ÚLTIMA HORA

VIVE BENEDICTO XVI

Acaba de empezar a vivir Benedicto XVI. No es errata: “para un cristiano, la muerte no existe, es el principio de la vida”: así se expresaba el Venerable Padre Tomás Morales, s.j., y así nos presenta, la fe cristiana, la realidad de la muerte. Muere el cuerpo, transitoriamente, para unirse a su alma un día del que no conocemos la fecha. Al hilo de la entrada de Benedicto en la vida eterna, me viene a la memoria aquella canción que aprendí de niña: “Tengo un alma que no muere, tengo un alma que salvar. ¡Ay de mí si se perdiere, ay de e mí, perdido ya!...” Benedicto vivió preparado para este instante sublime, decisivo y perpetuo, aunque más intensamente, si cabe, desde los últimos años de su vida orante y contemplativa en el silencio de un monasterio. Este Pontífice de la Iglesia, de una talla intelectual incomparable, que “ni sus detractores más acérrimos la discuten”, hombre sabio que hablaba diez idiomas, autor de innumerables libros de filosofía y de  teología, de tres  maravillosas encíclicas, etc., se preparó para la eternidad inexcusable no sólo con su trabajo bien hecho desde su juventud, sino, sobre todo, con su ardiente caridad, emanada de su corazón misericordioso, que refleja el de Cristo, al que amó y siguió hasta el final ( sus últimas palabras: “Jesús te amo”). Me impresionó su gesto como profesor, de cambio de Universidad a favor de un alumno suyo para salvarle de la injusticia de otros profesores: dejó al descubierto la calidad humana de este hombre de fe viva (libro autobiográfico “ Mi vida”).


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