ÚLTIMA HORA

UNA EXPERIENCIA DE INSEGURIDAD CON EL 092

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Estando de paseo con mi perrito Bicho por la Plaza de Santa Ana, éste se acercó a uno de los parterres laterales para orinar. Justo detrás de una palmera pude alcanzar casualmente a ver una cartera de bolsillo repleta de documentos. De inmediato pude comprender que se trataba de una cartera que había sido sustraída, tomada prestada para redistribuir rentas diría un perroflauta al uso, y tirada a un lugar poco visible.

Olvidándome de tantas series de policías, CSI y similares, no tomé ninguna precaución a la hora de recogerla para conservar huellas dactilares del delincuente, presunto culpable más que presunto inocente, y sólo me preocupé de ver si encontraba el número de teléfono de la víctima para poder llamarle y, al menos, consolarla por no tener que pasar por la humillación de renovar los carnés, tarjeta sanitaria y tarjetas bancarias por culpa de un delincuente carterista.

Era poco más de las 6:30 de la tarde cuando, desando poder entregar la cartera a la autoridad responsable, dicho en este momento sin ánimo “coñón”, le pregunté a Mr. Google por el teléfono de la Policía Local de LPGC, el 928 44 64 29, al que llamé repetidamente, pues ya desde el primer timbrazo se desconectaba. Me acordé que el número para emergencias rotulado en todos los coches patrulla es el 092. Intenté que atendieran mi llamada de forma reiterada, pero inútilmente. Mi primer estupor se trocó en indignación al comprobar que Internet dice que ese es el teléfono para emergencias, ¿sarcasmo municipal? ¿qué entenderán en el Ayuntamiento por emergencias?

Pero como en mi estado de ánimo y mi clara intención era tratar de ayudar al ciudadano que había sido objeto de un delito, caminé con mi perrito Bicho hasta la calle de Triana tratando de encontrar un Policía Local o un Policía Nacional para hacerle entrega de la cartera de marras, en el convencimiento cívico de que ellos sabrán cómo localizar al dueño a través de la documentación que contenía. Certeza que confirmo ahora, pues desconfío sin paliativos de los concejales, no de los agentes.

Me aposté en la entrada de Triana, a la altura de Cortefiel, a la espera de que por allí patrullara algún policía. Pero, tras una media hora de espera infructuosa recordé que es fama de sobra conocida, aunque por mí olvidada, que sólo encuentras un policía cuando te va a multar o no lo necesitas. En un último intento antes de desistir, pensando ya en ir al cuartel de Miller Bajo al día siguiente, me puse en la trasera del Pérez Galdós confiando en que parara algún coche patrulla de esos que acostumbran a “repostar” en una heladora cercana a esas horas del, creo, cambio de turno.

Unos 15 minutos más tarde tuve la suerte de que pasara un vehículo de la Policía Local que tuvo la amabilidad de parar para atenderme. Ya con el alma aliviada y confiando ciegamente que los agentes harían lo posible para encontrar al propietario de la cartera, volví a mi casa como un “fosforillo” para dar de comer a Bicho, pues se me hacía tarde para asistir al espectáculo del Circo del Sol, que por cierto, recomiendo ver.

Pero como el Pepito Grillo que todos llevamos dentro, salvo que seas político en el poder, me insistía en saber el porqué un teléfono que la Web de la Policía Local señala para emergencias, no es atendido por nadie, pregunté a las fuentes frecuentemente bien informadas que conozco. Me dijeron que en una inexplicable y temeraria decisión del alcalde de las sonrisas y no corregida por la actual alcaldesa, cuyas preocupaciones por la seguridad ciudadana y la limpieza son manifiestamente mejorables, de las 12 líneas que tenía el servicio del 092, ya sólo había operativa una... Tras las oportunas imprecaciones a San Carlos Marx, patrono del social-comunismo, para desahogar mi indignación como posible víctima de delincuentes que cada vez en mayor cantidad y peor calidad vemos deambular por nuestras calles, tila mediante, intenté pasar pantalla, como dicen ahora los más jóvenes y los políticos que intentan imitarles, todos ellos a los jóvenes y algunos a los delincuentes. ¡Muchas gracias Augusto Hidalgo y Carolina Darias, yo tampoco les voté!  

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