ÚLTIMA HORA

SEMANA SANTA

La Semana Santa recuerda tiempos viejos que, estos días,  revivimos; siempre, temerosos de posibles lluvias que impidan sacar las imágenes sagradas por calles y plazas.

No es baladí sacar las imágenes religiosas: la gente se agolpa en las aceras para contemplarlas, fijas, tantas miradas, en esas tallas de cristos y de vírgenes que reflejan lo vivido aquellos días dolorosos y santos en la Jerusalén del siglo primero. El Hijo de Dios hecho Hombre, la pura inocencia,  por amor a cada uno de nosotros, aceptó, a la vista de su bendita Madre, ser ajusticiado. La Misericordia que anida en el Corazón del Hijo, traspasado por la lanza, vibra en el Corazón de la Madre, el Inmaculado Corazón de María, Madre de Misericordia, que se compadece, también, de nosotros, pobres pecadores, muchas veces con la pesadumbre del dolor o de la pena. Conmueve el corazón cristiano, la contemplación de las imágenes de la Virgen Dolorosa que acompañan a las de Jesucristo; en especial,  la tarde del Viernes Santo. Unir nuestros dolores y penas a las de Jesús, en manos de María, y ofrecerlos, así, a Jesús crucificado, es fuente de paz y de salvación. Bellísimos aquellos versos del Medievo que cantan el dolor de la Virgen junto a la Cruz de su Hijo: (...)¡Oh, cuán triste y cuán aflicta /  se vio la Madre bendita,/ de tantos tormentos llena! / Cuando triste contemplaba / y dolorosa miraba/ del Hijo amado la pena.   /Y ¿cuál hombre no llorara, /si a la Madre contemplara / de Cristo, en tanto dolor? ... (Stabat Mater ).

 

Josefa Romo Garlito

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