José Fco. Fernández Belda
Viviendo en San Borondón

Periódicamente los políticos introducen en su jerga algunas frases que de tanto repetirlas, por muy vacías de contenido o de explicación plausible que sean, acaban formando parte del habla popular. Unas son simples eslóganes electorales como aquel “por el cambio” de Felipe González que acabó siendo “por el recambio” y “he entendido el mensaje”, también el “OTAN, ¡de entrada no!” que luego el cinismo populachero del felipismo mutó en “OTAN, ¡de entrada CÓMO no!”. O el sanchista “saldremos más fuertes” aunque aún no sepamos a quienes se refería realmente, pero que ahora ya lo sospechemos, para acabar repitiendo como loros el “facha-facha, bulo-bulo” de Bolaños y las Montero, que siempre me pareció inspirado en aquella divertida cancioncilla merengue del perrito salchicha Bounty el Guacamole, que se puede ver y oír en YouTube, cuyo estribillo canta “guaca-guaca, mole-mole”. Y ni decir tiene el ya legendario “España nos roba”, dicho por quienes robaban y siguen robando a los que según ellos les robaban.
Y otras frases comodines, sin contenido real si no es inmediatamente desarrollada, son las “hay que hacer pedagogía” y “no nos hemos explicado bien”, usadas como bálsamo de Fierabrás para acabar diciendo justo lo contrario de lo que con total claridad declararon inicialmente pero que había generado una controversia negativa para sus intereses sectarios. Aunque en este sentido la muletilla adoctrinadora más repetida ahora es sin duda “esto es lo que siempre hemos dicho”, afirmado con firmeza y sin sonrojo, desafiando cínicamente nuestra memoria, las hemerotecas, videotecas y fonotecas que les recuerda haber dicho ellos, y oído nosotros, justo lo contrario. Y no es que mientan, dicen ellos, simplemente cambiamos de opinión, ¡la más pura Educación para la Ciudadanía!
Pero sin duda la muletilla cotidiana, Top10 de la lengua politiqués, que probablemente sea más hiriente es aquello de que hay que hacer pedagogía. Como bien define el DRAE, esta es una disciplina fundamental que se dedica al estudio y desarrollo de métodos efectivos de enseñanza y aprendizaje, especialmente en la infancia pero no sólo en esa etapa de la vida. La tercera acepción dice que también es la capacidad para enseñar o educar, “le falta pedagogía” pone como ejemplo negativo el diccionario. Si esta definición es correcta, cuando un político dice que él o su partido ha de hacer más pedagogía, a mi entender, está afirmando que en nuestra natural torpeza le hemos entendido mal, que un día de estos cuando le sea políticamente favorable explicará y justificará lo inexplicable e injustificable. Es decir que no hará pedagogía sino adoctrinamiento, pues como certeramente dijo Lao Tse, sólo cuando el alumno esté preparado, aparecerá el maestro.
En suma que los oyentes no tienen el nivel ni la capacidad de entender sus sublimes mensajes y por eso ha de ilustrarnos convenientemente cuando lo tenga a bien y la agitpro le sea propicia. A lo sumo desliza a modo de mínima justificación, que tal vez “me he expresado mal”. O, lo más frecuente, culpar a los medios de comunicación y a los “twitulares” de tergiversar su buena nueva. Nunca reconocerá, menos aún si repite el tan manido como zafio argumentario que le pasan, que a él le falta pedagogía, es decir que no sabe explicar ni explicarse convenientemente, a veces incluso siendo portavoz de su formación política. ¿Será por esto que cuando le hacen una pregunta concreta, un periodista o un diputado en el Parlamento, responde tan campanudo con otra cosa ajena al asunto planteado?
Hay casos auténticamente pedagógicos de manipulación sectaria, intento de adoctrinamiento y de justificación de lo injustificable, que han llegado a ser legendarios aunque no sean suficientemente glosados y recordados. Uno muy significativo, entre otros muchos, ocurrió en aquella ocasión en el que un periodista le pidió explicaciones a la por entonces Vicepresidenta del Gobierno del Dr. Sánchez, Carmen Calvo, la de Cabra, sobre los diametrales cambios de opinión del Presidente en ciertos temas, en especial los relacionados con las cesiones ante el independentismo catalán y a los bilduetarras. Ella respondió con la lapidaria frase: “Una cosa es el candidato y otra cosa es el presidente”.
Posiblemente haya sido la mejor labor pedagógica socialista hecha por un político, política o polítique, según fluya la autopercepción sexual del interpelado en ese momento, para justificar que un político pudiera decir una cosa en campaña y hacer o afirmar otra diametralmente opuesta estando en el Gobierno. Dicho en román paladino, que es legítimo mentir a los electores si con eso se conserva el poder. Ya lo sabíamos por la experiencia acumulada por tantas campañas electorales y posteriores actuaciones gubernamentales y legislativas, pero sin duda es de agradecer la sinceridad y claridad con la que definió Carmen Calvo el nulo respeto que le tenía, ella y su partido, al programa electoral y por ende a los votantes... “¡cosas veredes que harán fablar las piedras!”, certera y oportuna sentencia atribuida popularmente al Cid Campeador para glosar esta peculiar pedagogía de la PSOE.