Luis de la Barrera
Portavoz de Drago Gran Canaria
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Hay algo en la idiosincrasia canaria que me reconcilia con el día a día. No se cómo ponerle nombre técnico, porque no soy ni antropólogo ni sociólogo, pero toda persona que haya nacido o vivido en Canarias creo que sabe de lo que hablo.
Es el chófer de la guagua 91 que todas las mañanas, en la estación del Teatro, espera de pie y con una sonrisa a todo el que cruza la puerta para darle los buenos días.
También los de la global 311, que cuando veían que iba de camino a la parada me esperaban porque sabían que la siguiente pasaría dentro de una hora. Cuando era de noche me paraban más cerca de casa, “no vaya a ser que te cojas un resfriado, que hace pelete”.
Es el señor que se sienta a mi lado en un banco, y al verme cargado con bolsas, coge y me suelta: “tan buenas las rebajas”. Y le digo que no, que son disfraces porque me voy a Santa Cruz de carnavales. “Basss, todavía me acuerdo cuando era más chico y podía ir… baila por mí tú que puedes”.
Cojo el barco a Tenerife. Es la señora vecina de un amigo, en el Barrio de la Salud, que al verme esperando en la puerta, sin conocerme, me dice que entre a su casa. Me saca queso, dorada especial y dice riendo “lo único que no tengo es pan bizcochado, canarión”. Me derrito. “Si quieren después mi marido les baja al centro, que si no van a llegar cansados”.
Es la dueña de la tienda de aceite y vinagre que ya sabe que solo compro del país y que me dice “eso no te lo lleves que viene de la península”. Es la dueña de la pescadería que después de un mes me pregunta “¿estaba buena la sama que te llevaste la última vez?” Qué memoria, me digo. Pero aparte es interés, y novelería, por supuesto.
Es mi compañera de trabajo que nos trae limones de su finca de Valsequillo. Es mi tío Juan, que nos avisa de que Carmela le llevó queso flor para que pasemos a recogerlo. Es mi tío Pedro, que toca la puerta para darnos calabaza y acelgas. Es mi tía Paca que le explotaron los naranjeros, “son de las ácidas, que ya sé que a ti son las más que te gustan”.
Es Lola, la madre de mi amiga Zure, que cuando vivía en Lanzarote me preparaba cajas con pimiento picón, papas, calabacinos, batata, laurel, tomillo, cilantro… “mira que te va a quedar bueno el potaje”. ¿Te vienes a las fiestas de San Bartolomé? Vas a ver qué rica la carne de fiesta y luego se van a la verbena”.
Es Tere, la madre de mi amiga Aben, que me pregunta si voy el 31 a Agaete y que por qué no voy el 24 también. “Ya te tengo calamares, y lapas negras, y burgaos”. “¿Me quedó bueno el caldo?, tómate otro más y vuélvete a bailar la rama”.
Es Maricarmen, la madre de mi amiga Ale, “que sí muchacho, que te quedes en casa que no hay problema. Nos apretamos aquí como sea. ¡Y no te vayas sin ponerte la carne mechada en el bocadillo! Espérate, fúmate un cigarro aquí conmigo. ¿Cómo estás?”.
Es el asadero que empieza a la 1 de la tarde y acaba a las 6 de la mañana. Es el buchito de café que se alarga por horas. Es el pateo en el que nos acompañan todas nuestras sobrinas perrunas; que nos metemos en las pozas como diosito nos trajo al mundo; que nos bañamos en el Sol mientras nos sopla el viento en los pezones erizados. “No me quiero ir”. “Yo tampoco”. “Pues nos quedamos más rato, si total”.
Y claro que me reconcilio con el día a día, entre tanto “uf, creo que no voy a llegar a fin de mes”, “qué va, al final no me llamaron de ese trabajo”, “nos echaron de la casa porque la van a poner en vivienda vacacional”, “el piso de arriba lo compró un guiri”, “aquí es donde van a construir el nuevo hotel de La Aldea”, “no puedo quedarme a vivir en Agaete”, “ojalá tuviese dinero para comprarme más que sea un terreno y cultivarlo”, “no puedo entender cómo se reventaron tan rápido este barranco”, “dos horas para llegar de la caravana que había”, “chacho, me dieron cita para la operación pero dentro de diez meses”, “todavía no le reconocieron a mi madre la incapacidad”...
Y seguiré saliendo a pelear la calle, escribiendo artículos aunque me los censuren, presentando alegaciones, yendo a las manifestaciones, asistiendo a conferencias, apoyando a mis amigas creadoras, ayudando a las vecinas y, sobre todo, canalizando toda mi impotencia a través de Drago Canarias.
Porque esta forma de vivir es un acto político que nos han legado todos nuestros antepasados y que nos toca defender. Y solo les pido a quienes lleguen de la península ibérica parriba, que lo respeten. Que se guarden la impertinencia y la exasperación. Que sí, que aquí al golpito, con cercanía, solidaridad y simpatía, pero muchas uñas y dientes.
Luis de la Barrera, portavoz de Drago Gran Canaria