ÚLTIMA HORA

JERUSALÉN, CAPITAL DE ISRAEL DESDE 1949

José Fco. Fernández Belda

Viviendo en San Borondón

Después de que el Presidente de los EEUU elevase a normal lo que es normal en la realidad, reconociendo que Jerusalén era la capital de Israel desde el 5 de diciembre de 1949, Hamás desde Gaza amenaza -cómo es su costumbre- con más violencia. Su líder Ismael Hanniya hace una llamada a una tercera Intifada. “Trump ha abierto las puertas del infierno”, es su justificación. No se queda atrás en la escalada de terror Mahmud Abbás, presidente de la Autoridad Palestina y rival mortal del anterior, que pidió “un día de furia” para tal fecha.

La decisión de Trump, además – y por el momento- de la del Gobierno Checo que también ha decidido trasladar su embajada de desde Tel Aviv a Jerusalén, es la corrección a una extraña anomalía diplomática, que aceptando que todo país soberano tiene el derecho de fijar su capital, le niegan esa posibilidad a Israel. La cuestión básica no es saber si la decisión es correcta, pues nunca hubo discusión sobre la soberanía de Israel sobre la parte occidental de Jerusalén, sino por la oportunidad del momento elegido para cumplir su promesa electoral.

Tan evidente es la situación real, aunque para algunos no sea políticamente correcta, que el secretario general de la ONU, António Guterres, se ha apresurado a repetir las frases buenistas tan al uso de ese, a mi entender, prescindible organismo. “Quiero ser claro: no hay alternativa a la solución de dos estados. No hay un plan B”, sólo se lograrán las “aspiraciones legítimas” de israelíes y palestinos cuando las dos partes convivan “en paz, con seguridad y reconocimiento mutuo, con Jerusalén como capital de Israel y Palestina”.

La declaración de Trump no se debe a una ocurrencia improvisada. Conviene entresacar un par de párrafos de su texto: “En 1995, el Congreso adoptó la Ley de la Embajada de Jerusalén, en la que urgía al Gobierno a trasladar la embajada norteamericana a Jerusalén y –muy fundamentalmente– a reconocer que esta ciudad es la capital de Israel. Esa ley obtuvo en el Congreso un abrumador respaldo bipartidista, y fue ratificada de manera unánime en el Senado hace sólo seis meses”.

Hace 70 años que los Estados Unidos, bajo el presidente Truman, reconocieron el Estado de Israel. Desde entonces, Israel tiene su capital en la ciudad de Jerusalén, la capital ancestral del pueblo judío. Hoy, Jerusalén es la sede del moderno Gobierno israelí. Es la sede del Parlamento Israelí, la Knéset, así como de la Corte Suprema israelí. En Jerusalén se encuentran la residencia oficial del primer ministro y del presidente de Israel. Y las sedes principales de numerosos ministerios israelíes”.

En realidad, nada ha cambiado en la zona por esto. Sólo se ha dado una excusa a los cabecillas locales para volver a saltar a los titulares de la prensa, normalmente muy antisemita disfrazada de antisionismo, el deseo de un pueblo de tener su propia nación, mientras aplaude esa misma ansia cuando se trata de casi cualquier grupo que no sea el judío. Conviene recordar que en los últimos tiempos, los países donantes y gran parte del mundo musulmán, han planteado seriamente dejar de apoyar financieramente a las distintas facciones palestinas, no por casualidad en lucha fratricida por el poder y el control de esos fondos.

Y por último, cabría preguntarse el porqué de esta nueva Intifada, donde los sufridores serán los jóvenes palestinos sin futuro por falta de inversiones para su desarrollo y bienestar. Si fueran libres y formados advertirían como sus líderes se gastan el dinero en túneles, en terror y en formar yihadistas suicidas. La “culpa” hoy no es de Israel, sino de EEUU y de Chequia.

 

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