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FERNANDO DE GUADARTEME: ¿TRAIDOR O VISIONARIO?

Diego Ojeda Ramos

Exconcejal del Ayuntamiento de Telde y asesor en la Consejería del sector Primario, Soberanía Alimentaria y Seguridad Hídrica del Cabildo Insular de Gran Canaria

En la encrucijada de la historia, figuras como Fernando de Guadarteme, conocido como Tenesor Semidán, nos obligan a cuestionar los límites entre la traición y la visión estratégica. En un contexto donde la supervivencia de su pueblo estaba en juego frente a un enemigo superior en armas y recursos, ¿fue Fernando un traidor o un héroe visionario?

La historia nos presenta a Fernando como un líder astuto que entendió la realidad de la situación: el ejército invasor era magnífico, con una superioridad militar abrumadora y una capacidad para reponer tropas inigualable. Ante este panorama desafiante, Fernando tomó una decisión difícil pero pragmática: negociar la paz.

Al optar por la rendición en lugar de una resistencia desesperada, ¿traicionó Fernando a su pueblo o salvó a su gente de una aniquilación segura? Esta pregunta no tiene una respuesta fácil. Algunos podrían argumentar que ceder ante el enemigo fue un acto de cobardía o traición, mientras que otros lo verían como un acto de pragmatismo y valentía al proteger a su comunidad de un destino aún peor.

Quizás la verdadera medida de Fernando como líder radica en el legado que dejó. Si su acción llevó a la preservación de la cultura y la identidad de su pueblo, entonces podría considerarse un héroe que sacrificó su reputación personal por el bienestar colectivo. Sin embargo, si su decisión resultó en una opresión continua o la pérdida de la autonomía de su pueblo, la historia podría juzgarlo de manera diferente.

La dualidad de la figura de Fernando de Guadarteme nos recuerda que la historia rara vez es simplemente blanco o negro. Su legado nos desafía a reflexionar sobre las complejidades morales y estratégicas de liderazgo en tiempos de crisis, y nos invita a considerar cómo las decisiones difíciles pueden ser interpretadas de manera diferente a lo largo del tiempo.

A Tenesor Semidán se le ha tildado de traidor a su raza por muchas personas durante mucho tiempo.

Los invasores han tratado por todos los medios de invisibilizar la raza aborigen, cultura y costumbres desde el inicio de la conquista y para ello han intentado a lo largo de los siglos quitarnos hasta nuestro orgullo, borrando de la historia nuestra huella aborigen en la mayoría de las ocasiones y en tantas otras nos han vendido una historia paralela que nada ha tenido que ver con la auténtica.

Muchos podemos ver a Tenesor Semidán como un líder visionario que comprendió, nada fácil para un canarí de la época, que no podían resistir a la invasión de los castellanos que disponían de armas muy sofisticadas para la época además de tropas inagotables.

Por todo ello opino que Tenesor Semidán buscó una alternativa para evitar la aniquilación o la esclavitud de su pueblo que por una indiscutible desigualdad de armas, medios y efectivos militares no podía ganar la cruenta guerra para el total dominio de la isla iniciada en 1478.

El líder canario pactó con los monarcas católicos reservar el amplio territorio de Guayedra fuera del dominio de la corona de Castilla y Aragón, como un reino independiente (que aún hoy no ha sido revocado). Este acuerdo fue objeto de uno de los pactos para la anexión de Gran Canaria acordados entre los Reyes Católicos y el régulo canario Tenesor Semidán, bautizado Fernando Guanarteme.

Es importante reseñar que el bautismo era necesario en aquellos tiempos para adquirir personalidad jurídica y capacidad para pactar, en los Alcázares reales de Córdoba a principios de 1483, acuerdos que hubo de aceptar el dinasta canario.

El Gobernador Pedro de Vera, cumpliendo con lo acordado en Córdoba, dio a Fernando Guanarteme el 19 de octubre de 1483 el documento que acredita a Guayedra como termino redondo y, por tanto, con jurisdicción propia y así se prueba con la certificación del escribano público Juan de Ariñez suscrita el 27 de febrero de 1543 cuyo documento original se custodia en el archivo del Marquez de Acialcázar.

Por todo lo anterior debemos hacer una reflexión sobre la figura de Fernando Gunarteme. Yo particularmente creo que además de un visionario fue un estratega político magnífico, que sin duda ayudó a que la raza no muriera ni con la invasión ni tras ella, contribuyendo de manera responsable y justa a la supervivencia de su pueblo que de otra manera hubiera sucumbido al desastre de una guerra injusta y desigual.

