Con un tiempo tan variable, al fin, es apacible en la Ascensión y días previos. Felicidades a tantas mujeres españolas que llevan este nombre. Recordamos, del refranero: «Tres Jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el Día de la Ascensión»; de ahí, la expresión “ no es cosa del otro jueves”, para lo no importante. La Fe en la Ascensión se profesa en el Credo, y, a partir del siglo VI se ve reflejado en el Arte. En nuestra literatura, tenemos la Oda a la Ascensión“: ¡Y dejas, Pastor santo,/ tu grey en este valle hondo, oscuro,/ con soledad y llanto,/ y tú rompiendo el puro/ aire, te vas al inmortal seguro!...” (Fray Luis de León).
El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que “La Ascensión de Cristo al Cielo significa su participación, en su humanidad, en el poder y en la autoridad de Dios mismo” (668). Este hecho nos trae la esperanza de que, un día con nuestro cuerpo resucitado, participaremos de la gloria de Cristo en el Cielo.
Esta Solemnidad la han trasladado al domingo, aunque no tenga mucho sentido. Fue a los cuarenta días de su Resurrección, cuando Jesucristo se marchó al Padre en presencia de los Apóstoles y otros discípulos. Bien contado, cae en jueves. Nos parecen dichosos los que pudieron contemplarle, oírle y admirar, in situ, sus milagros; pero, ¿se ausentó y nos dejó solos ? Un sacerdote – estuvo en coma un mes- cuenta, en su libro “Vi la Eternidad”, que vio a su madre, a la Virgen, a San José...; pero no a Jesús. Preguntó por Él y le dijeron: “lo tienes en la Eucaristía” ( P. James Manjackal MSFS). Es cierto, no nos ha dejado, está en el Sagrario y podemos recibirlo en nuestro pecho al comulgar; pero sólo en el Cielo podrá ahogarse el anhelo de contemplar al “más hermoso de los hijos de los hombres”. Es tanta su belleza, que Santa Faustina Kowalska, mística polaca, lloró cuando Eugeniusz Kazimirowski le mostró la imagen de Jesús de la Misericordia, que le pidió pintar.