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LOS ESTADOS UNIDOS: EL REFERENTE MUNDIAL

Para muchos los Estados Unidos es su referente político, social, económico y cultural. Es el país de la democracia, de los derechos humanos, que los exportan por todo el mundo; del sueño americano, de los avances científicos con prestigiosas universidades y premios Nobel, de la llegada a la Luna, de la NBA y de Hollywood. El apoyo a dictaduras, la invasión de otros países para "llevar la democracia"; su extraordinario gasto militar a costa del social, su contribución masiva al calentamiento del planeta, su racismo y niveles insultantes de desigualdad, les resultan irrelevantes.

Es el Estado más violento del mundo a nivel interno. En este año se han producido 309 tiroteos con víctimas. Ahora mismo un individuo quiso celebrar el 246 aniversario de la Declaración de Independencia disparando a la concurrencia del desfile con un saldo de 6 muertos y 30 lesionados. Para el gobernador de Illinois, J. B. Pritzker, esos ataques constituyen “nuestra plaga singularmente estadunidense”. A pesar de ello, la Suprema Corte de Justicia aprobó una resolución que permite a los gobiernos de los estados anular los pocos controles que existen para la adquisición de armas de fuego.

A nivel exterior es el más belicoso. El que más guerras ha emprendido en el curso de su historia, el que mantiene el mayor número de tropas fuera de su territorio y el que encabeza, con mucho, las cifras mundiales del gasto en armamento. Un pequeño recordatorio de sus actuaciones en política exterior. Derrocar a Mossadegh para imponer el tirano Reza Pahlavi en Irán; armar a los saudíes en contra de los progresistas árabes; apoyar a las dictaduras fascistas de Franco en España, Salazar en Portugal y de los coroneles en Grecia; usar a los fascistas de Europa occidental para montar el Gladio; apoyar al tirano Batista en Cuba, el apartheid en Sudáfrica, a la Rodesia racista (futuro Zimbabwe); asesinar a Lumumba para imponer al tirano Mobutu; instalar la dictadura de Suharto; apoyar al dictador Pinochet para derrocar a Allende, a los generales asesinos en Argentina, al nazi Stroessner en Paraguay, a los dictadores Banzer en Bolivia y Duvalier en Haití; quitar a Bosch en Santo Domingo y a Zelaya en Honduras; armar a Bin Landen y a los talibanes en Afganistán; financiar y armar a la "contra" en Nicaragua; invadir Granada; financiar a Mubarak en Egipto; apoyar y financiar los crímenes de Israel en contra de los palestinos; e invadir Irak... Todo justificado, ya que según Bush II su país ha sido destinado

por Dios para realizar una misión histórica. Por ello, no sorprende que, en 2001 con una simpleza rayana en la estupidez, si no fuera por el cinismo que esconde, dijera "Me confunde ver que hay tanto malentendido de lo que es nuestro país y que la gente nos pueda odiar... Simplemente no puedo creerlo, porque yo sé cuán buenos somos. Tenemos que explicarnos mejor. Tenemos que explicar a la gente de Oriente Medio que es contra el mal contra el que estamos luchando, no contra ellos". Y por si no fuera suficiente en esa belicosidad de los Estados Unidos, tiene que implicar a más países, como estamos comprobando en la guerra de Ucrania. Estados Unidos necesita siempre un enemigo y si no se lo inventa. Así puede dar salida a toda su producción de armamento.

Pasemos a su política interior. En cuanto a su democracia ejemplar, don dinero es el principal elector, donde 158 familias, por supuesto multimillonarias, fueron los principales donantes en la campaña de demócratas y republicanos para ganar la Casa Blanca en 2016. Juan Williams, un analista político de Fox News Channel, escribió un artículo muy significativo. "Política, un deporte para multimillonarios”. Es más, una plutocracia que una democracia.

Es un país muy racista. La actuación de la policía hacia la población negra es brutal, como en el caso del asesinato de George Floid. Pero ya viene de lejos. En su libro El origen de lo que nos divide Isabel Wilkerson, cuenta un hecho ocurrido en los Estados Unidos el 19 de julio de 1935. Es en Fort Lauderdale, Florida. Hay una fotografía truculenta, accesible en la red. Aparece colgado tras ser linchado en un árbol el cuerpo de Rubin Stacy de raza negra, con su mono destrozado y ensangrentado, lleno de agujeros con las manos atadas, la cabeza caída, asesinado por asustar a una mujer blanca. Según investigaciones posteriores, fue a pedir comida a una casa y al salir la mujer se asustó. En la fotografía asisten, como si fuera un espectáculo, niñas blancas de familias bien y se muestran sonrientes y felices. Los linchamientos formaban parte de un carnaval y atraían a miles de curiosos que eran cómplices de tal sadismo. Se avisaba a los fotógrafos y se instalaban imprentas portátiles para que los linchadores y el público se pudieran llevar una instantánea de recuerdo. Hacían postales de gelatina para sus seres queridos. Se convirtieron en un floreciente subdepartamento de la industria de postales. En 1908, los envíos crecieron tanto, y estas prácticas eran tan repugnantes, que la dirección general de Correos de Estados Unidos prohibió su envío, aunque la nueva ley no impidió que los blancos compartieran sus hazañas. Simplemente metían la postal en un sobre. La revista Time el 2 de abril del 2000 escribió: «Ni siquiera los nazis se atrevieron a vender souvenirs de Auschwitz». El mismo libro de Isabel Wilkerson tiene otro capítulo Los nazis y la aceleración de las castas, donde describe una reunión celebrada en Berlín el 5 de junio de 1934, a puerta cerrada, de un comité de

