Columnas periodísticas sin tema y sin tesis y sin título y sin contenido, solo forma, o mejor solo estética o solo significante y no significado. Y, entonces el continente se hace contenido.
Acercándose a un artículo de Jorge Guillén, en La Verdad del 22 de agosto de 1926, titulado El paraguas en el viento, uno se tropieza con que está hablando de todo y no está hablando de nada. Diríamos, es la metáfora de todo y la parte y casi todo.
Con tanta competitividad en el articulismo hoy, tanto hablar del presente y de la actualidad, tantos estilos y formas y, tanta importancia a la audiencia que mide cada receptor, el tiempo que está en cada noticia, editorial, comentario, artículo.
Todo está medido, antes existían las miradas de los promotores-propietarios del medio, también, la de las direcciones y equipos directivos, y, las ideologías de ambos, a grandes rasgos, ahora, el martillo y la azada y el cuchillo de la audiencia, no solo que pueden contestar en los comentarios abajo, sino que se mide a tiempo real, cuántas personas están entrando en ese texto y en cuanto tiempo y desde dónde…
Por tanto, las lluvias del articulismo literario han quedado heridas y dañadas en y por todos sus costados. Pocos articulistas, se atreven a columnas poéticas, como nos diría el maestro Umbral. Porque enseguida tocan las campanas desde los despachos, desde arriba. No es el caso, en la subjetividad de quién redacta esto, cierto que también dejan de publicarte, sin razones indicadas o expresadas, o, te citan un párrafo de normas, que cuándo empezaste a poner letras sobre bits de información de esa cabecera, nadie te señaló, y, te despiden, con palabras más rutinarias o con el silencio… -bueno, nunca te dieron un penique, ni un céntimo, ni un maravedí, cosa que todos deberían agradecer…-.
Pero creo que las personas son diferentes y somos iguales, la política y la economía son los dos dragones esenciales del periodismo. Pero quién se acerca a esos medios, más ahora, con la suscripción, tienen tiempo limitado de informarse al día, mira y bebe en la política-economía, pero también en los argumentos de otros temas. Porque no solo de pan y vino y sardina y caviar viven y existen los humanos, sino de multitud de temas, que les pueden tocar en sus vidas, hoy o mañana. Eso que se llama no-actuales o intemporales –en el gremio del periodismo-. Yo, los denomino los de la tortilla con patatas o con huevo o estrellada o con pimientos o garbanzos –una variedad que he diseñado, que seguro ya existe…-.
El tema del paraguas, es la metáfora de Jorge Guillén, desde luego, es simbólico y poético, pero nos está hablando de todo. En esos tiempos, quizás, disponer de paraguas era una necesidad, y, también, quizás, era un objeto no de lujo, pero si a tener en cuenta, en el gasto familiar. Hoy, en las casas, dónde todavía conservan paragüeros, o están casi vacíos, o están con varios utensilios y objetos con ese fin. Apenas utilizados, al menos en parte de la Iberia, porque cada vez, las nubes lloran menos en nuestros suelos sedientos de agua y esperanza…
Dirá, algún lector, al acercarse a beber de estas palabras, pero de qué me está hablando este escribiente. Y, le contestaré, como siempre hablo de usted. Creo que es un mandato esencial, no hacerle perder el tiempo. Hablo de Guillén, recuerdo su artículo que he citado antes, hablo del paraguas, hablo del tiempo, hablo algo de ayer, un siglo ha pasado y, algo de hoy. Pero estoy narrando como símbolo o metáfora o retórica, de un objeto, el paraguas, que representa toda la realidad humana.
Cientos de entes y cosas y realidades pequeñas que hacen nuestras vidas. Miles de formas de bolsos vemos y percibimos todos los días que van andando. Céntrese como Cortazar en una parte de un objeto. Y, verá como van flotando por la calle, de todos los colores y de todas las formas. O, céntrese, solo perciban las gafas, y, percibirá decenas de modelos, van flotando por las calles, moviéndose. O, céntrese, en los peinados y sus formas y sus colores y sus tintes y sus matices, y verá como van moviéndose por las calles con movimientos distintos y con velocidades, solo existen esas realidades que denominamos cabellos, que algo son naturaleza y algo de estética o cultura o interpretación del mundo o expresión de uno mismo… Cada uno, caminando en su mismidad, en su misterio y en su enigma…
Durante un tiempo, el gran teatro-sinfonía del mundo, te permiten estar y ser por los lares de estos territorios y terrenos. Cada uno con sus alegrías y sus penas y sus felicidades y sus tristezas. Cada uno, construyendo su tiempo y su espacio, cada uno en su pesar y en su pensar y en su ser y en su estar. Cada uno, con lo que es y no-es, con el estar y no-estar.
Y, después, esa persona y personaje, va creciendo en edad y en tiempo y en canas. Y, llega un momento que sus pasos se van torciendo más, Se ayuda de un trozo de árbol vertical o adornado de mil modos. Y, llega un momento que se deja de percibir por la calle. Durante uno o diez o treinta o cincuenta años, te lo cruzabas una vez o tres cada semana. Llega un momento, que ya no te cruzas sus ojos con los tuyos, sus saludos con los tuyos. Deja de ser una especie de cristal y espejo tuyo. Porque ambos habéis ido envejeciendo… Y, un día desaparece de las calles públicas o de las noticias de los medios locales…
Un día, una tarde, una mañana, usted y yo, también dejamos de ser vistos en las aceras de su ciudad o pueblo o aldea o barrio. Y, otros, otros seres irán ocupando los mismos espacios. Es la ley de vida. Al menos de momento, un momento que dura muchos millones de años. Ahora, el futuro, no sabremos como será. Pronto se habitará otros trozos de este sistema solar. Pero entonces, ya quizás, este escribiente, ya sin quizás, este escribiente, sus ojos ya sabrán, definitivamente, si existe el Buen Dios… ¡Paz y bien…!