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NO LLORES, IMPOSTOR

Desconfío de los futbolistas que se besan el escudo después de marcar un gol. Es mentira, un paripé, una simple y falsa escenificación en el campo ante la afición. Los jugadores, que ganan mucho dinero por hacer lo que más les gusta, se aprovechan del aficionado forofo al que la pasión le nubla la vista.
Ese jugador que está besando el escudo de su equipo bordado en su camiseta es un engañabobos, un estafador que utiliza y explota el sentimiento que el aficionado tiene por esos colores.
Lo hemos visto hace poco con Vitolo, y antes con Roque Mesa. Los jugadores de la cantera de la Unión Deportiva lloraron amargamente cuando se fueron, aunque solo en apariencia. Desde que vieron los millones que alcanzaban con otros equipos, le hicieron un corte de mangas al club de sus amores.
Los aficionados forofos son tan bobos que se olvidan de un día a otro, de una temporada a otra, de que ese jugador que viene solo unos meses y dice sentir la camiseta amarilla como si fuera su otra piel solo está haciendo tiempo para recalar en el Atlético de Madrid, su equipo de la pasta, aunque no lo reconozca nunca en público. Viene a entrenarse y a no forzar para no lesionarse. Hay mucho dinero en juego.
El hincha desmemoriado también se olvidó de que la temporada pasada se tiró en el área para provocar un penalti inexistente contra la Unión Deportiva Las Palmas. Gracias a ese penalti, ya finalizando el partido, el Sevilla nos ganó por 2 a 1.
El fanático zoquete es capaz de creerse que Roque siente de verdad los colores amarillos y que si marchó al fútbol inglés fue para hacerle un favor al club de su vida y que así pudiera llevarse unos cuantos millones por la operación.
Ahora, cuando no triunfa en Inglaterra, como sí hace el paisano Silva, regresa al fútbol español, pero no quiere recalar en su equipo del alma, no, prefiere ir directamente al Sevilla, que es un club rico que juega la Champions y sobre todo que le paga más porque puede conseguir un contrato más beneficioso.
A ver si de una vez se enteran esos aficionados toletes que hay aquí y en todos los clubes del mundo: los futbolistas son unos mercenarios que prefieren el equipo que más le pague y no el que más siente. Es lógico que un profesional elija el trabajo mejor remunerado, sí, pero tampoco hace falta que imposten tanto.
Esto no lo cambia ni el médico chino ni Paco Jémez, por mucho que llegue a la isla como un Rambo con pantalones de maniobras militares. El fútbol, a pesar del lenguaje tabernario y cuartelero, no es un deporte de pelotas. En todo caso de balones. Sudar la camiseta es fácil apenas hagas tres carreras. Lo difícil es mantener el escudo en su sitio sin teñirse. Para eso no es necesario tatuarte el cuerpo. Basta con que te tatúes el alma.

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