burócratas nazis, que consideraron la ocasión tan importante para que hubiera un taquígrafo que trascribiera todo. Mientras se acomodaban en sus sillas para fraguar las Leyes de Nuremberg, el primer tema de la agenda fue ver qué se podía aprender de Estados Unidos. Presidía el acto, Franz Gürtner, ministro de Justicia del Reich, el cual presentó un memorando de cómo Estados Unidos controlaba a los grupos marginados y defendía a los blancos. Los diecisiete funcionarios y expertos en derecho examinaron las leyes de pureza estadounidenses que regulaban la inmigración y los matrimonios interraciales. Querían avanzar rápidamente en sus planes de pureza y segregación racial y sabían que Estados Unidos les llevaba siglos de ventaja. Los nazis se sintieron atraídos por las teorías raciales de dos eugenistas estadounidenses, Lothrop Stoddard y Madison Grant. La palabra untermensch, «subhumano», una injuria racial que los nazis adoptaron en su proyecto para deshumanizar a los judíos y a otros no arios la tomaron prestada de Stoddard.

Y como colofón. Un mes después de los atentados del 11 de septiembre, un alto funcionario del FBI, Ronald Dick, advirtió a la Cámara de Representantes: "Debido a la importancia crucial del agua para todas las formas de vida... el FBI considera un peligro grave amenazar con atacar el suministro de agua". En 2003, un artículo de United Press International informaba que un agente de al-Qaeda "(no descarta) utilizar gas sarín y envenenar el agua potable de Estados Unidos y ciudades de Occidente". El ataque contra el suministro de agua que los terroristas no lograron realizar, lo realizó con éxito el estado de Michigan. Los hogares de la ciudad de Flint con más del 60% de afroamericanos estuvieron abastecidos con agua contaminada con plomo para ahorrar 5 millones, lo que provocó enfermedades y posible daño cerebral a los habitantes más jóvenes. El activista Michael Moore lo calificó de "crimen racial". "En otro país se le llamaría limpieza étnica". "Esto no hubiera ocurrido en ciudades de predominio blanco".

Es un país aquejado de profundas desigualdades. Un solo dato. En Nueva York 57.000 personas viven en las calles, los llamados homeless, un triste atractivo de la "ciudad de los rascacielos", donde la miseria contrasta con la reluciente riqueza, y miles de personas, incluso niños y ancianos, carecen de una casa. ¿Y qué decimos de la sanidad? En su blog la guatemalteca Ilka Olica Corado. Crónicas de una inquilina, publica el artículo Miseria en la yugular del capitalismo, donde señala la dramática situación de atención sanitaria de los parias: los olvidados y explotados del sistema. Ilka es uno de ellos, como su salario por indocumentada no le da para pagar una clínica privada y no tiene seguro médico para ir a un hospital del sistema, acude a unas "clínicas" con largas horas de espera, en estancias con -18° en lo más crudo del

invierno, con paredes manchadas y la pintura descascarándose, puertas oxidadas, sillas despintadas. Un aspecto lúgubre y deprimente, que le recuerda los hospitales públicos de su sufrida Guatemala, donde las medicinas las compra el paciente.

Y lo más grave los valores que impregnan su sociedad. Michael Sandel, un norteamericano, en su libro Lo que el dinero no puede comprar. Los límites morales del mercado, de 2012 denuncia que allí se produjo el paso de una economía de mercado a una sociedad de mercado, donde todo puede comprarse o venderse. Refleja toda una casuística de esa invasión ilimitada del mercado a muchas actividades humanas. Una celda más cómoda pagando 82 dólares por noche. Derecho a emigrar por 500.000 dólares. Comprar el seguro de vida de una persona enferma de cáncer para cobrarlo al fallecimiento. Mas, veamos en el ámbito educativo. Chanel One transmitió mensajes publicitarios a millones de adolescentes. El programa de noticias de televisión, de 12 minutos y comercialmente patrocinado, lo lanzó en 1989 el empresario Chris Whittle, el cual ofreció a los colegios televisores, equipos de vídeo y conexión vía satélite, todo gratis, a cambio de emitir el programa todos los días y exigir a los alumnos que vieran los dos minutos de anuncios. En el 2000 Channel One fue visto por ocho millones de alumnos en doce mil colegios. Así pudieron anunciarse Pepsi, Snickers, Clearasil, Gatorade, Reebok, Taco Bell… Los alumnos aprendieron sobre nutrición con materiales de McDonald’s, o los efectos de un vertido de petróleo en Alaska con un vídeo grabado por Exxon. Procter & Gamble ofreció unos materiales sobre medio ambiente explicando por qué los pañales desechables eran buenos para la tierra. Boletines de notas con el anagrama de McDonald’s, además de ofrecer a los niños con buenas notas una comida gratis en un McDonald’s. ¿Esto es lo que tratamos de imitar?

Cándido Marquesán

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