Leandro Rodríguez Linárez
Politólogo
Nadie en Venezuela tiene más artículos publicados que quien les escribe, a la fecha son más 1.300, y en ninguno de ellos he tocado el presente tema porque nos agobian problemas muchos mayores como el rescate de nuestra libertad, sin ella puede haber parlamento, no puede existir democracia, la ciudadanía es imposible, hoy solo tenemos una nación desnaturalizada, invadida, donde sus habitantes luchan por emigrar ante la mirada indolente del mundo. Quisiéramos cuestionar la inoperancia de las organizaciones internacionales, su confección protectora de gobernantes más no de pueblos, pero es tema para otro artículo.
Los parlamentos nacionales son el poder público más importante en una democracia porque en ellos se representa la pluralidad, no solo política sino lato sensu; trabajadores, empresarios, maestros, etnias, credos, en fin, toda la rica heterogeneidad que construye una nación.
Además, es este poder quien fiscaliza los recursos del Estado, determina el papel geopolítico como participar o no en guerras, relaciones internacionales, entre otras tantas funciones determinantes, por ejemplo, y allí nos queremos detener, el nombramiento de los demás poderes nacionales como los fiscales y contralores generales, tribunales supremos de justicia, hasta el presidente de la república o primer ministro, en caso de no ser un régimen parlamentario, el presidente electo por sufragio directo también somete gran parte de sus funciones y competencias al control parlamentario.
Al grano: Es un defecto democrático continuar creyendo la hegemonía partidista gobierna para todos, que es imparcial o justa, sencillamente, quien detenta la mayoría partidista se privilegia, muchas veces, al margen de la ley. Sí un Tribunal Supremo de Justicia es designado por la mayoría de los diputados pertenecientes al partido “X” ese tribunal no tendrá a los mejores juristas, tendrá jueces del partido “X”, de allí sus sentencias serán sesgadas… nos guste o no es lo que ocurre con nuestras democracias. Mismo ejemplo aplica para los demás poderes nacionales.
Siendo los poderes nacionales encargados de garantizar nuestro Estado de Derecho, sería ideal que, por mandato constitucional, quienes votemos como diputados y senadores no provengan de partidos políticos, sino que sean ciudadanos destacados en sus respectivas áreas, sin vinculación partidista y destacada honorabilidad.
¿Qué produciría un parlamento con estas características? Generaría leyes más eficientes, en correspondencia real a las deficiencias y potencialidades nacionales, no de élites. Generaría investigaciones justas, convenios alejados de patologías administrativas y poderes nacionales imparciales, entre otras grandes bondades… ¿Cómo para pensarlo verdad?