sostenible. La beneficencia, en sus diversas formas, desempeña un papel crucial en esta lucha, no solo aliviando el sufrimiento inmediato, sino también promoviendo el diálogo, la solidaridad y la comprensión mutua entre las personas. Al complementar los servicios públicos en áreas críticas como la salud, la educación, la vivienda y la protección de la infancia, la beneficencia contribuye significativamente a mitigar los peores efectos de las crisis humanitarias y a apoyar a las personas más vulnerables.

En septiembre de 2015, las Naciones Unidas adoptaron la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, reconociendo que la erradicación de la pobreza en todas sus formas y dimensiones, incluida la pobreza extrema, es el mayor desafío mundial y un requisito indispensable para el desarrollo sostenible. La Agenda 2030 llama a un espíritu de solidaridad global reforzada, especialmente centrado en las necesidades de las personas más pobres y vulnerables. Esta solidaridad no solo es un ideal noble, sino una estrategia práctica que involucra a todos los sectores de la sociedad, desde las microempresas hasta las multinacionales, y desde las organizaciones de la sociedad civil hasta las entidades filantrópicas.

Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) incluidos en la Agenda 2030 ofrecen un marco claro y coherente para transformar nuestras vidas y nuestro planeta. Estos objetivos, agrupados en seis elementos esenciales —dignidad, seres humanos, planeta, prosperidad, justicia y alianzas—, proporcionan la guía necesaria para que las instituciones filantrópicas y otros actores sociales

contribuyan al mejoramiento de nuestro mundo. La filantropía, en particular, tiene el potencial de movilizar recursos, innovaciones y capacidades que complementen los esfuerzos públicos y privados para lograr un impacto duradero.

El 5 de septiembre, Día Internacional de la Beneficencia, no solo honramos la memoria de la Madre Teresa de Calcuta, una figura emblemática de la lucha contra la pobreza y la angustia, sino que también reconocemos el papel vital de la caridad en nuestras sociedades. La Madre Teresa, con su inquebrantable dedicación a las personas pobres, enfermas, huérfanas y moribundas, nos dejó un legado de compasión y acción que sigue inspirando a millones alrededor del mundo. Su labor y sus palabras nos recuerdan que "la pobreza y la angustia constituyen una amenaza a la paz".

En un mundo cada vez más interconectado, la solidaridad mundial se convierte en una fuerza esencial para el cambio. La caridad no es solo un acto de generosidad, sino una manifestación concreta de nuestra humanidad compartida. Al unirnos en este esfuerzo colectivo, podemos enfrentar los desafíos globales con una visión de esperanza y colaboración.

La beneficencia tiene el poder de promover la cultura, la ciencia, el deporte y la protección del patrimonio cultural y natural. También juega un papel crucial en la concienciación sobre los derechos de las personas marginadas y desfavorecidas, permitiéndonos guardar nuestra humanidad incluso en situaciones de conflicto. Al celebrar el Día Internacional de la Beneficencia, reafirmamos nuestro compromiso con estos principios y con la construcción de un mundo más justo y equitativo.

La solidaridad mundial no es solo un ideal, sino una necesidad urgente. Trabajemos juntas para garantizar que, pase lo que pase, nadie quede atrás.

Durante mi etapa al frente de las políticas sociales en Telde, enfrenté desafíos y aprendí valiosas lecciones sobre la importancia de garantizar derechos en la administración pública. Mi equipo y yo nos esforzamos por alejarnos del asistencialismo, buscando en cambio una forma de asistencia que respetara la dignidad y los derechos de las personas.

Uno de nuestros logros más significativos fue la aprobación de una moderna ordenanza reguladora de las prestaciones económicas para atender necesidades sociales. Esta ordenanza fue diseñada para establecer un marco claro y justo que permitiera a las personas acceder a las ayudas de manera equitativa y transparente. Nuestro objetivo era garantizar que estas prestaciones se vieran no como un favor, sino como un derecho.

Reconozco, sin embargo, que en ocasiones la realidad superaba nuestras expectativas. En situaciones de extrema urgencia, la beneficencia podía ofrecer soluciones más rápidas que la tramitación de expedientes a través de la ordenanza. Estos momentos nos recordaban que, aunque la normativa es esencial para la justicia y la transparencia, la inmediatez de la ayuda es vital en situaciones críticas.

Soñábamos con un sistema más ágil y eficiente. Imaginábamos un escenario en el que, una vez solventadas las dificultades administrativas y de recursos humanos, las ayudas pudieran llegar de manera más rápida a quienes más las necesitaban. Uno de los obstáculos más grandes fue la fiscalización previa por parte de la intervención municipal,

que ralentizaba el proceso. Al final logramos salvar eliminar estas barreras burocráticas para que la asistencia fuera más inmediata y efectiva.

A lo largo de este camino, aprendí que la política social es un equilibrio constante entre la regulación y la compasión, entre los derechos y la necesidad urgente de ayuda. La experiencia me enseñó que, aunque las ordenanzas y los marcos legales son fundamentales, debemos ser flexibles y estar dispuestos a adaptarnos a las necesidades cambiantes de nuestra comunidad.

Este periodo en las políticas sociales de Telde me dejó una profunda comprensión de la importancia de trabajar tanto por la estructura como por la inmediatez. Seguimos soñando con un sistema que no solo garantice derechos, sino que también sea capaz de responder con rapidez y humanidad a las situaciones más apremiantes. La lucha por mejorar la vida de las personas más vulnerables continúa, y cada pequeño avance nos acerca a una sociedad más justa y solidaria.

*Diego Fernando Ojeda Ramos, exconcejal del Ayuntamiento de Telde y asesor en la Consejería del sector Primario, Soberanía Alimentaria y Seguridad Hídrica del Cabildo Insular de Gran Canaria.

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