Los propios Reyes Católicos en cedula de 21 de septiembre de 1491 dada en Córdoba dirigida al Gobernador Francisco Maldonado reconocen que ocho años atrás habrán pactado con Fernando Guanarteme la permanencia en su dominio y jurisdicción del amplio territorio de Guayedra donde podía habitar con cuarenta familiares, como alusión a grupos familiares, no a individuos, como lo ha razonado y sostiene el historiador M. Lobo Cabrera, entre otros.

Su estancia en Guayedra duró entre 1483 y 1492, puesto que en este último año se trasladó a la isla de La Palma junto con los castellanos para convencer a los líderes indígenas benahoritas de la inutilidad de la guerra con 2 las poderosas fuerzas expedicionarias que constantemente renovaba Castilla, y lo mismo hizo en 1494 con Los Menceyes de Tenerife convenciendo a la mayoría de la necesidad de pactar para evitar el exterminio o la esclavitud de los guanches.

Tras la muerte de Fernando Guanarteme en 1496 en La Laguna, Tenerife, pobre y necesitado “y según algunas crónicas, envenenado por los castellanos en vísperas de su cuarto viaje a la corte a donde

pretendía trasladarse para abogar como siempre por los derechos de los aborígenes frente a los abusos del Adelantado Alonso Fernández de Lugo- su yerno Miguel Trejo Carvajal, casado con su hija Guayarmina, bautizada Margarita, en connivencia con las autoridades coloniales, y utilizando argumentos contradictorios, consiguió documentar en territorio de Guayedra, resto del estado indígena, como una propiedad privada, por supuesta donación en concepto de dote de su suegro, privatización fraudulenta que motivó frecuentes conflictos con los canarís. Aun así, en los siglos siguientes, la justicia siguió reconociendo a Guayedra como término redondo con jurisdicción propia e independiente.

En palabras del historiador Felipe Fernández Armesto, “Los monarcas habían dado permiso a D. Fernando para que tomara a cuarenta miembros de su tribu (parientes suyos) bajo su protección y les gobernara como una especie de enclave aparte del resto de la sociedad colonial”. Sin embargo, la administración resintió su estatus especial y en 1491 afirmó que su número se había elevado ilegalmente a 150. Sus destinos no son conocidos, pero mientras sobrevivieron constituyeron una anomalía intrigante, y sus métodos de gobierno fueron un curioso resto de las instituciones indígenas del período colonial” (Fernández Arnesto, F. 1977. “Las Islas Canarias después de la Conquista”. Las Palmas de Gran Canaria. Editado por El Cabildo Insular de Gran Canaria P. 202).

No fue casual la reserva del territorio de Guayedra independiente de la jurisdicción castellana, Fernando Guanarteme así lo exigió porque se trataba de un vasto territorio, con abundantes aguas, madera para las construcciones, terrenos para el pasto de los ganados, los mariscos de su considerable línea de costa -habitualmente presentes en la dieta de los canarios- y zonas idóneas para la agricultura propia de cada piso climático dada la diferencia de altura entre el litoral y las montañas, pero también es de suponer que influyó en su decisión la ventaja que le proporcionaba la abundancia en sus riscos de Orchilla -roccella canariensis, liquen del que se extrae un colorante natural denominado orceina, que se usaba para teñir de purpura los tejidos- muy apreciada por los europeos por el alto valor que tenía en los mercados, y con cuyos réditos o intercambio los indígenas podían conseguir otros productos o bienes que la naturaleza no le proporcionaba en Guayedra.

La configuración registral actual en su conjunto de Guayedra prácticamente es la misma que la descrita en el deslinde del Gobernador Lope de Sosa de 11 de octubre de 1512, abarcando el amplio territorio que partiendo desde la playa de las Nieves, bordea el Roque Antigafo, sube por el antiguo camino del arrastradero hacia el Lomo del Manco, hasta la montaña de Tamadaba por donde discurre hasta detrás de El Risco y desciende desde allí hasta reencontrarse con el mar de las proximidades de la playa de El Risco. Tiene pues aproximadamente ocho kilómetros de línea litoral.

Cuando visitemos Guayedra, ultimo territorio que habitaron los canarios libres en armonía con la naturaleza, si prestamos atención nos parecerá oír el eco de lejanas voces y hasta es posible que advirtamos el espíritu de nuestros valerosos antepasados.

Diego Fernando Ojeda Ramos, exconcejal del Ayuntamiento de Telde y asesor en la Consejería del sector Primario, Soberanía Alimentaria y Seguridad Hídrica del Cabildo Insular de Gran Canaria.

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