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VOLVIENDO A FAULKNER

Antonio Muñoz Molina redactó un artículo con este mismo título en El País del 11 de septiembre del 2020. Lo que me lleva a reflexionar sobre la literatura y la novela. 

Cuando uno era joven, en esto de la vida, en esto de la literatura, pensaba, que como la ciencia, el arte y artes, la literatura, estaba abierta a nuevos descubrimientos e investigaciones y búsquedas y expresiones. 

En ese fragor de vida-existencia me metí hasta el tuétano, en mi caso, pensé-soñé, quizás iluso de mí, que esas virtudes-características se apreciaban en el Arte, las Artes, el Arte Plástico, la Literatura, la Filosofía. Y, mirando trozos de la realidad internos y externos, basándome en todos los grandes, que hubiese conocido, en casi todos los campos, de todas las macroculturas y, algunas microculturas, intenté pergeñar una producción-interpretación cultural, que abriese nuevos cauces. 

Se fueron acumulando hojas escritas, hojas pintadas hasta torres enteras. Diríamos, sin metáfora, sin exageración. Pero la vanguardia, el encontrar nuevos temas, encontrar nuevos modos de expresar, nuevas combinaciones de géneros literarios, nuevas mezclas de saberes, nuevas hibridaciones de artes. Quedaba muy bien en congresos culturales y en teorías sobre la literatura y las Artes. 

Pero en la realidad, publicar un libro o realizar una exposición, tiene un coste económico, y el que invierte en ese acontecimiento cultural, necesita, dividendos y plusvalías, no por egoísmo, como muchos piensan, no por avaricia, sino para seguir viviendo y sobreviviendo en este mundo. Es lo que hacen editores y galeristas. Por lo cual, estos tienen que publicar-exponer, lo que pueda tener venta o transacción económica. Con lo cual, lo que tiene mercado, en última instancia, es el gusto mayoritario, de los lectores de libros o de los compradores de pinturas. En definitiva, un sector de la sociedad o más culto o más interesado por esos vaivenes del espíritu-mente-conciencia-estética-cultura… 

Pero, estos interesados, tienen frente a sí mismos una ingente cantidad o supermercado de productos culturales, de cada género y de cada combinación. Además, que pueden llegar a un conocimiento equis de esos productos, pero no estar dispuestos a ir más allá. Es obvio, pueden admitir un grado de novedad e innovación y creatividad e ingeniosidad de un producto cultural, pero no pasando de una línea. 

Con lo cual, nos encontramos, con el hecho fehaciente y evidente, sin entrar en la calidad del producto cultural, que una obra equis, que haya traspasado los límites, de contenido o de forma, de lo aceptable, incluso por los entendidos y especialistas, entendidos en general, del público, y expertos de la Academia y la Cultura. Si traspasa ese límite, no es aceptada. 

Consecuencia, que ese producto cultural, se queda en el silencio del vientre de los ordenadores o de los cajones, porque tendrán una copia en papel. Puede ser, que una obra-título, formada por miles de páginas escritas, combinación de multitud de géneros y estilos y temas y tendencias, jamás llegará al mercado, ni siquiera a las entidades públicas del mundo de la cultura. 

Puede ser que, ni siquiera se hagan pequeñas referencias a ella, incluso aunque el autor o autora, consiga realizar pequeñas autoediciones parciales. La obra está muerta, la cultura está muerta. Porque la cultura es investigación e interpretación y creación, y si no se abre a nuevas posibilidades, se muere. Igual que las Matemáticas si no se abre a nuevos problemas se anquilosa, se duerme en los méritos del pasado. 

Podemos volver-revolver a Faulkner-Pessoa-Kafka-Joyce-Dostoievski…, por solo citar, unos cuantos de estos últimos dos siglos, por no citar a los cientos de Oriente y Occidente, del Norte y del Sur, que han ido sedimentando las tierras del tiempo y del espacio. Pero lo nuevo, lo verdaderamente nuevo, incluso aunque no sea genial, ni de gran talento, puede estar encerrado en los arcones de Internet, sin que apenas nadie lo valore. Trozos de obras que abren nuevos caminos, que posiblemente, lo hagan, pero que no están refrendadas ni por el mundo universitario, ni el de la cultura, ni el de la industria cultural, ni de las instituciones culturales del Estado, ni de las privadas sin ánimo de lucro. 

Puede ser que algo tan nuevo, que basándose en los grandes referentes, se haya atrevido a ir un poco más lejos, incluso incluir el no-estilo, el error gráfico y sintáctico y estético y ortográfico y semántico y… no exista en el mundo de la cultura. Y, que aunque haya bebido en miles de fuentes, miles de temas, miles de estéticas, miles de lenguajes, terminará destruyéndose-perdiéndose, no digo olvidarse porque nunca se ha recordado. 

Esto, que puede creerse o no, que puede pensarse que es posible o no, que es probable o no, ha podido suceder. Quizás, se acepte la investigación-creación cultural, pero siempre con unos límites muy estrechos de tiempo-espacio-ideas-innovaciones… ¡Faulkner, posiblemente entendería de lo que estamos hablando-escribiendo-pensando-expresando…! 

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